10 abr. 2025

“La ciencia debe servir para hacer un mundo más humano y habitable”

La antropóloga Marilín Rehnfeldt brindó recientemente su conferencia de ingreso como miembro de la Sociedad Científica del Paraguay con una disertación sobre Branca Susnik.

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“Mi sueño es poder instalar una carrera de grado en antropología, en la Universidad Nacional, para que los estudiantes tengan acceso a esa carrera, porque las universidades privadas son muy caras”.

  • Brigitte Colmán
  • @lakolman

Antropóloga muy comprometida con los pueblos indígenas, Marilín Rehnfeldt fue invitada recientemente a integrar como miembro de la Sociedad Científica del Paraguay. Estudió en los Estados Unidos, y sueña con que la Universidad Nacional incorpore como carrera de grado la Antropología. Cita a una autora cuando explica por qué optó por la antropología: “Suele decirse que las personas que se dedican a la antropología son aquellas que no están contentas con su sociedad, y buscan quizá respuestas en otras sociedades”.

¿Qué nos puede decir de Branca Susnik?

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—Ella tenía 20 y pico de años cuando vino. Era una jovencita que venía por supuesto con todos sus títulos de Alemania, títulos de Italia, de antropóloga y acá le recibe Andrés Barbero, ya fallecido, en ese momento pero es quien le contrata para organizar lo que es ahora el Museo Andrés Barbero, y para hacer trabajos antropológicos. Ella viene, se instala, crea el museo, y luego hace lo que ella llama sus expediciones científicas, que comienzan en 1955 hacia el Chaco. Seis meses allá en el fondo del Chaco, luego se va a la Región Oriental, toda la zona de Curuguaty con los Aché y con los Ava Guarani, y así fue escribiendo prácticamente por dos décadas. Sus notas, cartas e informes antropológicos ella entregaba a la Sociedad Científica y el resultado de sus investigaciones se publicaban en el boletín de la sociedad.

Ella es una inspiración para todas las mujeres que quieren hacer o antropología u otras ciencias, su rigurosidad, su entrega al trabajo. Hace poco alcé al Facebook una foto que encontré en el archivo donde ella dice: “Me muero sin lucha la victoria no importa”, y creo que eso define toda su vida. Una lucha y un trabajo arduo de escribir, redactar informes, recoger urnas funerarias. En el museo uno va y se encuentra con cientos de urnas y de artefactos indígenas que ella fue recogiendo. Hizo también trabajos arqueológicos, o sea es imposible de alcanzar, es un ejemplo, tiene más de 100 libros publicados, es increíble el trabajo que ella hizo.

¿Qué significa convertirse en miembro de la Sociedad Científica del Paraguay?

—Para mí es un honor muy grande, sobre todo por la importancia que tiene la Sociedad Científica, es una sociedad con mucho prestigio y que además estuvo tan ligada históricamente al nacimiento de la antropología en el Paraguay, es el cimiento de la antropología, tanto el Museo Andrés Barbero como la Sociedad Científica del Paraguay son instituciones que son el cimiento a través de la doctora Susnik, de Juan Boggino, de Guillermo Tell Bertoni, que fueron sus presidentes, para la instauración de la antropología en nuestro país. Ser aceptada como miembro de esta sociedad es un honor muy grande.

¿Cómo eligió la antropología?

—Margaret Mead, antropóloga estadounidense, suele decir que las personas que se dedican a la antropología son aquellas que no están contentas con su sociedad. Y buscan quizá respuestas en otras sociedades. Y a lo mejor es eso lo que me pasó. De joven me interesaba mucho, estaba fascinada por la cultura indígena de nuestro país. Como aquí en Paraguay no tenemos la carrera de Antropología, fui a estudiar a Estados Unidos con una beca, estuve en Kansas y después en Boston haciendo un posgrado.

Cuando optó por la antropología, ¿conocía la historia de los pueblos indígenas, su realidad?

—Sí, una idea vaga, pero yo participé en el proyecto Marandu de la Universidad Católica, cuando muy joven, lo que me permitió conocer muchos pueblos guaraníes también chaqueños y con ese conocimiento decidí que quería estudiar Antropología para poder apoyar a los pueblos indígenas que en ese momento, era una época donde el Paraguay estaba acusado de genocidio por las matanzas de los indígenas Aché, entonces ese fue el origen de mi interés en la antropología.

