Hace menos de 5 años la creciente automatización ya representaba una gran amenaza a los empleos que se caracterizaban por tareas repetitivas. La Universidad de Oxford ya había pronosticado que el 47% de los empleos podrían ser reemplazados por robots a inicios del 2030. Esta predicción resultó muy conservadora en vista de la exponencial adopción de la IA (Inteligencia Artificial), la cual aceleraría aún más los cambios que impactarán en tantos aspectos.
En el pánico, causado por la IA, se consideró imponer regulaciones para limitar su impacto. Pero eso sería como tapar el sol con las manos. En un mundo totalmente integrado no hay fronteras y siempre habrá países que no regulen y que compitan deslealmente. El mercado es una selva y las verdaderas leyes son la innovación, el liderazgo en costos, y la inmediatez de la entrega. El resto es poesía para los intelectuales. Entonces en la práctica la IA no tendrá límites, pues la brutal carrera ya se inició y nadie puede ni quiere ni le conviene contenerla.
Listar los tipos de empleos que desaparecerán sería exhaustivo. Lo mejor es indicar criterios de su extinción, que son aquellos que requieran menos habilidades, que puedan ser automatizadas, rutinarios, que tengan interacciones básicas con otros humanos, previsibles, que sigan procedimientos y criterios bien objetivos. Estos conceptos aplican a la mayor cantidad de empleos, que necesariamente desaparecerán.
Para entender mejor lo que sobrevivirá al desempleo tecnológico es más asertivo expresarse en términos de las “futuras habilidades”. Las que serán valoradas y necesarias, pues lo que entendemos como empleos no son más que cajitas con rótulos para indicar un conjunto de habilidades. Estas destrezas son: (1) la creatividad, lo que hoy se la enaltece considerándola un tipo de inteligencia; (2) el razonamiento crítico, que es la habilidad de enfrentar problemas complejos y considerar simultáneamente mucha información, inclusive la contradictoria mientras se posterga lo más posible la conclusión; (3) el trato interpersonal/inteligencia emocional, donde entra el liderazgo, la sincera empatía, el auténtico respeto por la diversidad, el trabajo en equipo y construir en ambientes multidisciplinarios; (4) la integridad/honestidad/ética, cualidad esencial en el mundo donde la información es poder y la competición es tan intensa que se tienen más vulnerabilidades que fortalezas; y, (5) la adaptabilidad, ya que la mayoría de los trabajos serán realizados por equipos, los empleos serán transitorios, las certezas temporarias, la capacidad de desaprender pues la vida profesional incluirá actualizaciones de por vida.
Por ejemplo, se espera que en los próximos 3 años cambien radicalmente los criterios de admisión de las universidades más prestigiosas del mundo. Los centros académicos de excelencia serán los primeros en adaptarse, puesto que su producto final es la élite que ocupará los más altos cargos de decisión. Como los cursos demoran años, deben ser los primeros en anticipar el cambio de perfil de los líderes que la educación superior produzca.
Va quedando claro que la competitividad de las empresas frente al tsunami que causará la inteligencia artificial no pasa por comprar más softwares y automatizar, sino pasa por cambiar los tipos de habilidades que se deben buscar al seleccionar nuevos colaboradores, cambiar los criterios de evaluación de desempeño para que los que están reciban el mensaje, cambiar el estilo de gerencia para que los colaboradores sean mucho más autogestionados e independientes, requiriendo mínima supervisión y donde la iniciativa propia sea el motivador interno. Esencialmente la prioridad es cambiar el perfil de los humanos que nos rodean, y como consecuencia colateral vendrán los cambios de sistemas, softwares y gastos en tecnología de la información.