Ángel Barchini dijo, el día que se anunció su designación, que se proponía transformar el sistema penitenciario. “Vamos a hacer lo que tengamos que hacer para que exista un antes y un después en la gestión de nuestro presidente”.
En estos momentos la Penitenciaría Nacional de Tacumbú ya lleva casi una semana siendo “administrada” por el clan Rotela, demostrando que Santiago Peña cumple sus promesas, pues el crimen organizado ya está mejor, tanto que ahora tienen en sus manos el principal centro penitenciario del país. No caben dudas de que habrá un antes y un después de este gobierno, al que vamos a padecer por cinco años menos dos meses.
Cuando desapareció de Tacumbú el suboficial Oliver Lezcano, procesado por el asesinato del militar Líder Javier Ríos, quien mientras vivía era también conductor de una plataforma de transporte, el ministro de Justicia, Ángel Barchini, le dijo al presidente Santiago Peña que aquel habría sido asesinado y descuartizado por el clan Rotela dentro de la penitenciaría de Tacumbú. El 28 de setiembre se confirmó que el preso no estaba en su celda y, como las cámaras del penal estaban apagadas, nadie supo lo que sucedió, hasta que los propios internos dieron a conocer un video del suboficial donde aclaraba que se fugó de la penitenciaría.
No solo Barchini quedó en posición adelantada, sino su jefe también. Peña, al anunciarlo en una conferencia de prensa, lanzó el exabrupto diciendo que el preso en cuestión ‘no estaba muerto, estaba de parranda’. El mero mero presidente de la República lo dijo, y no pasó nada cuando anunció que un preso no solo no estaba muerto, sino que se había fugado tan tranquilo de Tacumbú. Nosotros nos enteramos de la verdad gracias al clan Rotela, al que, al parecer, sí le importa su reputación, a diferencia de nuestro primer mandatario.
Pero esto no es nada, después vino lo peor.
En la tarde del martes 10 de octubre los reos tomaron el control de la Penitenciaría Nacional de Tacumbú, varios agentes penitenciarios pasaron la noche y madrugada retenidos, hubo incidentes, un muerto y casi quemaron la cárcel. Hasta el momento no hay una respuesta por parte del Gobierno, decía la crónica del día siguiente, y es terrible, pero hasta el momento, una semana después, este Gobierno inútil sigue sin respuestas ni planes para resolver el despelote.
Aquella larga noche apareció ante las cámaras el ministro del Interior y, como parte de la comparsa, el ministro de Justicia, quien no dijo una sola palabra. El motín, la quema de colchones, los presos patrullando desde los techos de la cárcel, todo el incidente era transmitido en vivo y en directo por la televisión, y no hubo una sola voz en este Gobierno inútil que tuviera unas palabras para las familias de los más de 2.800 presos en el lugar.
Las personas que están encerradas en Tacumbú subsisten en condiciones infrahumanas. Allí los reclusos duermen a la intemperie, debajo de tinglados que son un horno en el verano, duermen en el suelo, o sobre frazadas sucias, están mal alimentados y no tienen acceso a la salud.
Aquí se reproduce la misma desigualdad que hay fuera de sus murallas, porque todo el mundo sabe que hay presos vips con lujos y privilegios. En Tacumbú, como si no fuera suficiente perversidad, no solamente se violan básicos derechos humanos a diario, sino que ahora, como coralario, han dejado nada menos que el penal de Tacumbú en manos del crimen organizado. Ya no caben dudas de que en el Paraguay hay un antes y un después del gobierno de Santiago Peña.
A aquellos y aquellas que no votaron por este Gobierno les decimos: ¡Fuerza!, que solo faltan 1.764 días para el 15 de agosto del 2028.