05 oct. 2024

La felicidad de nuestras vacas

La buena noticia de la semana fue que Paraguay se convirtió en uno de los 18 países del mundo que puede exportar carne vacuna a Estados Unidos.

Retomaremos una actividad económica que fue importante entre 1960 y 1990, pero en su versión enlatada (vaka’i). La carne paraguaya se adaptaba a las necesidades del mercado estadounidense, especialmente durante la guerra de Vietnam, cuando se requería de alimentos no perecederos y de bajo costo.

Los cambios de las preferencias del mercado, el aumento de las exigencias sanitarias y la crisis económica del fin del stronismo, hicieron que nos desplazaran otros países productores, como Brasil, Argentina y Uruguay. Para mayor calamidad a fines de la década de los noventa hubo un grave brote de fiebre aftosa que afectó a 14 departamentos y 2.500 establecimientos ganaderos, lo que redujo el valor de las exportaciones de carne a la mitad y provocó el cierre de doce frigoríficos. El mercado norteamericano de la carne, así como el de la Unión Europea y muchos otros países le cerraron las puertas al Paraguay por el riesgo sanitario

El brote de fiebre aftosa evidenció las debilidades del sistema estatal y privado. Desde entonces se ha hecho un esfuerzo inmenso por recuperar el prestigio internacional perdido. Un cuarto de siglo después, no quedan dudas de que la ganadería paraguaya ha crecido de modo impresionante en infraestructura y tecnología. Hubo, sin embargo, un costo ambiental. El negocio se desplazó hacia otras zonas, generando más presión sobre el bosque nativo y los ecosistemas frágiles.

Por eso, el alborozo de muchos ante la recuperación de un mercado premium para la exportación contrasta con los comentarios pesimistas de quienes creen que esto solo beneficiará a unas pocas familias ganaderas y que, para la gente común, significará carne local más cara y más deforestación en el campo.

En principio, creo que una noticia de este tipo debe ser celebrada, pues implicará un aumento de los ingresos por las exportaciones. Nuestra carne accederá a un mercado de alto poder adquisitivo que paga mejores precios por cortes de calidad. Ser admitido en el mercado de los Estados Unidos, dicen los que saben, es como un sello de calidad a nivel internacional. Significa haber cumplido con los requisitos sanitarios y de trazabilidad más exigentes.

Y, no menos importante en un mundo tan convulsionado, permite diversificar los mercados de destino, lo que reduce la dependencia de otros países, como Rusia.

Los aspectos negativos no se pueden ocultar son efectos secundarios inevitables. Los precios internos de la carne aumentarán por la mayor demanda externa y la escasez de la oferta local. Lo otro no tiene nada de nuevo: la agresión al medio ambiente, la expansión de la frontera ganadera y el uso de recursos naturales como el agua y la tierra. Finalmente, la apertura de un nuevo mercado desencadena el riesgo de perder otros por motivos comerciales o políticos.

Ahora se explica mejor el apoyo tan explícito de Santiago Peña a Ucrania ante el conflicto bélico con Rusia. Está claro que ya contaba con el guiño norteamericano: 25 años después nos autorizan nuevamente a venderles carne. Y esta vez, la de verdad. Una tapa cuadril, por ejemplo, no un horrible corned beef. La geopolítica de la carne nos libra de la rusodependencia y nos lleva a los brazos de los Estados Unidos. La embajada tiene problemas con Cartes, no con el país entero.

Como el tema es complejo y dependerá de las políticas públicas que se articulen para que el beneficio sea compartido, decidí poner a prueba el sentido del humor de la inteligencia artificial de Bing, preguntándole si era capaz de hacer algún comentario humorístico sobre la apertura del mercado norteamericano a la carne paraguaya. Su respuesta fue la siguiente: “No soy experto en humor, pero lo intentaré. Los paraguayos tendrán que acostumbrarse a ver a los estadounidenses tirándole ingentes cantidades de kétchup y mostaza a su hermosa carne. Para todo el Paraguay es una buena noticia que se permita la exportación de carne. Aunque es una mala noticia para las vacas”. Pasó el examen, la inteligencia artificial. A duras penas.

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A continuación, una columna de opinión del hoy director de Última Hora, Arnaldo Alegre, publicada el lunes 2 de agosto de 2004, el día siguiente al incendio del Ycuá Bolaños en el que fallecieron 400 personas en el barrio Trinidad de Asunción.