Así como vos, que estás leyendo estas palabras, yo también soy fan de Gia. Bueno, yo le digo “Gianni” porque así la conocí, y nos reímos de eso mientras nos acomodamos para empezar esta charla, una que hace tiempo queríamos que sucediera.
Gia, Gianni, Giannina. Como la llames depende del momento de su vida en que la conociste. Giannina Alfieri Nisenbaum fue y es todas ellas: Una niña que admiraba la comida de su abuela, estudiante de Gastronomía en un país ajeno al suyo, jefa de cocina, emprendedora, consultora gastronómica, cocinera dentro y fuera de la televisión y, ahora también, nutricionista. Influencer ya era desde la época en que la palabra tuitstar era relevante.
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Después del colegio se mudó a Buenos Aires a estudiar Ingeniería en Alimentos. “¡Pero yo no sé sumar”, dice riendo, como incrédula ante aquella decisión, y recuerda que se aplazó “dos veces en Cálculo y dije: ‘Acá está, si no puedo pasar Cálculo 1, ¿cómo voy a ir a…?’. ¡No había forma! Yo quería cocinar”.
¿Cuántas versiones de ella pasaron? “Entre esa y esta, hay una vida. No sé si te pasa que de repente la memoria te juega un poco. Yo viví mucho tiempo fuera, pero ahora eso es como un sueño para mí, anecdótico. Entonces, ¿qué es la realidad? No soy más esa persona. ¡Y es tan lejano! ¿Cómo fue que hice todo eso? Lo que hice acá tampoco lo esperaba. Pensé que iba a trabajar en un restaurante”, dice perdida en los flashes de su pasado, buscando reconocerse en las que fue mientras cultiva la que será.
Sí le tocó laburar en cocinas y lo hizo por mucho tiempo; también tuvo un emprendimiento de bocaditos y pasó por tres canales de televisión. Ahí fue donde empezó a desarrollar su relación con la cámara, una que se fue estrechando hasta que quedaron solo dos: Ella y la lente. Trabajar en redes sociales, especialmente en el estilo de contenido que desarrolla, puede convertirse en una tarea muy solitaria.
Gia, como la conocen todos hoy, es una contestataria de la cocina, a pesar de que se admite tímida, aunque nadie le crea porque tiene una admirable capacidad para hacerse escuchar. A lo largo de todos esos periodos, algo que siempre la destacó sobre el resto fue su tendencia a no quedarse callada.
Justamente, esa virtud suya fue calificada negativamente en varias ocasiones, incluso (y muy públicamente) por el intendente de Asunción, y constantemente recibe comentarios en sus redes sociales (su espacio de trabajo) que la tildan de “argel” por poner límites y sentar postura. El adjetivo ya no le afecta como antes, porque la distancia que conscientemente pone entre lo analógico y lo digital le da la tranquilidad de que las críticas hablan más de quienes las emiten que de ella misma.
Pero eso no significa que no comparta con sus 1.000.000 de seguidores los hitos significativos de su vida.
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El shock inicial
Cuando Gia volvió de Buenos Aires se encontró con una realidad muy diferente a la que había vivido hasta entonces. En los restaurantes a los que aspiraba no contrataban chicas, y cuando entraba a alguno, no duraba mucho, generalmente porque no era tolerante con el clima laboral. Ella cree que eso se debía a que, en ese momento, el rubro estaba en pleno proceso de formalización.
“Hasta que eventualmente terminé en otra cocina y le conocí a Freddy Almirón. Me invitó a un programa y ahí me fui a la tele”, recuerda. Así empezó su carrera en la televisión, de día, que duró seis años en total: Por cinco estuvo en Canal 9 y Paravisión, y luego estuvo uno más en las pantallas de GEN.
La TV representaba un ingreso estable que le permitía tomar changas en otros horarios. Por la noche se dedicaba a hacer consultorías y trabajar con otros cocineros, fruto de la comunidad que se formó en el desaparecido Guarará. Menciona especialmente la relación con el maestro asador Leyzman Salim, con quien prendió incontables parrillas.
