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En el 2005, Rubén Darío Bernal, entonces integrante del grupo armado Ejército Paraguayo del Pueblo (EPP) vio como una de las principales dirigentes, Magna María Meza o la “guerrillera Leti”, entonces embarazada, abandonó el campamento clandestino instalado en los montes de Yasy Kañy, Canindeyú, para ir a dar a luz en un centro poblado, bajo protección de personas cercanas a la organización.
Meses después, Magna regresó trayendo a su bebé al campamento. Se trataba posiblemente de su hijo mayor con Osvaldo Villalba, su pareja sentimental y actual principal comandante del EPP, un niño llamado Ernesto Daniel, que a la edad de adolescente se incorporó como combatiente, según se pudo comprobar en varias fotos incautadas tras operaciones de las fuerzas de seguridad, como por testimonios de personas cercanas al grupo.
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“Supimos que Leti había salido para tener a su bebé en un lugar más seguro”, declaró Bernal ante la Fiscalía, tras haber desertado del grupo –el cual integró durante dos años– y entregarse a las autoridades luego de un ataque e incendio de la sede de la comisaría policial de la colonia Jorge Sebastián Miranda, Hugua Ñandú, el 18 de abril de 2006.
El caso de Magna Meza o Leti, pareja sentimental de Osvaldo Villalba, alias comandante Alexander o Javier, principal líder del grupo armado en ese momento, no sería el primero ni el último de una integrante madre de niños y niñas nacidos en la clandestinidad, en condiciones de prófugos de la Justicia, criaturas que han debido crecer una parte del tiempo con sus padres en los campamentos móviles en medio del monte y otra parte con familiares que no forman parte del EPP, pero que mantienen algún tipo de vínculo.
El testimonio de Rubén Darío Bernal, –que en su momento publicamos en la colección de fascículos EPP: la verdadera historia, con la edición de Última Hora, bajo el título “El diario del guerrillero arrepentido”– ha aportado importantes datos para conocer por dentro al peculiar grupo, que empezó a formarse en 1992 como un proyecto de guerrilla, brazo armado clandestino del entonces Partido Patria Libre (PPL), pero luego se volvió autónomo, adquiriendo el nombre EPP en 2008, convirtiéndose en una banda armada al margen de la ley, a la que se atribuyen 12 secuestros extorsivos, la muerte de más de 60 personas y unos 134 golpes y ataques violentos.
El EPP es el grupo armado ilegal que permanece activo por más tiempo en la historia del país, aunque acostumbra permanecer sin acciones durante largos periodos, con la modalidad de “células dormidas” hasta volver a operar. Sus principales fundadores, Alcides Oviedo Brítez y Carmen Villalba Ayala, están presos desde 2003, pero quienes asumieron la conducción, entre ellos Osvaldo Villalba, Manuel Cristaldo Mieres, Magna Meza, Liliana Villalba, Lucio Silva, entre otros, no han podido ser capturados desde que empezaron a ser perseguidos, desde hace casi dos décadas.
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Por ello, la información dada el pasado miércoles 2 por el propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, en su cuenta de Twitter, generó un inusitado optimismo en un gran sector de la población: “Hemos tenido un operativo exitoso en contra del EPP. Luego de un enfrentamiento, dos integrantes de este grupo armado han sido abatidos. Hay un oficial herido…”.
Rápidamente empezó a circular la versión de que una de las abatidas sería Magna Meza, una de las máximas dirigentes más buscadas. La expectativa cambió pronto cuando empezó a correr otra versión contraria, que sostenía que las fallecidas eran niñas muy jóvenes. El Gobierno trató de sostener la versión del médico forense Cristian Villalba de que tenían “entre 15 y 18 años” y que habían protagonizado una fuerte resistencia en armas, pero muy pronto la identidad y la verdadera edad ya no pudieron ser ocultados.
¿Quiénes son los padres?
“¿Cuál es la edad real de las niñas fallecidas?”, fue la pregunta que le hicimos vía chat, en la tarde del miércoles 2 a la docente Genoveva Oviedo Brítez, hermana del fundador del EPP, Alcides Oviedo Brítez.
Esta fue su escueta confirmación: “11 y 12”.
