¿Quién no escribió de niño alguna carta a Papa Noel? La leyenda de este peculiar personaje barrigudo genera un ambiente mágico en el mundo durante esta época del año. Se lo espera siempre, pero muy pocas veces es visto entregando sus regalos.
Esa fantasía de pequeños generalmente se guarda entre los recuerdos más preciados de la infancia. No obstante, hay realidades sociales y económicas que no permiten a muchas familias contemplar o disfrutar de esos momentos.
Fue así que a una mujer le nació el deseo de llevar esa felicidad a los niños de su comunidad, teniendo en cuenta que ella no pudo tenerla durante su niñez. Se trata de María Luisa Bernatto, más conocida como Nica, quien por 40 años se convirtió en Papá Noel.
Ella vive en una casa ubicada en el barrio Ita Ka’aguy de la ciudad de Fernando de la Mora. Fue una de las primeras pobladoras del lugar, cuando aún era característico el paisaje boscoso del incipiente distrito.
Hoy tiene casi 90 años y con la emoción de revivir aquellos momentos se sienta en el sofá de su sala, no sin antes mostrar las fotos y el histórico traje rojo que usó durante cuatro décadas y que lo guarda como un tesoro. “Es una reliquia que yo hice”, dice con orgullo.
Luego de suspirar profundamente y fijar la mirada en el aire, inicia su relato diciendo que de adolescente le surgió la idea de entregar juguetes a los más pequeños, pese a que en aquellos años su situación económica no lo permitía.
“Para cumplir ese deseo dije que iba a ser Papá Noel, pero pasaron varios años. El primer Papá Noel que hice fue para mis dos hijos. Cuando eso en el barrio éramos muy pocos, no había mucha gente. Solo mis hijos y sobrinos”, señala. Transcurría entonces la década de 1960.
El comienzo de una tradición barrial
Como toda ciudad en crecimiento, fue poblándose a un ritmo vertiginoso, más en este caso al tratarse de una localidad pegada a Asunción. La comunidad se expandía y también lo hacía su legado.
“Fui hasta la casa de los vecinos para contarles que yo quería hacer de Papá Noel, pero que no podía sola. Entonces me dijeron que me darían el regalo de sus hijos, con sus respectivos nombres y que yo los entregaría”, menciona con un tono de agradecimiento.
Con el paso de los años se convirtió en una tradición del barrio pasar la Nochebuena y esperar ansiosos la llegada de ese Papá Noel. El vecindario se unía a la medianoche y con júbilo recibían al mítico personaje que llegaba caminando y haciendo vibrar su campanilla.
Nica hace una pausa nostálgica y luego suelta una frase que resume su buen obrar: “Le hice feliz a muchos niños”. Esa expresión denota la infancia de alegría y satisfacción que vivieron varias generaciones de niños y niñas en Fernando de la Mora.
“¡Cuántos años pasaron! Ahora aquellos niños que los vi crecer son señores, papás, mamás y grandes personas”, indica. La última vez que se puso el traje rojo y el barbijo blanco fue a inicios de la década del 2000. “Ahora ya no puedo ser Papá Noel”, se lamenta.
Un deseo cumplido
Estar rodeada de niños y niñas, de los vecinos y de personas incluso que no pertenecían al mismo barrio la llenó de emoción y gozo. Sentía que ese anhelo que arrastraba de la niñez, se hacía realidad.
A veces quería llorar, otras veces quería recitar. Me sentía tan llena, tan completa y tan realizada. Aquellos deseos que antes no podía los estaba cumpliendo y también le hacía feliz a mis hijos.
En ese lapso de su relato recuerda que incluso llegó a recibir ayuda de los vecinos para poder entregarle regalos a sus hijos. Con una voz entrecortada, asegura que aquellos momentos nunca los va a olvidar.
“Ese deseo que nunca creí que lo iba a cumplir, lo cumplí por muchos años, por momentos fueron tristes, otras veces alegres, pero cumplí con aquel deseo que tenía”, remarca con insistencia.
Tanta fue su repercusión que esboza una sonrisa antes de bromear por lo “adelantado” que era su Papá Noel. “Con el tiempo ya venía en camioneta porque tenía tantos regalos para repartir que sola ya no podía cargar”, señala.
Luego confiesa que las navidades de décadas atrás eran muy distintas a las actuales porque la gente salía a compartir en las calles y no se mantenían tan encerradas. Por eso se siente feliz cuando las personas se recuerdan de ella.
“Ese es el mejor regalo que tengo, que me tengan en cuenta, que se recuerden de mí. Es el mejor pago que tengo. Esa felicidad no se compra. Yo estoy rodeada de hijos, nietos, no estoy sola. Es un cariño difícil de conseguir hoy en día”, expresa con complacencia.
El tiempo dedicado a los niños y su menaje final
Si bien su historia como Papa Noel fue lo que más llamó la atención, Nica redobló sus esfuerzos para brindarles momentos inolvidables a los más pequeños. Organizó viajes en tren, pesebres vivientes, fiestas de disfraces por carnaval y hasta construyó una casa del árbol.
A eso se sumaban las tardes en las que compartía leyendas o hacía adivinanzas a todos aquellos niños del barrio que se juntaban en la vereda de su casa. También creó el “club de Nica” en un terreno baldío donde fomentaba los juegos tradicionales.
“Yo solo quería dar amor y felicidad, no había otro motivo”, responde ella cuando se le consulta por qué dedicó mucho tiempo de su vida a los niños.
Por esa razón, pide a los padres de ahora fomentar la inocencia de sus hijos al ser instantes que se viven una sola vez en la vida. “Que no sea solo lo materialista, el teléfono último modelo”, recomienda.
“Soy una privilegiada porque fui la abuela del barrio. Qué lindo es saber que ahora estoy cosechando todo lo que sembré. Por eso es importante no perder la humildad”, concluye su mensaje, agregando que personas mayores hasta hoy día pasan y la saludan como Papá Noel.
Un agradecimiento especial
Ya pasaron unos 20 años de la última vez que Nica se convirtió en Papá Noel, pero aquellos días mágicos quedaron grabados en la memoria de todos los que tuvieron la posibilidad de vivir aquellos momentos alegres.
Hoy en día varios de esos niños están esparcidos por distintos puntos del país y algunos de ellos aprovecharon la oportunidad para expresar un profundo agradecimiento a esa mujer que les dio una infancia feliz.
Todas las personas que tuvieron la posibilidad de hablar sobre ella coincidieron en la grandeza de Nica. Sin dudas es una historia marcada por la superación, dedicación, amor y cariño de una persona para dejar un inmenso legado dentro de una comunidad.