Comer forma parte de nuestra rutina. Como respirar, lo hacemos de forma casi tan automática que incluso no somos conscientes de la importancia que tienen en nuestras vidas. Y entre tanto ajetreo, a veces comemos rápido, poco y mal. Esta acción, tan imprescindible, puede ser una experiencia sana y placentera también, pero para eso es necesaria una educación alimentaria.
En palabras del chef español Juan Llorca, especializado en alimentación infantil, comer se volvió un acto impersonal y se perdió ese momento social que se genera alrededor. Llorca pretende volver a los orígenes de los alimentos, dar a conocer a los niños de dónde provienen, mostrarles sus formas, colores y texturas, y así generar un vínculo cercano y real con el producto.
Para la especialista en nutrición Camila Sosa, la relación que construimos desde que nacemos con la comida y el cuerpo influye positiva o negativamente en múltiples aspectos: los primeros dos años forman hábitos para toda la vida. El correcto aporte de nutrientes crea reservas que no se almacenan en etapas más avanzadas.
Durante los primeros seis meses, la leche materna será la protagonista en la vida de los bebés. Y para que la madre esté preparada, también requiere ciertos cuidados, como hidratarse mucho, consumir proteínas –que provienen de alimentos como pollo, pescado y carne magra– hidratos de carbono en forma de panificados integrales, arroz y pastas, además de frutas y verduras.
“No hay ningún alimento que genere gases al bebé, por lo tanto, la alimentación de la mamá es para cuidarse ella, para evitar la malnutrición y ayudar a una recuperación más rápida posparto”, menciona Sosa. Aconseja evitar el alcohol y el café y, sobre todo, no restringirse y disfrutar. “Dejate mimar. Tu cuerpo va a volver; esta etapa, no”, sostiene.
La lactancia materna exclusiva satisface totalmente los requerimientos nutricionales del niño o niña. Por ello, ofrecerle otro tipo de alimentos a esta edad puede afectar su salud y crecimiento, menciona la Guía metodológica para la enseñanza de la alimentación y nutrición, de la FAO.
Una vez terminada esta etapa, el chef Llorca propone el método de alimentación complementaria Baby-led weaning (BLW). En él se ofrecen trozos de alimentos blandos que el bebé puede tomar con sus manos para llevárselos a la boca, masticarlos y, una vez que se sienta preparado, tragarlos, permitiéndole así alimentarse por sí mismo. Esta introducción debe ser gradual, poco a poco, en cuanto a cantidades, sabores y texturas.
Sosa asegura que el infante ya puede ingerir prácticamente de todo, pero lo ideal es consultar con un especialista. “En consultorio, lo primero que hago es investigar el ambiente de la casa, ya que el bebé debe adaptarse a estos hábitos siempre y cuando la familia sea saludable. O, muchas veces, es él quien viene a cambiar todo, que está muy bueno también”, cuenta. Para la profesional, se puede empezar con el alimento con el que la familia se siente más segura y basta con una a dos comidas al día. Al principio, no hay que alimentarlo de noche.
Asimismo, es importante no condimentar excesivamente las comidas, porque los bebés tienen que sentir cómo es realmente el alimento. Si al principio come poco, no quiere decir que no le guste.
Experimentación
Y es acá donde la verdadera aventura empieza. Los niños y niñas van a probar los diferentes sabores de las comidas y hay que dejarlos experimentar en su relación con las mismas: tocar, jugar y ensuciarse.
“A los dos años el niño debe comer de todo, en esta etapa es más importante que nunca que la familia mantenga los buenos hábitos y una diversidad en la dieta”, señala la nutricionista. La oportunidad de conocer y sentir distintos tipos de alimentos facilitará también su aceptación hacia estos y la adaptación de su paladar.
Para Sosa, hay que tener mucho cuidado con ocultar, mentir o chantajear a los chicos sobre las comidas. Si no quiere, no hay que insistir o, en todo caso, intentar ofrecer de forma menos invasiva. Por sobre todo, no perder la calma.
“Es difícil que un niño aprenda a comer bien si no ha entrado en contacto con una gran variedad de productos. Por eso, así como se transmiten pautas de higiene personal, se debe hacer el esfuerzo de educar en alimentación y nutrición”, resalta el material español La alimentación de tus niños y niñas.
La comida no es mala ni buena, añade la nutricionista; no es un premio, pero sí es necesaria para vivir. Por eso, la hora de comer debe ser placentera y no una tortura.
Llorca aconseja generar una asociación positiva y divertida para fomentar el consumo de ciertos platos. Puede ser a través de personajes, historias o canciones. Otro método también es involucrarlo en la elección de un alimento saludable, si prefiere un brócoli o un tomate.
