30 nov. 2024

La controversia entre Joseph Graham y Don Carlos Antonio López

Durante el siglo XIX, Paraguay experimentó diferentes percepciones internacionales influenciadas por los relatos de viajeros extranjeros bajo los gobiernos de José Gaspar Rodríguez de Francia y Carlos Antonio López. Este artículo examina un caso particular: La controversia entre Joseph Graham, cónsul estadounidense en Buenos Aires, y el presidente Carlos Antonio López, en 1846.

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El presidente Lincoln con soldados y oficiales militares del Ejército de la Unión en el campo de batalla de Antietam, Maryland. Octubre de 1862. En círculo rojo, está identificado Joseph Graham.


Ángel Piccinini

Durante el gobierno del dictador Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840), los viajeros y autores más conocidos por sus memorias y escritos sobre su estadía en Paraguay fueron John Parish Robertson y Johann Rengger. Ambos autores tuvieron un rol significativo en la difusión de la imagen del Paraguay bajo el mandato de Francia, y sus obras se convirtieron en referencias fundamentales para comprender la situación del país durante ese periodo.
Es por esto que el Dr. Francia fue convertido en un personaje casi mítico por los escritores extranjeros, quienes lo comparaban con figuras legendarias como el “Preste Juan de las Indias” o el “Viejo de las Montañas”. Esta mitificación refleja el modo en que el Paraguay, bajo el liderazgo de Francia, fue visto como un lugar exótico y misterioso, lo cual alimentaba la fascinación de los europeos románticos.

Estos antecedentes también afectaron la manera en que se percibió posteriormente el gobierno de Carlos Antonio López, quien heredó la “actitud reservada y recelosa” de Francia, al menos hasta que se logró el reconocimiento internacional de la independencia paraguaya.

Durante la presidencia de Carlos Antonio López (1844-1862), hubo un número considerablemente mayor de visitantes y autores que escribieron sobre el país, tales como R. B. Hughes (1842), Mr. Gordon (1843), coronel Graham (1846), Francis de Castelnau (1843-1847), Alfred Demersay (1851, 1859), Edward A. Hopkins (1847, 1851), Eugene Guillemot (1857), Thomas Page (1851), Alfred de Brossard (1850), Eberhard Munck af Rosenschöld (1843-1869) y C. B. Mansfield (1856). Sin embargo y, curiosamente, estos autores y sus obras son menos conocidos que los de la época de Francia, a pesar de ser más numerosos.

Entre estos visitantes resalta uno, ahora te contamos por qué...

José Graham fue coronel y cónsul de los Estados Unidos en Buenos Aires. En 1846, acompañó al hijo del ministro estadounidense en Argentina, George Lee Brent, al Paraguay, con el propósito de mediar en las diferencias entre el presidente paraguayo, Carlos Antonio López, y el general argentino, Juan Manuel de Rosas. No obstante, esta misión de mediación resultó infructuosa. A su regreso a Buenos Aires, Graham envió un informe al secretario de Estado en Washington donde relataba sus impresiones sobre Paraguay y, más tarde, ese mismo año, publicó dicho informe en Buenos Aires.

Graham describe al Paraguay como un país profundamente atrasado y empobrecido. Mencionó que en las zonas rurales la mayoría de las personas no hablaban español, sino una variante local del guaraní, y que muchas veces se necesitaba un intérprete incluso para pedir agua. En su informe, Graham afirmó: “La lengua española jamás se habla en el Paraguay, excepto con extranjeros. En la campaña es preciso un intérprete para pedir un jarro de agua”. También mencionó la falta de infraestructura adecuada, diciendo que “los caminos son estrechos y sin veredas, y en muchas calles corre el agua de las fuentes”. Describió además la pobreza extrema de la población, afirmando que “vi personas de 10 y 12 años enteramente desnudas”.

Respecto a la producción agrícola y manufacturera, Graham señaló que “todo trabajo agrícola, mecánico o manufacturero se ejecuta del modo más común y primitivo” y que “los arados son simplemente de madera, sin punta de hierro”. También afirmó que la población vivía principalmente de mandioca, naranjas y maíz, y que su vestuario era “muy simple, siendo su propia manufactura de algodón del país”.

Otro punto fuerte de la crítica de Graham fue sobre el gobierno de Paraguay durante el mandato del Dr. Francia, al que describió como un “despotismo tiránico”. Graham señaló que “el gobierno del Paraguay, durante el reinado del Dr. Francia, era un puro y completo despotismo, de la especie más tiránica que jamás existió en parte alguna del mundo”. También afirmó que “los soldados y empleados eran de las clases más pobres e ignorantes del campo” y que “a los ricos los hacía pobres, levantando grandes contribuciones contra ellos hasta que los reducía al estado de los más pobres”.

