Ocurrió en varios pueblos de la región, pero el acto más importante se realizó el 13 de setiembre de 1965, en la plaza principal, frente a la Iglesia de Piribebuy. Ese día, 67 campesinos detenidos y torturados por la policía stronista, acusados de ser comunistas, como parte de la persecución contra las Ligas Agrarias y la guerrilla del FULNA, fueron alzados a una tarima, en medio de una multitud, y tras ser obligados a jurar que renegaban públicamente del comunismo, fueron de nuevo bautizados como católicos por sacerdotes de la diócesis de Caacupé.
“Fue uno de los actos más crueles e indignos que realizaron personeros de la dictadura del general Alfredo Stroessner, luego de semanas de torturas contra cientos de campesinos, a lo cual la Iglesia de Caacupé se prestó de manera lamentable y vergonzosa” destaca el investigador y activista social caacupeño Víctor Duré.
El acto fue dirigido por el entonces ministro del interior, Edgar L. Insfrán, junto a temibles torturadores como Pastor M. Coronel, Arturo Hellman, José Ignacio Irrazábal, entre otros. Involucraron en el acto al entonces párroco de Piribebuy, monseñor Cantalicio Gauto, quien, a los campesinos presos y escoltados por policías y militares, les tomó el siguiente voto: “¿Juráis abjurar del comunismo con el cual fuisteis engañados?”. Los campesinos, amenazados por los uniformados, debían responder con la mano sobre la Biblia: “¡Sí, juro!”.
Represión
“En estos días en que vivimos por primera vez una celebración atípica de la festividad de la Virgen de Caacupé, en una ciudad acostumbrada en esta época a una concurrencia multitudinaria, pero que se encuentra casi desierta por las restricciones ante la pandemia del coronavirus, es importante también recordar este caso, que es como una mancha en la historia de la Iglesia local”, dice Víctor Duré, propietario de una librería a apenas dos cuadras de la Basílica, también afectada por los cierres de calles y las limitaciones gubernamentales.
Duré dirigió la Coordinación de Derechos Humanos de Cordillera y publicó varias investigaciones sobre la represión dictatorial en la región, junto con Agripino Silva.
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La acción de una guerrilla del Frente Unido de Liberación (Fulna) en la región, especialmente de la famosa columna Mariscal López, liderada por Arturo López, el comandante Agapito Valiente, en la década del 60, fue la desencadenante de una represión encarnizada contra los campesinos.
“Hubo redadas muy fuertes en toda Cordillera, muchos campesinos fueron asesinados, cientos de ellos apresados y torturados en la estancia del general Patricio Colmán, en comisarías, en escuelas, en el patio de la Delegación de Gobierno, en Caacupé (actual sede de la Gobernación). La mayoría no tenía relación con la guerrilla, pero la dictadura aprovechó para descabezar cualquier organización crítica u opositora”, explicó Duré.
Rebautismo
En ese contexto, el ministro Edgar L. Ynsfrán organizó los actos a los que llamó “rebautismo”, involucrando a sacerdotes de la Iglesia de Caacupé.
El 13 de setiembre de 1965, a la mañana, 103 campesinos fueron obligados a “rebautizarse” frente a la Iglesia de Piribebuy, y otros 36 a la tarde, frente a la Iglesia de Santa Elena, con la asistencia obligada de cientos de pobladores. El acto quedó registrado en la portada y en varias páginas de la revista Ñandé.
“Se hicieron actos similares en otras compañías más alejadas. Fue un acto humillante, de despersonalización, una especie de exorcismo contra el supuesto comunismo. Lamentablemente la Iglesia local se prestó a eso. El entonces obispo, monseñor Ismael Rolón, estaba de viaje. Quien apoyó principalmente esta postura de colaborar con la dictadura fue el arzobispo Aníbal Menaporta. Hubo una crisis grande, muchos curas no avalaron esta participación de la Iglesia con la represión dictatorial y decidieron abandonar el sacerdocio”, relata Duré.
Cambio
El obispo Rolón, quien participó del Concilio Vaticano II, luego corrigió la postura de la diócesis e incluso llegó a suspender la procesión de la Virgen de Caacupé el 8 de diciembre de 1969, impidiendo la concurrencia del dictador, en protesta por la gran cantidad de presos políticos y la expulsión de sacerdotes jesuitas.
“Hasta ahora no hubo una autocrítica de la Iglesia de Caacupé por esta deplorable acción. El obispo que asumió después de Rolón, monseñor Demetrio Aquino, fue también muy amigo y colaborador de Stroessner, quien en premio le otorgó en 1988 unas 2.400 hectáreas de tierras en Mbocayaty del Yhaguy a la Diócesis de Caacupé, sin que la Iglesia sea sujeta de la reforma agraria. Allí se instaló la llamada Estancia de la Virgen de Caacupé o Tupasy estancia. Convirtieron a la Virgen en estanciera”, destaca Víctor Duré.
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Aunque la Diócesis luego devolvió 900 hectáreas al Estado, se quedó con 1.500 hectáreas. Actualmente, estarían arrendadas a un ganadero de la zona. En 2011, el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert) informó que la Diócesis de Caacupé debió pagar al Estado la exigua suma de 15.000 por las tierras, pero a pesar de que se le otorgó título de propiedad, nunca pagó. En esa fecha debía G. 3.474 millones al organismo agrario.