Casi ni se percató de su transición desde los canales a las redes sociales. Hoy mira atrás y se da cuenta de que hay gente, especialmente la más joven, que la conoce de Instagram o TikTok, pero ya no de la televisión. Le preguntan por qué pasó de la TV a las plataformas, si el paso se da, generalmente, al revés. Para Gia, esto fue natural y hacia una mayor independencia, pero entiende la sorpresa de sus fans Gen Z.
Su relación con las marcas nació gracias a sus compañeros de programa, que le hacían el gancho para alguna publicación cuando tenía aún menos de 20.000 seguidores.
Nutri-Gia
Como miles de personas, en medio de la incertidumbre de la pandemia empezó a seguir Nutrición, una carrera complementaria a su gran pasión por la gastronomía. En realidad, su decisión de volver a estudiar fue tomada en 2019, antes de la cuarentena.
¿Y por qué Nutrición? “Al trabajar en gastronomía me di cuenta de que cocinar es alimentar, y alimentar es nutrir. Como cocineros, nos olvidamos de esa parte, de que nosotros le damos de comer a la gente. La comida no solamente tiene que verse estéticamente correcta o saber rica, sino también debe darle algo a la persona”, comenta.
“El 2020 iba a ser mi año”, dice. Planeó toda su vida alrededor de la universidad, arregló su cocina para dar clases en su hogar y poder sostener los cuatro años y medio de carrera. Como a todos, la pandemia la tomó por sorpresa; como a muchos, no la detuvo. Vendió su auto para remodelar su casa antes de saber lo que pasaría.
Aunque ella seguía yendo a los programas de tevé con un permiso especial, la realidad era que estábamos encerrados. En ese momento, encontró que tenía todo lo que necesitaba para grabar videos: Había arreglado su cocina, compró una cámara para hacer un curso de fotografía en El Faro y tenía tiempo. Sumó un trípode para empezar a armar su equipo y simplemente se dedicó de lleno.
Fue en ese nuevo contexto que su relación con la televisión empezó a cambiar: “No aguantaba más. Me sentía cada vez más cómoda en mi propio mundo, en mi casa, donde podía controlar lo que mostraba, ser mi propia voz”. Así pasó los últimos años: Estudiaba, creaba contenido, aprendía y aplicaba sus nuevos conocimientos a materiales que podía compartir con el mundo.
Hace unos meses se recibió y sus seguidores celebramos con ella porque vimos, a través de los teléfonos, todo lo que Gia puso en ese objetivo desde el principio: Estudió, viajó, se movió, hizo sus prácticas, repartió su tiempo de maneras que parecían imposibles y siempre cumplió con su público a la par.
“Yo ya estaba por degenerar en todo momento, pero por suerte tengo mucha gente a mi alrededor que me empujó y confió en mí. Cuando eso pasa, no le quiero decepcionar. Entonces tengo que confiar en mí misma. También quiero ser esa persona en la que creen”, cuenta. Reconoce, además, que había cierta influencia externa sobre ella: “Sentía mucha presión, ¡es que yo expuse tanto mi vida! Imaginate que no saliera otra vez. Quería que funcionara eso a lo que le puse tanto esfuerzo”.
Este 2024 le tocó hacer pasantías y la tesina, y el agotamiento se hizo sentir. Ella se notaba cansada cuando revisaba su contenido, lo sentía forzado y no le hacía feliz verse así. “Hubo una concesión. Les expliqué a las marcas con las que trabajo que este año sería muy difícil para mí, que me tuvieran paciencia porque a veces me iba a atrasar. Los videos serían más cortos porque ya no tendría tanto tiempo para grabar, como ahora. ¡Estoy haciendo pan casero de vuelta, como loca!”, cuenta.
¿Y cuántas recetas de pan podemos encontrar en sus perfiles de TikTok e Instagram? Muchos aprendimos panadería con ella: Con masa madre, de avena, keto, proteico y hasta pan dulce. Específicamente, esta última receta es una de sus más famosas porque dio frutos que ni Gia esperaba: Ayudó a muchas personas a emprender. Todavía hoy vemos las menciones de los seguidores que arrancaron sus negocios gracias al enfoque didáctico que siempre la caracterizó, ese deseo de acercar la cocina a todos. Hablar de eso la pone un poco tímida de vuelta, como si reconocer el impacto que tiene en miles de personas la abrumara un poco.
