06 jul. 2024

La deuda interna

Estamos de cara al inicio de la próxima administración, que regirá los destinos del país y que intentará –tal como lo expuso en su promesa electoral– reencauzar hacia una nación moderna este plano de la realidad azotado por la pobreza, la corrupción, la violencia generalizada y la inseguridad jurídica. Pero las evidencias de un acercamiento real a la gente distan mucho de lo que presenta el futuro gobierno como teoría.

¿Cuáles son las señales y hasta los hechos concretos que sostienen esta hipótesis? La mirada doméstica del equipo que liderará las gestiones del Ejecutivo está más centrada en el juego de intereses de las facciones internas del coloradismo, para asegurar en los altos cargos a los leales de siempre, la mayoría manchados ya por el designio de matufias cargadas en su haber.

Se suma a esto el déficit de asegurar y priorizar los sectores candentes de la sociedad que merecen la mayor atención actualmente: salud, educación, infraestructura, oportunidades de trabajo para la gente. En el primero de ellos atraviesa su primera crisis de gabinete, al tener que bajar de su montura a quien iba a ser titular de la cartera respectiva, por sus declaraciones políticamente incorrectas, y con un actual vacío de liderazgo al extenderse el periodo de decisiones sobre quién comandará el área de Salud en el próximo gobierno.

Las nominaciones en el espectro social fueron las últimas porque la prioridad estuvo centrada en chequear las designaciones del equipo que controlará la macroeconomía, ejecutará la política fiscal y monetaria, recaudará y planificará las obras públicas, además de captar las inversiones extranjeras.

No está mal en teoría, pero a sabiendas de que los nombres plasmados sobre la mesa tienen la orientación puntual de obedecer pautas que llegan desde los mercados financieros, por un lado, y de la calle 25 de Mayo en cuyos cuadros colgados en la pared redundan el de Bernardino Caballero; por el otro, se puede avizorar que el gobierno no sería para todos los ciudadanos, sino para quienes ya están empotrados con la misma línea de pensamiento, a fuerza de hurras e incondicionalidades.

Tampoco está mal el relacionamiento con el mundo exterior, a través de sus referentes más connotados, a quienes hay que cautivar con la opción de desarrollo local y las posibilidades de atracción de inversiones para que haya un intercambio fluido de divisas, conocimiento, experiencias y alternativas de crecimiento.

El punto es que no se mide con la misma vara –desde la gestión que iniciará en dos semanas– a los funcionarios o posibles inversores del exterior frente a la dirigencia y las cabezas principales de segmentos locales, aquellos que sostendrán y colaborarán con el aparato que arrancará sus motores desde la asunción al mando. Es decir, se mira solo hacia afuera y no se enfatiza más al ámbito interno en el que las papas queman cotidianamente y reflejan el abandono estatal, principalmente, en zonas más alejadas del país.

El divorcio entre la capital y el resto del Paraguay es cada vez más patente, y la administración pierde su visión respecto de lo que acontece de manera diaria en muchas zonas que ya están aisladas de la órbita palaciega. El aspecto social, como viene ocurriendo desde antaño, es postergado y no se contemplan respuestas inmediatas ante el flagelo envolvente, traducido en la inequidad casi absoluta en el engranaje. Es imperioso acompañar la preocupación por el endeudamiento exterior (lógica y correctamente, por supuesto) con la mirada hacia la población vulnerable y que espera señales y hechos concretos, porque sus dramas son una bola de nieve que crecen y permean cualquier política destinada a solucionar sus necesidades.

La deuda interna no puede ser soslayada. Al nuevo gobierno le espera esa dura batalla y dependerá de la fortaleza en este plano cualquier aspiración a mejores días para todos, sin exclusión.

Más contenido de esta sección