En esta crisis política, provocada por la intención de instalar la reelección presidencial, forzando interpretaciones sobre la Constitución Nacional y promoviendo todo tipo de triquiñuelas para alcanzar el objetivo, hay un valor clave que termina muy herido: el de la credibilidad. Un factor de relevancia para el fortalecimiento de un país y sus instituciones.
Con el anuncio de Horacio Cartes de renunciar a su candidatura para el próximo periodo presidencial, este hecho quedó más que evidenciado. Las reacciones de dudas fueron espontáneas en las redes sociales, de parte de periodistas y analistas, demostrándose que mucha gente ya no cree en las palabras del titular del Ejecutivo.
Si bien, en este caso las dudas tienen directa relación con la falta de retiro del proyecto de enmienda, la reacción es señal de la falta de credibilidad hacia el presidente de la República, algo grave, considerando su investidura. Cartes pisó su promesa de no buscar la reelección y lo está pagando caro. Esta falta de confianza afecta –y desde hace tiempo– a la clase política en general, y como dato vale decir que los parlamentarios en los últimos años no han hecho más que agravar esta percepción.
A esto podríamos agregar las dudas existentes en torno a que ninguno de los líderes que hoy denuncia el intento de violar la Carta Magna, tengan realmente algún interés más que el de mantener sus cargos, defender a su candidato o asegurar su propia candidatura; aspectos hasta si se quieren legítimos en política, pero que en esta coyuntura exigen un debate particular.
Pero otro protagonista, cuya credibilidad llamativamente también está en la mira de la opinión pública, es la prensa. En efecto, este valor vital para los medios de comunicación hoy se pone en dudas debido a la polarización de los diarios, canales de televisión y radios, que han tomado una posición firme, como pocas veces, generando la crítica de la gente, a favor y en contra, y dando paso –para bien– al siempre saludable debate sobre objetividad versus neutralidad de medios y periodistas, etc.
Más allá de las opiniones que tengamos en cada caso, hay que tener claro que la credibilidad es imprescindible para el desarrollo de una sociedad; si no creemos en quienes trabajan en política, ni en aquellos que nos muestran cuáles son los hechos que existen y su valor, vamos mal.
Políticos y medios –y los primeros más que los segundos–, necesitan recuperar este concepto, hacer mérito, no solo para seguir vigentes, sino por el bien del país. Los políticos darán un paso importante respetando la palabra y promesa dadas. En tanto que a los medios, una buena dosis de autocrítica nunca le vendrá mal para avanzar en eso que es su prioridad: Buscar la verdad y mostrarla con el destaque que corresponde.