11 ene. 2025

La intoxicación del ministro del Interior

Miguel H. López – @miguelhache

El Gobierno sigue sin pausa su peligroso juego de buscar instalar elementos y justificativos para distraer la atención de su mediocre gestión; y al mismo tiempo legitimar versiones y enemigos imaginarios para reprimir la protesta social criminalizándola y para perseguir a opositores y críticos. En esa línea, los dichos últimos del ministro del Interior, Euclides Acevedo, de que los movimientos sociales están intoxicados por el crimen organizado –sin pruebas ni elementos–, se inscribe dentro de la irresponsable manera de acusar alegando que hay sectores que buscan desestabilizar.

No es muy difícil notar que el crimen organizado en realidad está instalado en las diversas instancias políticas y en los Poderes del Estado. Que hasta los organismos de seguridad, de combate al narcotráfico y la propia milicia están inficionadas.

Los manuales básicos de propaganda y de conflictos de baja intensidad y/o falsas banderas –muy institucionalizados bajo la dictadura stronista– dictan estas operativas que el régimen de Mario Abdo sigue alentando, en vez de preocuparse por cumplir con las funciones del Estado y de encarar un gobierno por lo menos sensato.

Cuando un presidente y sus ministros, más aliados y seguidores partidarios, empiezan a hablar de conspiraciones, de boicot, de enemigos invisibles y de desestabilizadores innominados, es porque en la práctica buscan distraer de la situación calamitosa de su gestión y perseguir las críticas y reclamos frecuentes en contra de su inoperancia e incapacidad.

En este caso, Euclides, quien reemplaza al cuestionado Juan Ernesto Villamayor, busca construir un imaginario sobre el cual pueda sentar las bases de acciones futuras. No es desconocido –a veces es incluso muy frecuente– que, respaldándose en supuestos datos de inteligencia –esa misma que ni se percata de cuando se prepara el escape de un peligroso narco–, algunas autoridades enarbolen altisonantes anuncios que dan cuenta de peligros inminentes, ataques casi, casi ejecutándose, catástrofes que están a centímetros de ocurrir y de ataques a la “institucionalidad, la familia paraguaya y sus buenas costumbres”, que se están produciendo (solo en sus cabezas).

Pergeñar escenarios falsos y hacer que la gente crea es la más vieja mecánica a la que echan mano siempre los que están en el poder. Cuando sus gestiones son el verdadero atentado contra las instituciones, la constitución, la democracia y las personas proyectan esas razones y culpas sobre otros. Son actos que no resisten un análisis serio, pero que en estos tiempos de posverdad y población patológicamente desinformada prende como aquello de que los africanos nos invadirían si aprobábamos el protocolo migratorio.

Todos sabemos la sofisticada labia del ministro del Interior actual. También conocemos de que por lo general en su vida política y de hombre público no construyó más que buenos discursos. Ni sus gestiones parlamentarias, ni las variopintas conducciones partidarias que ejerció dejaron un saldo que pueda ostentarse como ejemplo de destacado desempeño. Por tanto, lo que ahora coloca en el firmamento del disparate, aupado en la siempre insuflada amenaza de la inseguridad a causa de los criminales (muchos, muchísimos en el poder de turno), es el pretexto previo para justificar presentes y futuras incursiones.

Si el ministro del Interior asegura lo que afirma, es justamente su ministerio el que debe accionar y combatir esa delincuencia “que contamina”. Colocar en los medios acusaciones temerarias solo sirve para azuzar viejos monstruos y al mismo tiempo a descalificarse como autoridad incompetente.

Para buscar desestabilizadores, deberían mirar dentro del Poder Ejecutivo. Mario Abdo es el principal sujeto de la inestabilidad por inoperante y por el disparate. La recesión es una de sus colaboraciones.

Tanto vyrorei y macartismo desde el Gobierno intoxican la razón del gran señor ministro...