En contra del extremismo nutricional
Gia está fundamentalmente en contra de satanizar alimentos. Más de una vez lo debatió y, gracias a lo aprendido estudiando Nutrición, tiene mejores herramientas para transmitir a sus seguidores una filosofía nutricional basada en comer todo lo más natural posible: “Lo menos procesado. Es una forma mucho más entendible de acercarse a la alimentación, ¿verdad? No pensar solamente en no consumir lácteos. Tampoco tenemos que dejar de comer gluten si no somos celíacos. ¡No hace falta!”.
Permiso para crecer
El placer y la culpa pueden ser dos caras de la misma moneda, que es la comida. A Gia, la nutrición le abrió los ojos sobre muchos temas, desde sus propios prejuicios hacia la carrera hasta la diversidad de enfoques. “No todo es dieta para el verano”, dice la flamante nutricionista, y ahora habla del lado terapéutico de esta ciencia.
En la alimentación existen muchos tabúes. Y a ella le gustaría que empezáramos a desbancar algunos, como que el gluten es malo. Cree que sería bueno que la dieta femenina tenga su propio desarrollo, porque el cuerpo de la mujer es diferente, y eso no es malo. Le encantaría que se discuta cómo comer bien mejora la calidad de vida de las personas cuando se hace según necesidades específicas. “Hay tantas culpas al paciente, pero no se habla de que puede haber algo que no está bien”, comenta.
“Yo creo que lo que falta también es crecimiento personal, algo a lo que la gente le tiene mucho miedo. Yo soy diferente a hace 10 años. Veo cosas [viejas] y me digo: ‘Dios mío, qué me pasaba’. Pero entiendo que es un proceso de crecimiento. Que tenía que existir esa yo para que existiera la que soy hoy. Tenía que pasar por todos esos procesos y aprender de ellos”. Y ella, como cocinera, nutricionista y mujer, ¿cómo maneja el tema de la culpa? ¿La experimenta?: “A veces siento decepción, más que nada. Como que no hago lo suficiente”.
Y también reflexiona: “Es muy difícil ponerse ante un espejo y preguntarse qué es lo que estaba haciendo, aceptar la culpa de que, capaz, ese no era el camino adecuado, tratar de revertirlo. Preguntarse qué puede uno hacer para que eso mejore. Hay gente que no te va a creer, que va a pensar que es todo mentira y a negar que hay crecimiento. Pero existe, 100 %. No vas a ser la misma persona el año que viene o el próximo. Eso está bien”.
Su nueva relación con las redes
Por el momento está intentando “existir”, sin tanto apuro. En contraste con la Gia de años anteriores, ahora sus fines de semana son solo para ella y sus afectos; desaparece de las redes: “Trato de que muchos espacios de mi vida sean todavía privados, aunque no parezca porque, dentro de todo, [lo que hago] es trabajo en las redes”.
Gia Alfieri es tímida, sí, pero también inquieta. Siempre quiere hacer algo nuevo. Recientemente empezó a tomar clases de patinaje, por ejemplo. Y en todas estas actividades forma nuevos grupos, llegan amistades a su vida y la dinámica de exposición en redes varía siempre: “Hay un grupo de gente que no tiene problema con que se suban cosas, y otro al que no le quiero molestar. Estás en medio de algo, ¿y vas a sacar ahí tu teléfono otra vez? Para mí es desconexión”.
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Quizás la única excepción a esta regla autoimpuesta sean sus viajes. En 2018 empezó a publicar historias de sus aventuras por el mundo con un foco especial en la comida, eso que tanto ama. Desde entonces, se puso como tarea resumir sus experiencias para ayudar a otras personas a tomar decisiones informadas, para aprovechar mejor sus vacaciones y presupuestos. Pero eso, también, está intentando soltar un poco.
Como muchos de los usuarios que ya llevan más de una década de compartir sus vidas online, empezó a perder un poco la ansiedad por la inmediatez. “Viene y va. Ahora publico algo y puede ser de hace una semana. La única cosa del día a día es el CrossFit”, dice entre risas.