Genoveva es una reconocida docente de Jesús, Itapúa, a quien conocimos durante una investigación tras el secuestro de María Edith de Debernardi, en 2002. En ese momento ella era una activa integrante del Partido Colorado en su comunidad y guardaba distancia crítica de las acciones de su hermano, pero mantenía el vínculo de la consanguinidad y nos ayudó a reconstruir la historia personal y familiar de quien sería luego el “comandante en jefe” del EPP. Desde entonces mantuvimos esporádicos contactos de confianza entre periodista y fuente.
El miércoles, mientras las confusas versiones y contraversiones sobre la identidad y la edad de las fallecidas recorrían las redes sociales, Genoveva compartió un posteo en su cuenta de Facebook, en donde, entre comparaciones con figuras de la mitología griega, hizo las primeras importantes revelaciones que contradecían a la versión gubernamental.
Las niñas fallecidas, según ella, eran “dos criaturas, dos inocentes que tuvieron que salir de su patria de nacimiento y adoptar otra nacionalidad para huir de la persecución. Quisieron estar con sus perseguidos padres para festejar un cumpleaños. Fueron asesinadas”, alegaba. Y por primera vez daba a conocer sus nombres: “Lilianita y Aurorita”.
Además, una línea de su posteo, indicaba una clave importante: “No eran los cuerpos de Magna Meza ni de Liliana Villalba. ¡No!”. ¿Eran acaso los de sus respectivas hijas?
Con esa sospecha me atreví a escribirle con la siguiente pregunta. “¿Son las hijas de Osvaldo y Liliana?”.
Su respuesta fue tajante: “Sí, muy terrible”.
Con esa confirmación teníamos varios datos relevantes, hasta entonces en duda. Sus nombres: Liliana y Aurora. Las edades: 11 y 12. Y la posible identidad de sus padres biológicos: Osvaldo Villalba (actual jefe máximo del EPP, hermano menor de Carmen Villalba, quien es la ex esposa de Alcides Oviedo y también principal fundadora del grupo armado), sería el progenitor de una de las niñas, y su pareja sentimental, Magna Meza, sería la madre; mientras, Liliana Villalba (también hermana de Carmen y Osvaldo) sería la madre de la otra niña y su pareja sentimental, Manuel Cristaldo Mieres, segundo en el mando del EPP, sería el padre.
Con estos datos, en la noche del miércoles compartí una primera información en Twitter, que generó mucha repercusión, mientras elaborábamos un artículo para ÚLTIMAHORA.CON, atribuyendo como fuente a la docente Genoveva Oviedo, tía política de las niñas fallecidas.
Datos controvertidos
Paralelamente, la letrada Deisy Ayala, abogada de dirigentes del EPP, confirmó en otro medio periodístico las mismas edades, pero aseguró que una de las niñas era hija de Miriam Villalba, también abogada y hermana de Carmen Villalba, y que las dos menores tenían nacionalidad argentina.
¿Qué había pasado? ¿Cuál era la verdadera versión? Al rato, otra abogada vinculada al sector estatal me avisó que había un error en nuestro reporte, ya que acababa de hablar con Carmen Villalba, presa en la cárcel del Buen Pastor, y la misma le dijo que una de las niñas fallecidas era efectivamente hija de su hermana Miriam, que sí tenían 11 y 12 años y eran de nacionalidad argentina.
Con esta confusión volví a comunicarme con Genoveva Oviedo. Me respondió que probablemente una de las niñas sí figuraba como hija de Miriam, ya que ella no había visto los documentos.
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Al otro día accedimos a las primeras copias de los documentos de identidad argentinos de las niñas fallecidas, en donde se establecía claramente que tanto María Carmen (a quien sus familiares llaman Aurorita) y Lilian Mariana, tenían solo 11 años de edad.
Posteriormente, el propio Consulado argentino en Paraguay entregó copias del DNI (Documento Nacional de Identidad) en donde consta que la niña Lilian Mariana fue inscrita en la ciudad de Clorinda, provincia de Formosa, Argentina, por la abogada Miriam Villalba, quien declaró ser su madre, y la otra niña, María Carmen, fue inscrita en el mismo lugar y en el mismo día por Laura Villalba, también hermana de Miriam, Carmen, Osvaldo y Liliana, quien declaró ser su madre.