El niño o la niña también debería formar parte de la mesa familiar, en un ambiente tranquilo, agradable, limpio, sin apuros, sin discusiones ni ruidos fuertes. Es recomendable que tenga su propio lugar en la mesa y sus cubiertos. Todos estos factores trabajarán en su confianza y en su independencia, ya que le permitirán tener un rol activo en su alimentación.
El complemento de una buena nutrición también son las actividades físicas y recreativas. “Más movimiento y menos pantalla”, manifiesta la profesional.
Etapa vulnerable
Como toda aventura, la alimentación también tiene su lado negativo, especialmente en la etapa escolar. Ahí, los niños y niñas son más vulnerables con respecto a las decisiones que toman sobre su alimentación y a la percepción que tienen sobre sus cuerpos. Están más influenciados por la publicidad, por sus compañeros y por otros estímulos.
“Esta edad es la más difícil del individuo, pues no es niño ni adulto. A esto se suma la incomprensión de la sociedad, que en ciertos momentos considera sus conductas infantiles y, en otros, propias de los adultos”, refiere la Guía metodológica para la enseñanza de la alimentación y nutrición.
En ese sentido, la nutricionista considera que tanto las autoridades como los maestros, pediatras, madres y padres juegan un rol fundamental en la percepción que tienen los chicos y chicas sobre sus cuerpos.
El papá, la mamá, el o la encargada tienen que estar muy atentos a la señales del niño, niña o adolescente: observar actitudes, excesos o dietas que realizan por su cuenta. La mejor alternativa es estimularlos a practicar actividades físicas y que lleven una vida activa.
“Es importante que hagamos ver al cuerpo y sus particularidades como medios para alcanzar metas, pero no como lo más importante. No hace falta catalogar, poner apodos o relacionar la delgadez con ser queridos, por ejemplo”, detalla la profesional.
Tanto la obesidad como los trastornos alimenticios tales como la anorexia y la bulimia –que se pueden desencadenar en esta etapa– son totalmente evitables.
“Si durante los primeros años de vida los empoderamos y respetamos sus señales de hambre, sueño y movimiento, no necesitaremos trabajar en ellos cuando vayan creciendo”, concluye Camila. Es importante también cuidar la ingesta de dulces y refrescos.
Ante señales extrañas en sus conductas alimenticias, se debe acudir a un profesional médico, ya sea un clínico, un nutricionista e incluso un psicólogo.
Embarazo saludable
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), durante el embarazo se necesitan calorías extras, más proteínas, zinc, vitamina A, vitamina C, ácido fólico y mucho más hierro. Debido a que los requerimientos de nutrientes aumentan en esta etapa, es incluso aconsejable consumir suplementos. La ingesta se debe distribuir en tres, cuatro a cinco comidas diarias.
Obesidad infantil
La cantidad de niños y niñas menores de cinco años de edad con obesidad se duplicó del 5,6% al 12,6% en los últimos años, según los resultados de las encuestas nacionales realizadas por la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (Dgeec), del periodo 2005 y del 2011/12. De acuerdo a los datos del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, en niños escolares y adolescentes, tres de cada 10 están con malnutrición por exceso (sobrepeso u obesidad).
La doctora Marta Sanabria, nutrióloga pediatra, quien trabaja en el Hospital de Clínicas, considera que el abordaje de esta afección debe ser familiar y multidisciplinario. Hay que evaluar no solamente los hábitos de alimentación y actividad física, sino también los aspectos psicológicos y emocionales.
Lectura rica en proteínas
Existen varios libros infantiles que fomentan el consumo de alimentos saludables a través de historias divertidas. Entre ellos se encuentran:
La pequeña oruga glotona, de Eric Carle. Cuenta la historia de una comilona oruga que va conociendo diferentes frutas y verduras, las propiedades que tienen y lo bien que le hacen a su organismo. Este título fue utilizado por la Academia Americana de Pediatría para realizar una campaña de alimentación saludable entre familias de Estados Unidos.
La vaca y la espinaca, de Agustina Lynch. Con rimas y sonidos de la granja, este cuento se basa en la vaquita Paca, que no se anima a comer otros alimentos más que fideos. Su mamá y sus amigos la ayudarán a alimentarse mejor.
La rebelión de las verduras, de David Aceituno y Daniel Montero Galán. En esta simpática historia, los personajes se rebelan contra los niños que no los quieren comer. Cada verdura tiene una personalidad especial que hará que los chicos se encariñen.