“Argel”
Por su línea de trabajo, es inevitable que se exponga a las emociones de los demás. Pasa cada tanto, pareciera que la rueda gira y vuelve a un punto en que llega alguien a declararle el odio más sincero. A tirar hate. A veces, eso emerge desde el anonimato, pero de una manera muy personal. Los comentarios machistas en sus videos de asado son un clásico; también los de quienes no toleran reversiones de recetas clásicas.
Algo que le ayudó a relacionarse mejor con su audiencia fue conocer la experiencia de otros creadores de contenido e influencers. “El sentido de los comentarios es el reflejo de lo que uno siente”, profundiza y amplía: “Puede que sea una persona que no esté sintiéndose bien, que entra a redes sociales y quiere descargarse. Y su mejor forma de hacerlo es en un video. Antes me lo tomaba muy a pecho”. Es cierto, se puede sacar fuerza de la comunidad: “Es como un grupo de contención”.
Pero la amplia mayoría de sus interacciones son positivas: “Salgo a la calle y hablo con la gente, me saludan. La vez pasada me comentó un señor en una lavandería: ‘Te veo en la tele’. Y, había sido, ‘la tele’ para él era su teléfono. Te das cuenta de que las redes son un pequeño espacio nomás”. Sabe que es fácil fijarse en lo negativo y difícil acordarse de la inmensidad del mundo, pero aprendió a enfocarse.
“Mucha gente no sienta postura en absolutamente nada, y está bueno que los jóvenes también escuchen a una persona más grande decir algo que, de repente, ellos sienten, pero nadie lo dice”. Algo que no juega a su favor, digamos, es que siempre que tuvo una plataforma, sentó postura. Al menos, Gia lo ve así: “Siempre di mi opinión y no tendría que haberlo hecho todo el tiempo. Creo que me metí en más problemas de los que debería, pero por lo menos estoy tranquila con mi conciencia. Si a mí no me gusta algo, lo voy a decir. Si algo me molesta, también”.
Uno de sus momentos más icónicos, en ese sentido, fue cuando se quejó del estado de las calles y veredas en Asunción. El eco de su disconformidad reverberó tanto que el mismo intendente le escribió al respecto. “Mucha gente no sienta postura en absolutamente nada, y está bueno que los jóvenes también escuchen a una persona más grande decir algo que, de repente, ellos sienten, pero nadie lo dice”, puntualiza.
Por supuesto, siempre existió la preocupación de que no pudiera mantenerse como creadora de contenido si sus opiniones causaban grandes polémicas. Como un mensaje del universo de que está haciendo las cosas bien, nunca se le fueron clientes por decir lo que pensaba, aunque sí le pasó que perdió el apoyo de una empresa por decir “una macanada” –los seguidores más fieles ya sabrán cuál–. “Se puede hablar. Siempre que seas respetuoso, no vas a quedarte sin espacios”, asegura. Es que ella resuena con mucha gente, a su público le gusta lo que tiene para decir y eso tiene un valor que sus marcas aliadas no olvidan.
“Es prueba de que no necesariamente te vas a quedar en la calle por ser una persona con carácter o que sienta límites en sus espacios. Te van a decir que sos argel, amargada. ¡Y bueno! Obviamente, a esa gente no le gusta que vos pongas límites ni que tengas ideas propias”, señala. Históricamente ese tipo de adjetivos peyorativos se han usado en contra de mujeres que alzan la voz, pero, una vez más, el juicio tiene más que ver con el emisor que con ella: “Si a vos te molesta que alguien ponga límites, claramente sos una persona que invade los límites de otros, que no los respeta”.
Giannina Alfieri Nisenbaum no cuestiona la decisión de sumisión y suavidad que toman algunas mujeres, lo que demanda es un espacio para las demás, para otro tipo de feminidades y disidencias. Y desde nuestro lado de la pantalla, no podemos esperar a ver lo que vendrá para ella, su voz y su multifacética carrera.
Por Patricia Luján Arévalos. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Camila Riveros. Fotografía: Javier Valdez. Asistente de producción: Anabel Artaza. Prendas: Forever 21. Agradecimientos: EcoPark Paraguay, Ariel Álvarez y Mauro Pereira.