A partir de allí resultó más fácil ir verificando lo que realmente sucedió con respecto a la identidad y la situación de las niñas.
En la clandestinidad
Con base en diversas fuentes y testimonios, se puede reconstruir una historia no asumida públicamente por los familiares, de que María Carmen (Aurorita) sería efectivamente hija de Manuel Cristaldo Mieres y Liliana Villalba, mientras que Lilian Mariana sería hija de Osvaldo Villalba y Magna Meza, y que habrían nacido en la clandestinidad, en la región Norte del Paraguay (la primera en febrero de 2009, la segunda en octubre de 2008).
Por su condición de prófugos de la Justicia, los padres prefirieron que las niñas sean sacadas del país y llevadas a la Argentina junto con la abuela, Mariana de Jesús Ayala López, quien había sido sacada de su hogar en la ciudad de Concepción y residía en Puerto Rico, provincia de Misiones, desde hace algunos años.
Para poder otorgarles un registro documental, las niñas fueron inscritas en la ciudad argentina de Clorinda como ciudadanas del vecino país. La inscripción de ambas se hizo el mismo día, el 1 de junio de 2010, cuando una de ellas tenía un año y seis meses de edad y la otra tenía un año y cuatro meses.
Según datos no asumidos públicamente por los familiares, ante la imposibilidad de la presencia de los padres biológicos verdaderos, se presentaron como presuntas madres solteras las tías: Miriam Viviana Villalba Ayala, como mamá de Lilian Mariana (DNI 50.113.108), y Laura Mariana Villalba Ayala, como mamá de María Carmen (DNI 50.113.110).
Firmaron como testigos de la inscripción Gerónimo Alarcón y Tirso Rolando Peña. En la oportunidad también se anotó a un niño (DNI 50.113.109), Ernesto Daniel Villalba, presuntamente el hijo varón mayor de Osvaldo Villalba y Magna Meza, nacido también en la clandestinidad, actualmente mayor de edad e incorporado al grupo combatiente.
Esta irregular situación es la que exponentes del Gobierno paraguayo califican como una documentación “de contenido falso”, sosteniendo que el Estado argentino no lo debería avalar.
Sin embargo, expertos en derechos humanos consultados apuntan que la situación es perfectamente defendible, con base en la Convención de 1954 sobre el Estatuto de los Apátridas de la Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), en donde se establece que, si un niño no es reconocido como nacional en un país, el país de residencia debe otorgarle la nacionalidad. Es decir, si estas niñas nacieron en el Paraguay, pero no pueden ser inscritas acá debido a la situación de persecución de sus padres, tienen derecho a ser inscritas en otro país.
Por algo, a pesar de que la Cancillería paraguaya afirma haber denunciado ante las autoridades argentinas la presunta ilegalidad de los documentos de identidad, el Gobierno del vecino país sigue asumiendo los reclamos sobre al caso, asegurando que las niñas fallecidas son legalmente ciudadanas argentinas.
¿A qué vinieron las niñas?
En contra de la versión de voceros de la Fuerza de Tarea Conjunta y de otros sectores del Gobierno, de que las niñas venían siendo entrenadas desde hace tiempo como jóvenes guerrilleras en los campamentos del EPP, existen indagaciones del Gobierno argentino que demuestran que la directora de la Escuela Provincial 228 del barrio San Francisco, de la ciudad de Puerto Rico, Norma Diertele, asegura que “la niña Lilian Mariana Villalba, de 11 años de edad, asistió a clases hasta el 13 de noviembre del 2019, luego de haber rendido con anterioridad los exámenes finales, en razón de la que la menor tendría que viajar juntamente con su madre, desconociendo el destino”.
El mismo informe registra que la niña Lilian Mariana salió de Misiones, Argentina, por el puente entre Posadas y Encarnación, junto con su madre legal, Miriam Villalba, el pasado 21 de noviembre, con destino al Paraguay.
No existe registro de su ingreso a nuestro país en la oficina de Migraciones, pero cualquiera que conoce el paso sabe que las autoridades de Migraciones en Encarnación no exigen registrarse a los paraguayos que ingresan. Tampoco hay datos sobre la otra niña, María Carmen, pero los familiares sostienen que ambas viajaron juntas.
