La estructura poblacional de nuestro país es la siguiente: 7.500.000 habitantes, de los cuales el 37% es menor a 20, el 39% está entre 21 a 44 años, el 13,5% entre los 45 a 59 años y mayor a 60 años es el 10,5%. Sin duda, gozamos de una ventana demográfica envidiable que podríamos aprovechar significativamente si capacitamos con educación de calidad a los niños y adolescentes, y potenciamos con instrucción adecuada para su inserción laboral a los jóvenes, tendríamos más del 76% de los paraguayos transformando positivamente la calidad de vida de la república, en solo 2 décadas.
Esta podría ser la principal labor de nuestros gobernantes, pues al invertir en educación de alta calidad, disminuyen proporcionalmente los índices de desempleo, enfermedades previsibles, mortandad materno infantil y criminalidad, entre otros problemas característicos de una población con escasa educación.
Por otro lado, la realidad actual es que los adultos mayores a 45 años, que representan el 24% de la población, difícilmente pueden conseguir un empleo digno y decente.
Esto ocurre por varios motivos, los cuales no pretendo minimizar, sin embargo, me atrevo a destacar que la raíz de todos los males estaría justamente en la mala formación recibida en la niñez y juventud, que no agrega valor a la hora de distinguir talentos, con escasas excepciones, pues la educación es un privilegio y no un derecho en este país.
Sin embargo, ya estamos aquí, somos un cuarto de la población. Si tuvimos la excepcional posibilidad de ser trabajadores formales, probablemente hemos sido despedidos antes de llegar a los 10 años de antigüedad (pareciera una broma macabra del Código Laboral) para quedar expuestos al desempleo, pues difícilmente una persona mayor a los 45 años, consiga un nuevo empleo, porque, ¿para qué me contratarían a mí, que ya tengo 52 años, si hay un joven profesional de 35 años, con mis mismos títulos universitarios, con más de 10 años de experiencia laboral, que está dispuesto a trabajar el doble de horas por la mitad de mi sueldo?
Entonces, encontramos madres y padres desempleados, con hijos que, en lugar de enfocarse en estudiar, deben destinar sus principales horas productivas a trabajar para mantener a la familia, perpetuando con ello la generación de pobreza.
Los mayores a 45 años tienen experiencia comprobada y referencias laborales, son personas que agradecen la oportunidad por lo que su grado de compromiso y fidelidad es alto. Son personas maduras que ya conocen sus fortalezas y cuales no lo son, en general sus hijos ya están grandes, por lo tanto, gozan de mayor independencia de horarios e incluso para realizar viajes.
Por otro lado, su experiencia de vida les ha enseñado a caminar 10 cuadras para utilizar un teléfono público a ficha, aprendiendo diferentes tecnologías, que le permiten hoy utilizar hábilmente un celular y aplicaciones bancarias. Por lo tanto, sin duda tienen capacidad de adaptación al cambio. No son sensibles ante la presión, pues han desarrollado tolerancia a la frustración, esto los lleva a trabajar en equipo, pues les motiva seguir aprendiendo.
Estas y otras ventajas de contar con colaboradores experimentados se están descubriendo como complementos importantes en las empresas, que consideran que la diversidad también debe incluir la vivencia personal que aporta riqueza a la cultura organizacional.
El empleo decente es un derecho de toda persona, al tiempo que es obligación de cada empresario crear fuentes de empleo dignas. No olvidemos, que la dignidad no tiene vencimiento.
El Señor bendiga siempre, la noble vocación empresarial.