Hoy “financiar el tratamiento” se volvió el verdadero problema. Con las amenazas de retroceder a una cuarentena más estricta, con las medidas sanitarias técnicamente cuestionables pero aun así duramente impuestas, hacen difícil la sobrevivencia de la economía. Al andar por las calles vemos la gran cantidad de negocios cerrados definitivamente, carteles de “Se alquila, se vende, o proponga usted” adornan las fachadas de inmuebles. Desde empresas importantes hasta pequeñas han reducido su personal definitivamente. El hambre pasó a ser el protagonista, el virus ya está en segundo lugar.
Estamos ahora buscando la cura de los daños colaterales del tratamiento, con la peligrosa idea de tomar más deuda soberana, continuar pagando más subsidios a informales desempleados, aumentando el paquete de garantías a las empresas. Todas soluciones anacrónicas, costosas, que tergiversan el apropiado funcionamiento de una economía lógica y justa. Esas medidas probablemente empeorarán el futuro, haciendo más pesado el costo de la futura deuda, obligando a un inminente aumento de impuestos.
Para un problema tan complejo, la salida obvia es la que no se quiere ver. La solución es abrir la economía, levantar todas las trabas artificiales impuestas por la paranoia sanitaria, liberar el trabajo. Todos estos problemas NO los teníamos antes del 12 de Marzo. Suspendamos el violento tratamiento de impedir el funcionamiento de la economía de libre mercado. Las acciones de cuidados sanitarios continuarán a conciencia de cada ciudadano, y que cada quién cargue con las consecuencias de no seguirlo.
La economía de libre mercado se ha recuperado de devastadoras guerras mundiales y desastres naturales por su espontánea acción. Así como el sistema inmune del ser humano es el sistema de protección más eficiente que existe, más inteligente que cualquier medicina. La economía se cura sola cuando el Estado deja de adulterarla con limitaciones, restricciones, y prohibiciones, subsidios, etc. ¡Liberar el trabajo es muchísimo más barato que endeudarnos como país por décadas para intentar arreglar algo que no estaba roto antes!
Las soluciones simples, sencillas, son las más sabias. Tan claras que no generarán votos para nadie, pero a su vez no dejarán deudas para nadie. Tampoco será negó$io para nadie, ley populista para promover a ningún legislador, medalla de salvador para un político, notoriedad para funcionarios públicos de la salud. El río dejará de estar revuelto, y los oportunistas tendrán que buscar méritos por su propio esfuerzo en lo que sea razonable. Las licitaciones con difusión posterior, compras por excepción y demás simulaciones de cumplimiento de la ley, que tanto gusta a los aprovechados, volverán a ser licitaciones verdaderamente públicas, donde empresas legítimas tendrán tiempo de presentar ofertas y los precios volverán a ser de mercado. Cada quién se ganará el pan al precio justo con el sudor de su frente. Todo este insano desequilibrio se curara por sí solo al volver a trabajar libremente, asumiendo las consecuencias de nuestras acciones en nuestra condición de adultos responsables y dueños de nuestra propia salud.
Las soluciones simples no generan prestigio para nadie, porque son justas para todos. Volvamos a la normalidad con las reglas y cuidados sanitarios. Es tan sencillo y barato como eso.