¿Puede ampliar la historia del genocidio Aché?

—Fue en los 60. Fue una masacre. En esa época la Industrial Paraguaya era dueña prácticamente de la Región Oriental, y también la Mate Larangeira, comenzaron a vender sus tierras y por supuesto los que compraban querían la tierra libre de indios, como se decía en aquella época, entonces se contrataban matones para entrar en el monte y matar a los indígenas, sobre todo a los Aché. Entraban al monte y señuelos les llamaban a los que entraban a sacar gente, a los niños los vendían para mano de obra barata, para servidumbre, y a los adultos los mataban. En San Juan Nepomuceno era un lugar de venta de esclavos Aché, en pleno 1967, y hasta 1969 incluso, y eso que decimos que nunca hubo esclavitud en el Paraguay. Y claramente se vendían niños Aché en nuestro país.

¿Cómo es el trabajo docente?

—Ahora estoy enseñando en Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) y este año en una de las secciones hubo como 40 alumnos, fue muy interesante ver a los chicos interesados en la antropología, en el tema indígena y en la situación campesina. Yo veo una generación de jóvenes muy interesados en la situación económica, social y cultural del país.

Yo inicié la carrera de la maestría en Antropología en la Universidad Católica, en el 2006 y tuvimos cuatro cohortes diferentes, y luego después de la pandemia y todas estas dificultades con la universidad se tuvo que cerrar. Pero mi sueño ahora es poder instalar una carrera de grado, sobre todo hacerlo en la Universidad Nacional, para que los estudiantes tengan acceso a esa carrera, porque las universidades privadas son muy caras.

¿Cómo enfocamos la situación indígena?

—Vemos gente pobre, vemos pobreza, y ciertamente es así, no estoy negando esa situación de pobreza y de vulnerabilidad muy grande, pero podemos ver también la riqueza cultural que tienen los pueblos indígenas, todo el patrimonio que tienen los pueblos indígenas, que nos pueden enseñar a nosotros a un mejor vivir. Y eso tenemos muchísimo que aprender tanto de las comunidades campesinas como de la comunidades indígenas de nuestro país. El tema es acercarnos con humildad y con ganas de aprender y no ir a llevar un discurso o un programa hecho, para los pobres, sino hacerse uno con ellos, y escucharlos sobre todo. Esa capacidad de escucha, creo yo la que nos falta muchísimo.

¿Qué puede contar del trabajo de campo con las comunidades?

—Trabajé un tiempo bastante largo con los Mbya Guarani en la región de Itapúa y también de Caaguazú. En la zona de Itapúa trabajé con aquellos grupos que fueron afectados por la represa de Yacyretá, entonces hice un recorrido etnohistórico con ellos, desde que estaban en la isla en los años 70 y cómo fueron expulsados de ahí porque las aguas subieron y fueron llevados a campamentos de obreros donde sufrieron muchísimo. Ellos vivían en esas islas enormes, de Yacyretá, donde tenían abundantes animales, maíz, mandioca, era una especie de paraíso esa zona, que luego fue inundada y ellos perdieron todo su territorio. Fue una diáspora muy grande, buscando una tierra dónde quedarse y fueron de aquí para allá, Coronel Bogado, Carmen del Paraná, los basurales de Encarnación, fue realmente una tragedia hasta que finalmente pudieron asentarse en unas 300 hectáreas que finalmente Yacyretá les dio como compensación a lo que habían perdido, que ni en lo mínimo se acerca a lo que eran esas islas inmensas. Ese fue un trabajo que a mí me apasionó mucho; publiqué un artículo en un libro de represas hidroeléctricas y pueblos indígenas, que se editó en el Brasil.

¿Para qué sirve la ciencia?

—Para hacer un mundo mejor. Creo que la ciencia, en todas sus dimensiones sirve para hacer este mundo más habitable, ciertamente también sirve para hacer la bomba atómica, pero yo creo que en general la ciencia nos debe servir para hacer un mundo más humano, más habitable para todos.