Las razones son diversas, pero la mayor parte está generada por los altos niveles de desigualdad y exclusión estructurales. A esto debemos sumar el paulatino deterioro en la calidad del contenido y los componentes dentro del proceso educativo para tener un diagnóstico que no nos gusta. Estamos muy mal y las autoridades nacionales se empecinan en hacer peor sus labores. Sin embargo, nos dicen que cada día estamos mejor (...)
Dentro de estas claves del fracaso del sistema educativo –porque en realidad no logra atender en forma y de fondo la situación– se hallan aquellos que ingresan tarde a estudiar y acaban por lo general derrumbados ante la inexistencia de capacidad de las instituciones y la falta de profesionales idóneos para abordar con eficiencia y eficacia tales casos, debiendo soportar penosas situaciones de discriminación.
Desde hace un par de décadas la educación en el país es considerada en los estándares internacionales como de muy mala calidad. Actualmente es fácil detectar que tanto los escolares y en los estudiantes de la media calculan lo básico, con muy escasa regularidad, su lectura es superficial y su comprensión precariamente elemental. El drama lo llevan en sí los sujetos de la formación, pero el problema lo genera toda la estructura que es sostenida desde el Ministerio de Educación y Ciencias con indolente inercia.
No hay autocrítica, los análisis y diagnósticos escasos no son considerados y a la hora de tomar decisiones siempre se opta por lo que va a beneficiar a los correligionarios, a los amigos, a las amantes, a los punteros electorales y al bolsillo de ocasionales operadores. Lo realmente importante, la educación, su calidad y los estudiantes no importan. La irresponsabilidad de los gobernantes es execrable.
Una de las consecuencias reforzada y repujada, por la falta de inversión real y comprometida, es que mientras todos los entendidos explican que la inversión del Estado debe llegar como mínimo al 7% en la educación, aquí con los fondos de auxilio incluidos apenas se alcanza al 4 o 5% y monedas. Luego, en sus campañas los candidatos colorados –los que están hace 70 años en el poder– nos hablan de que la educación será prioridad. Claro, prioridad en la lista de desatenciones, porque una población mediocre vota mediocres, es decir a ellos.
Dentro de este deslucido panorama para la educación nacional, el caso de los libros con errores impresos y repartidos por miles, hace aproximadamente un mes atrás, termina siendo una anécdota de mal gusto con consecuencias también negativas. No menos negativa es la gestión y actitud del ministro Eduardo Petta, quien debería dedicarse a atender los controles de ruta que a la educación del país.
Toda la inversión que se anuncia en cooperaciones y programas de apoyo internacional a la educación paraguaya no pasan de ser meros amagues porque quienes toman las decisiones de Estado no consideran importante la formación e información de la sociedad. Mucho porque siguen aplicando aquello de que en el reino de los ciegos el tuerto es rey. Y pretenden seguir soberanos.
Paraguay 2020, en pleno siglo 21 nuestras escuelas se caen literalmente a pedazos, la merienda y el almuerzo escolar no llegan a todos porque la corrupción pudo más; y la calidad educativa apenas alcanza, a veces para la comprensión lectora más elemental. Así como está la situación hay sectores en donde el sistema está sacando analfabetos funcionales, mientras en el país sigue habiendo casi 300 mil analfabetos plenos. Una verdadera tragedia.