Esto le confiere a la información un cierto tinte dramático porque los partidos de izquierda soportan muy mal las incongruencias entre la ideología y la corrupción. La historia latinoamericana reciente nos demuestra que esto ha ido cambiando, pero, de cualquier manera, siempre resulta más truculento descubrir los vicios de quienes se definen como moralmente distintos que los de aquellos de los que no se espera luego nada.
Que Horacio Cartes haya comprado a un partido entero para ser presidente de la República es un hecho asumido como natural. Que se comente que distribuyó un generoso mensalão a muchos parlamentarios, no escandaliza a nadie. Que se diga que el apoyo económico al liberal Blas Llano fue correspondido por una lealtad política interpartidaria, tampoco. Pero que se sospeche que una campaña de la izquierda fue financiada por él, es poco menos que una catástrofe de imagen.
¿Puede haber algo peor? Sí, que las sospechas se convirtieran en certezas, no como resultado de una investigación periodística o de una improbable intervención judicial, sino por sórdidas peleas al interior del partido socialista. La implosión sacó a la luz ingredientes cuasimafiosos, recaudaciones paralelas, traiciones, estafas y extorsiones entre quienes habían integrado el mismo movimiento político. Las diferencias, que tenían poco de programáticas o ideológicas, se debatían en un clima enrarecido en el que las conversaciones eran sistemáticamente grabadas, se guardaban capturas de pantalla y todo era registrado por si fuera útil más adelante.
Este ambiente de desconfianza y malas artes terminó de la peor manera y se llevó puesto el dificultoso gobierno municipal de Mario Ferreiro. Un fracaso de toda la izquierda que también golpea al Frente Guasu, recientemente embarcado con el mismo Cartes en aquel fatídico proyecto de enmienda constitucional. Y queda contenta toda la derecha –“¿Vieron que todos somos iguales?”– que siempre se movió con más comodidad en esos furtivos subsuelos de la política nacional.
¿Qué queda? Pues a nivel asunceno, Nenecho Rodríguez, un prodigio de la traición y el cinismo, capaz de dejar hablando pavadas a nada menos que a Añetete y Honor Colorado simultáneamente. Se siente en el show de Calle 7 y está en plena actuación. Ya vendrá la pausa comercial que nos devolverá a la realidad. Espere y lo conocerá.
Y a nivel nacional, una enorme desazón, para quienes mantienen la ilusión de que es posible una política diferente. Creáme, aunque usted se considere conservador. Ningún país de Sudamérica necesita tanto de las ideas de izquierda como el Paraguay. Desde lo alto de nuestras cifras de inequidad social, pobreza, marginación e intolerancia solo nos resta repetir desconsolados que no se puede ser distinto a ellos actuando del mismo modo que ellos.