El uso irresponsable de los juegos pirotécnicos puede derivar en una serie de lesiones graves como quemaduras y amputaciones. La mayor cantidad de casos se da en menores, quienes quedan con secuelas de por vida.
Durante los festejos de Navidad se registraron al menos 10 incidentes que tuvieron como víctimas a niños de entre 5 años y adolescentes de 14.
Los reportes de los centros hospitalarios citaron desde quemaduras superficiales y otra que derivó en el ingreso a la Unidad de Terapia Intensiva, la pérdida de un ojo y amputaciones en los dedos de la mano.
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Ante este recurrente escenario, una vez más, se intensificaron campañas de concienciación sobre los daños irreversibles que provocan.
Fue así como explosivistas de la Fuerza de Operaciones Policiales Especiales (FOPE) llevaron adelante una muestra del poder de algunos petardos que algunos adultos consideran “inofensivos” y compran a los más pequeños.
El oficial inspector, Carlos García, jefe de la sección de explosivos de la FOPE, explicó durante el programa La Lupa, de Telefuturo, que muchos caen en el error de acercarse a una bomba fallida.
Ante este tipo de circunstancia recomendó tirar agua desde una distancia prudente para asegurar que el artefacto no explosione y luego proceder a desecharlo directamente.
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No obstante, señaló que algunas personas aguardan que se vuelva a secar para encenderla nuevamente. Esto también puede desencadenar en lamentables episodios.
“Lo que pasa con la pólvora de pirotecnia es que absorbe humedad y una vez seco este material ya tiene otro tipo de retardo, se vuelve más rápido” explicó.
Es decir, si uno de los juegos cuenta con una mecha y pierde el tiempo de retardo original es muy probable que el estallido se produzca prácticamente al instante.
Durante la exposición de los efectos de la potencia demostró que las pólvoras utilizadas para fabricar la pirotecnia tiene la suficiente fuerza para desarmar una caja de madera prensada o deformar un objeto de metal.