Sobre el gobierno de don Carlos Antonio López, Graham afirmó que “López era un simple particular” y que su elección como presidente fue resultado de “una obra de la coacción, preparada y sancionada en un solo día”.

Sin embargo, esta reacción, aunque contundente, tardó en materializarse de manera oficial. Don Carlos afirma que el informe llegó a sus manos ya en 1847, pero no fue hasta el 13 de mayo de 1854 que decidió publicar el informe de Graham en El Semanario respondiendo a estas criticas señalando las inconsistencias y exageraciones de Graham. En primer lugar, aclaró que el castellano sí era hablado por la mayoría de los habitantes de Paraguay, aunque el guaraní seguía siendo muy utilizado debido a sus raíces culturales. Dijo: “En el Paraguay se habla generalmente el castellano, con más o menos propiedad, según las circunstancias de las familias, así en la capital como en la campaña”. También agregó que “es verdad que en el país se habla generalmente el guaraní, no el originario de los indios de la conquista, sino el mezclado con el castellano”, lo cual refutaba la afirmación de Graham sobre la inexistencia del uso del español.

En cuanto a las acusaciones sobre la infraestructura, López reconoció que “no negaremos el estado de atraso de ciencia, industria y artes en el Paraguay, comparativamente con pueblos más adelantados”, pero negó que se tratara de un cuadro tan lamentable como el descrito por Graham. Mencionó, por ejemplo, que “pocas familias en el Paraguay dejarían de labrar sus tierras por falta de medios para costear puntas de hierro” y que “jamás ha faltado el hierro en nuestro comercio, para todos los usos de este metal”. También señaló que “nuestras casas son generalmente de adobes y ladrillos” y que “en los suburbios se hallan casas con techos de paja, pero no faltan viviendas aseadas”, desmintiendo así la descripción de extrema pobreza y precariedad.

Respecto a las afirmaciones sobre el gobierno del Dr. Francia, López reconoció que el régimen había sido estricto, pero justificó muchas de las medidas como necesarias en un contexto de amenazas externas y conspiraciones constantes contra la soberanía nacional. Declaró: “Lo que sabemos de público y notorio es que el rigor de Francia fue motivado por repetidas conspiraciones insufladas desde el exterior contra su gobierno y contra su vida”, subrayando que las medidas de Francia, aunque severas, se tomaron para defender al país de los peligros que acechaban su independencia. Con esta respuesta, López intentaba justificar las acciones autoritarias de Francia y, de manera indirecta, legitimar sus propias políticas de gobierno, que mantenían un control estricto sobre la población.

Sobre su propio gobierno, López destacó que el Congreso de 1844 fue convocado de acuerdo con la ley y que la elección de sus miembros fue legítima. Rechazó la idea de que se presionara a los ciudadanos para elegir a sus representantes, afirmando: “Es falso que el Congreso de 1842 señalase el término de cinco años para reunirse nuevamente. El de 1841 señaló al gobierno consular el periodo de tres años, que ha terminado en marzo de 1844”. Asimismo, señaló que la sesión del Congreso en la que fue electo presidente se desarrolló de manera libre y con el apoyo unánime de los participantes: “El presidente de la República fue electo por aclamación general, sin que hubiera ni un solo disidente, ni el manejo más mínimo”.

Finalmente, don Carlos Antonio López concluyó, ocupando diez páginas de El Semanario , una extensión considerable comparada con las cuatro páginas que solían ser la norma, que las descripciones de Graham eran parte de una campaña de desprestigio impulsada por intereses extranjeros que buscaban desacreditar al Paraguay en un contexto geopolítico complejo. Declaró: “Graham, por sus groseras imposturas y calumnias, queda procesado y convicto de un famoso impostor, indigno de toda fe y crédito”. Afirmó que Paraguay era un país que valoraba su independencia y que, pese a sus limitaciones, trabajaba arduamente por su desarrollo y por garantizar el bienestar de su población. “Hemos mantenido nuestra independencia nacional y hemos obtenido su reconocimiento formal por parte de la Confederación Argentina, la República del Brasil, y otras naciones. Nuestro camino no ha sido fácil, pero es nuestro, y estamos comprometidos a seguir adelante con dignidad y respeto”, concluyó López, buscando con estas palabras legitimar su gobierno y proyectar una imagen de estabilidad y liderazgo fuerte.

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