Las dos autoridades principales que acudieron a la audiencia, el arriba citado y el viceministro de Educación Superior, Federico Mora, presentaron muy buenas argumentaciones sobre el compromiso del Gobierno de blindar el financiamiento de los 7 programas estratégicos que recibían fondos de la Binacional de Itaipú y ahora pasarían a ser solventados por el tesoro. Alegaron que la promesa del Gobierno es que el presupuesto destinado al Arancel Cero se categorizará como “gasto prioritario” de primer orden en el presupuesto nacional. Así, no sería ni reprogramado ni dejado sin ejecutar.
La pregunta que nos planteamos es ¿por qué las buenas argumentaciones de dos viceministros capaces y que conocen su materia no logran generar confianza y adhesión? La respuesta tiene una serie de derivaciones. Una, muy profunda, tiene que ver con la hipótesis aquella de la debilidad de la confianza como factor que sirve de cimiento para construir proyectos más colectivos, de Estado y de sociedad, en Paraguay. En el caso del Estado en particular, es evidente que los múltiples actos de corrupción, favoritismo y usufructo del poder político para beneficiar intereses particulares han socavado la capacidad de los gobiernos (no solo el actual) de generar credibilidad.
Por más que los viceministros quieran diferenciarse, con un discurso tecno-burocrático basado en evidencias, que puede ser sincero, siguen empantanados en ese contexto general de desconfianza. Se trata de una base real y perniciosa que ya ha afectado al mismo Gobierno de Santiago Peña y que este mismo gobierno ha alimentado con la bicefalía Cartes-Peña, silencios cómplices y derroteros abruptamente cambiados. Hace tan solo unos días, la Encuesta de Opinión divulgada por Ati Snead consultores indicaba que el nivel de confianza del presidente Santiago Peña ha bajado de 72.8% en agosto 2023 a 18.4% en marzo 2024. Esa confianza se ha transmutado y convertido en “alguna confianza” (44.7%) o, peor, en “ninguna confianza” (29,7%).
Es muy importante hacer una lectura correcta en esta coyuntura. En ese sentido, nos ha de llamado la atención lo expresado por el viceministro de Educación Superior en el programa de Enrique Vargas Peña cuando este le pregunta, después de la audiencia pública, ¿y ahora qué? El viceministro argumentó que para él el debate sobre el Arancel Cero estaba saldado y que esperaba que el Consejo Superior Universitario finalice el paro y los estudiantes vuelvan a las aulas. Eso no sucedió del todo. El Consejo se alineó, pero el retorno al aula esta y se ha seguido insistiendo en un debate sobre garantías para el financiamiento de los programas afectados por la derogación del Fonacide y el Fondo para la Excelencia de la Educación y la Investigación (FEEI).
Esto nos induce a pensar que la construcción de la confianza y la adhesión, en la actualidad, pasa por un proceso más largo, que no se puede cifrar en el uso de la mayoría parlamentaria solamente. Ese uso (y abuso) de la mayoría está generando grietas, por lo que no se debería despreciar la idea de un compromiso con una ley de garantías y blindaje, en dialogo social y con la participación de la oposición. Esto no sería un signo de debilidad, sino una manera de diferenciarse de parte de esa capa tecno-burocrática que argumenta querer hacer bien las cosas.