24 feb. 2025

La candidatura del canciller paraguayo

A medida que se acerca el 10 de marzo, las probabilidades de que el canciller paraguayo, Rubén Ramírez Lezcano, sea electo secretario general de la OEA parecen aumentar. En Asunción, al menos, ya se especula con quién podría suceder al actual ministro de Relaciones Exteriores.

La elección de un paraguayo como SG de la OEA sería una buena noticia. Es bien conocida la ausencia de connacionales en posiciones internacionales de alto perfil a nivel regional y global. Por lo que una primera presencia de este tipo ayudaría a elevar el perfil del país en el ámbito internacional. Será también reivindicado como un logro del presidente Santiago Peña, que se ha esmerado en poner a Paraguay en el mapa desde que inició su mandato en 2023.

El camino no está del todo despejado. Según Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston, la candidatura paraguaya tiene el problema de ser de un país sudamericano, vecino del Uruguay, país de origen del SG saliente. El profesor argumenta que en el ámbito multilateral se suelen respetar ciertas reglas no escritas. Una de ellas es la de la rotación geográfica. Según él, le correspondería al Caribe tener un representante en la posición, pues eso nunca se ha dado en la historia de la OEA. De hecho, el candidato caribeño, Albert Ramdin, tiene supuestamente el apoyo de los catorce países caribeños de habla inglesa y holandesa, más el apoyo de Chile, Perú y Honduras, llevando la cuenta a diecisiete, uno menos del que se necesita para ganar. El argumento de la rotación tiene su peso, pero para los que conocen la historia, que un paraguayo acceda a la posición tendría un valor equivalente al de una rotación geográfica.

De lo que se puede observar, el desafío desde el punto vista político es bastante complejo. El candidato caribeño tiene el respaldo de una región que se considera marginada en los asuntos hemisféricos, pero que detenta un buen puñado de votos como para guiar al secretario general en su gestión. El candidato tiene también el plus de una larga experiencia de trabajo en la OEA y, por ende, conoce el funcionamiento de la organización, y promete usar esa experiencia para reencauzar a la OEA, siempre con base en el consenso. Sin embargo, existen rumores de que Ramdin tiene más afinidad con China y es menos proclive a usar la Carta Democrática para atacar a Venezuela, Cuba y Nicaragua. Razón por la cual, se entiende, hay una reticencia de los EEUU en darle su apoyo.

Rubén Ramírez Lezcano, en cambio, tiene, supuestamente, el favor de Marco Rubio. Ha visitado a Trump y no causaría problemas, en ese sentido. Para algunos países, el canciller podría ser la fórmula para mantener funcionando la organización en un periodo geopolítico marcado por el trumpismo, pero sin olvidar los principios en los que se sustenta la principal instancia de relacionamiento interamericano basado en reglas. El canciller podría representar una derecha moderada, y pragmática, pero no totalmente sumisa a los designios de la administración Trump. Con un grado de autonomía mínimamente exigible. Para otros, esa moderación no es posible en estos tiempos. Las épocas de una relación interamericana basada en reglas han cedido al uso del poder sin tapujos. Ante tal circunstancia, elegir al candidato caribeño sería como una manera de mantener a la OEA en su irrelevancia, sin esperanzas que sea parte de una solución. Estas deberían encontrarse en otros lares, más bien.

De todos modos, la perspectiva para Rubén Ramírez Lezcano, en caso de que se opte por él, sería sumamente difícil. Una organización cuyo presupuesto regular oscila entre 80 y 100 millones de dólares anuales, con unas misiones de alcance regional, no permiten grandes éxitos. Su elección será un momento de gloria para luego enfrentar un sinfín de escollos. Su capacidad será puesta a prueba. Cabe ahora esperar y especular que en caso de que vaya a la OEA, la política exterior quede en manos de una persona con la capacidad para mantener un rumbo profesional, resguardando los intereses nacionales, sin que las estridencias de esa ala trumpocartista afecten a los discursos extremistas.

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