La mayor inundación del río Paraguay, de la que se tenga memoria, ocurrió entre 1982 y 1983, alcanzando a cubrir completamente a la ciudad de Pilar, Departamento de Ñeembucú.
Durante meses, a medida en que se crecía el nivel del río, la población resistió heroicamente levantando muros con bolsas de arena, piedras, ladrillos, troncos, trabajando día y noche para reparar cada filtración y desagotando las partes anegadas con motores y equipos de desagüe.
Finalmente, el 24 de mayo de 1983, ya no hubo forma de contener el avance de la crecida. Los muros cedieron y el agua ingresó con fuerza, cubriendo toda la superficie urbana. Los últimos pobladores que resistían tuvieron que evacuar la ciudad, muchos de ellos fueron trasladados en barcos de la Armada hasta Asunción y alojados en campamentos improvisados, hasta que las aguas nuevamente bajen de nivel y la ciudad pueda ser recuperada.
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Tras esta trágica experiencia, se empezó a construir una defensa costera y a elevar zonas bajas, para evitar que un caso así vuelva a suceder.