28 nov. 2024

La inteligencia en su hora crucial

¿Un mero asistente o un potencial reemplazo de la capacidad humana de análisis? ¿Una herramienta innovadora o un futuro condicionante del pensamiento? ¿Qué es el ChatGPT, instalado ya en las metrópolis y grandes centros de producción, y paulatinamente incorporado en la cotidianidad del subdesarrollo, ámbito que –particularmente– nos envuelve y determina nuestra existencia de ciudadanos periféricos?

Como toda anexión de procesos del intelecto diferentes a los ya conocidos, este instrumento informático y digital tiene pros y contras, que abren camino a nuevos desafíos, paradigmas, debates incluso filosóficos, a la hora de inclinar la balanza hacia su adopción o rechazo, dependiendo de qué arista sea analizada.

Apelemos a la acepción básica de esta herramienta: “El ChatGPT es un prototipo de chatbot de inteligencia artificial desarrollado en 2022 por OpenAI, que se especializa en el diálogo”, nos vuelca internet como explicación de este fenómeno posmoderno. Agregamos, según nuestra básica percepción del asunto, que sirve no solo como buscador, sino como un asistente, a quien se le puede llenar de preguntas, consultas, interrogantes de todo tipo y, en cuestión de segundos, expulsa respuestas adecuadas, de acuerdo con el inmenso banco de datos que maneja esta entidad, que hasta parece ser humana, pero no lo es.

En esencia, lo que se gesta entre el ser humano anhelante de respuestas y el dispositivo de donde emergen las mismas es una conversación con una máquina que desarrolla inteligencia artificial para brindar conceptos, pergeñar incluso tesis y satisfacer el anhelo de contenido y conocimiento de parte de quien consulta.

Hasta aquí, esta innovación podría constituir un peldaño más en la escala ascendente del desarrollo, en los procesos propios para continuar haciendo girar la rueda de la evolución hacia la comprensión misma de la existencia, pero (siempre hay un pero) ¿a qué costo?... Podríamos analizar las implicancias y las posibles consecuencias.

La elaboración de pensamiento es propia del ser humano, lo que le diferencia de otros seres vivos. No obstante, este sendero de aplicar similares características a una máquina y que la misma se retroalimente de esa capacidad infinita abre paradigmas nunca antes conocidos.

Pongamos un ejemplo: el pedido para elaborar una compleja tesina de grado o tesis de posgrado podría recibir la respuesta automática y a la carta, quedando la persona solicitante muy cómoda, al no hacer demasiado esfuerzo en la búsqueda de los contenidos ni en la contrastación con otras fuentes, respecto de la información recibida.

Sabemos que en universidades y hasta en colegios de países desarrollados ya se prohibió el uso o abuso del ChatGPT, porque con el tiempo podría atrofiar el cerebro de los estudiantes, al solucionarles en cuestión de segundos el proceso normal de búsqueda de datos, procesamiento y análisis de ciertos fenómenos de la vida. Por ello, es importante acentuar el debate referido a las ventajas o perjuicios de esta revolución, que ya convive diariamente con millones de personas.

En un reciente concierto de Fito Páez, acaecido en una mágica noche del Arena SND, el consagrado vocalista hizo alusión a la inteligencia artificial, expresando que “todo muy lindo, muy innovador, pero esta herramienta jamás podrá generar a un Luis Alberto Spinetta”, postulando con ello que la magia de una creación humana y –en este caso– la maravilla de un músico y compositor de la talla del flaco Spinetta nunca podrá tener parangón en sistemas informatizados, por más notas humanizantes que se pretenda incorporar a los chips y circuitos de las máquinas.

El presente y el futuro se presentan cada vez más complejos, tecnologizados y con interrogantes que deben mover a la reflexión de lo que aspiramos como seres humanos, y con el uso que hacemos de los sistemas informáticos, para no convertirlos en peligrosos reemplazantes del intelecto.

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