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“Las niñas querían ir a conocer a sus padres”, dice la abuela Mariana de Jesús Ayala, en un video grabado por miembros del Equipo Misionero de Derechos Humanos, Justicia y Género, con sede en la ciudad de Posadas.
En una entrevista concedida al medio Misiones Online, la abogada Miriam Villalba, como madre legal de Lilian Mariana, asegura también que las niñas viajaron al Paraguay “para conocer a sus respectivos padres” y sostiene que desde que eran bebés no habían podido ver a sus progenitores. Miriam concedió la entrevista en Puerto Rico, lo cual significa que, tras haber traído a las pequeñas al Paraguay, ella regresó a la Argentina.
No hay datos precisos sobre la fecha en que ambas niñas fueron llevadas hasta el campamento del EPP en la región de Yby Yaú. Genoveva Oviedo sostiene que las niñas visitaron casas de familiares, compartieron con sus primas, las hijas mellizas de Carmen Villalba y Alcides Oviedo, “con quienes eran prácticamente como hermanas, ellas están muy dolidas”.
¿Pudieron estar el tiempo necesario para recibir entrenamiento en el uso de armas? Los voceros de la FTC y del Gobierno aseguran que sí. Los familiares insisten en que nunca existió ese propósito con estas niñas, a pesar de que otros hijos menores de edad de miembros del EPP sí forman parte del grupo armado.
Los casos más conocidos son los de Lucio Silva, uno de los fundadores del grupo armado que luego sería el EPP, quien se unió al núcleo en armas llevando a sus hijos Samuel, Claudelino y Jorgelina, esta última con 16 años de edad en el momento de ser incorporada, ahora ya mayor de edad, y de Alejandro Ramos, quien ingresó con su esposa Lourdes y sus hijos menores de edad, A.R.R. y L.T.R.R.
Sin posibilidad de elegir
El artículo 2 de la Convención sobre los Derechos del Niño indica: “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para asegurar que el niño sea protegido contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, las actividades, las opiniones expresadas o las creencias de sus padres, de sus tutores o de sus familiares”. ¿Se está cumpliendo?
Las muertes trágicas de María Carmen y Lilian Mariana, que aún deben ser investigadas y esclarecidas totalmente, deberían servir para poner en el foco en los casos de reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes, no solamente por parte del EPP, sino también por bandas de narcotráfico y otros grupos criminales.
Hasta hace pocos años, el Estado paraguayo reclutaba a menores de edad para el Servicio Militar Obligatorio y existe una lista de 157 jóvenes soldados que murieron en circunstancias dudosas en los cuarteles desde la caída de la dictadura, varios de ellos aún menores de edad.
El propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, protagonizó un hecho polémico el año pasado, cuando autorizó con gran difusión mediática que su hijo Santiago, en ese entonces de 17 años de edad, ingrese a cumplir su servicio en el Centro de Instrucción Militar de Estudiantes para la Formación de Oficiales de Reserva (Cimefor), generando denuncias por violar la Ley 3360/2002, que establece que menores de 18 años no deben hacer el servicio militar.
¿Tenían María Carmen y Lilian Mariana la opción de elegir un destino diferente que la de matar o morir en medio de un monte? En los supuestos apuntes de una de ellas, presuntamente hallados en el campamento del EPP, filtrados por las fuerzas de seguridad en un intento de disminuir la imagen negativa tras el operativo, se pueden leer rústicos textos manuscritos que, además de revelar que su presencia en el inhóspito y peligroso lugar iba a ser solo temporal, también destaca el angustiado intento de una niña de quedarse por más tiempo, a fin de poder compartir con su padre: “Yo necesito que me entiendas, yo porque te quiero hablo con vos. Yo sé que puedo irme porque tengo todo el derecho, desearía que aproveches estos 5 meses que sobra, pero vos decís solo 2 meses…”.
Es como el desgarrador llamado de auxilio de una niña que solo anhelaba un poco de cariño: “Yo quisiera no haber nacido o tener una familia completa…”.
Un llamado que puede atribuirse a otros niños y niñas en la misma situación.
¿Alguien podrá responder...?