En Ciudad de Gaza (norte) Maher Ahmed Awda Abu Guafa, de 18 años, camina cargando con un pedazo de cartón que después utilizará para guarecerse: “Podemos morir y vivir en la humillación, pero no dejaremos Gaza”, responde ante las declaraciones de Trump.
El presidente de EEUU veía el desplazamiento “permanente” de los gazatíes como una medida humanitaria, alegando que nadie querría vivir entre lo que calificó ya como una “zona de demolición”.
Entre los escombros de lo que una vez fue la mayor ciudad de la Franja, Abu Guafa reconoce la situación de su hogar. Para él Gaza ya no es habitable “en absoluto”, su casa fue derrumbada y cuando quiere agua, tiene que ir a buscarla “al fin del mundo”. A pesar de todo ello, lo tiene claro: “No podrán sacarnos de Gaza, esta es la tierra en la que nací y no la dejaré”.
Más de 15 meses de guerra forzaron el desplazamiento del 90% de la población de la Franja de Gaza. Muchos de ellos vuelven a sus hogares tras el cese de las hostilidades para encontrar no más que un amasijo de materiales derruidos: Según los datos de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), el enclave está atravesado por 42 millones de toneladas de escombros.
Subida a un carro en el que carga con sus pertenencias y apoyada en un improvisado respaldo de cartón, Maha Saleh Shaaban (41 años), se da por vencida. “Si nuestros hijos e hijas se van, yo también me iré. Lo que me haría irme es la tragedia y lo que vivimos en la guerra, la destrucción de nuestras casas y los familiares que fueron asesinados. La vida que llevamos. La pobreza. Se ha convertido en una vida humillante”, lamenta.
Shaaban es de Yabalia, en el norte de Gaza. La localidad y su campamento de refugiados fueron de los lugares más castigados por la ofensiva israelí, donde las tropas israelíes llevaron a cabo hasta tres operaciones terrestres para buscar a los milicianos que, dicen, se reagrupaban allí. EFE