27 ene. 2025

La imparable ola de inseguridad que golpea a la ciudadanía

Continúa la ola de inseguridad en nuestro país. A diario se reportan los asaltos, hurtos, robos violentos con víctimas fatales, asaltos domiciliarios y a conductores de plataformas, así como los cotidianos hechos de violencia urbana que no dan tregua a la ciudadanía y que afectan a las personas que aguardan en las paradas del transporte público, en las calles y en espacios públicos, mientras las autoridades siguen sin ofrecer respuestas. Las condiciones son ya insoportables. Todos los paraguayos tienen derecho a una vida con bienestar y seguridad.

Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el crimen y la violencia generan un alto costo para América Latina y el Caribe, que equivale al 3,5% de su producto interno bruto (PIB). Por ello, recomiendan “cortar el oxígeno al crimen” para asegurar un crecimiento a largo plazo y avanzar hacia el desarrollo. No caben dudas de que la gran amenaza es el crimen organizado que representa un peligro para la democracia. No se debe olvidar la expansión territorial de los narcotraficantes en Paraguay, la filtración del crimen organizado en la política, y que además nos ubican entre los cuatro países que lideran el crimen organizado a nivel mundial, según un informe de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional. Decir que el narcotráfico y el crimen organizado amenazan la democracia no es una declaración abstracta. Vivir en democracia implica un Gobierno justo, que permita a los ciudadanos vivir una vida en armonía y con bienestar, y esas son precisamente las condiciones que están alteradas actualmente para los paraguayos y paraguayas. A diario nos abruman los casos de violencia urbana, robos y asaltos que no dan tregua alguna a la población del país, que se siente absolutamente impotente, pero sobre todo abandonada por sus autoridades.
El reciente caso que generó una verdadera conmoción es el de la joven madre de dos hijos que falleció tras caer de una unidad del transporte público y sufrir una grave lesión en la cabeza. Para la Fiscalía fue consecuencia de un robo, pues la víctima habría intentado seguir al delincuente, perdió el equilibrio y cayó al asfalto. Con profundo dolor, la madre de la joven había señalado: “Hay una inseguridad que mata”. Y agregó: “Somos gente buena y trabajadora. En cambio, vengo a enterrar a mi hija; eso es lo que me gané en esta vida”.

Nos encontramos viviendo una verdadera ola de inseguridad en todo el país, y además se complejiza la situación, pues los casos de atracos cada día son más violentos, lo que demuestra no solamente un descontrol, sino un profundo desprecio por la vida. También es la evidencia de que la Policía Nacional se encuentra sobrepasada frente a la delincuencia.

La evidencia muestra que los atracos cada vez se tornan más violentos, tal como el caso ocurrido en el barrio Roberto L. Petit de Asunción, donde dos delincuentes, a los tiros, intentaron asaltar a un joven Motobolt; o el caso sucedido en Ciudad del Este, en el que durante un control policial se impidió que unos seis encapuchados con armas largas robaran mercaderías; después de un tiroteo, lograron huir. En el Paraguay de hoy se roban bebés y se raptan a niños pequeños; delincuentes y adictos ingresan a los domicilios, pero la gente que llama a la Policía, por lo general, se queja de la falta de respuestas.

Por otra parte, gran parte del país está padeciendo otra situación que esta fuera del control de las autoridades; se trata de los perjuicios que causa el narcotráfico y su brazo derecho el microtráfico. Según las autoridades, la venta ilegal de sustancias al menudeo es una de las causas principales de la inseguridad ciudadana e influye –sostienen– en el aumento de la criminalidad. El aumento de los focos de venta de drogas es agobiante para la ciudadanía, y es sabido que Asunción y 12 ciudades de Central concentran la zona roja del microtráfico, con sus terribles consecuencias.

Los paraguayos tienen derecho a vivir una vida en libertad y con bienestar. Las actuales no son condiciones de vida digna, pues todos se sienten inseguros no solo en la calle, sino también en los hogares. Las autoridades se enfrentan al enorme desafío de recuperar la confianza por parte de la ciudadanía, trabajar más de forma comprometida y asegurar una convivencia libre de violencia, y con calidad de vida para todos.

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