28 nov. 2024

La isla de Francia

En Yaguarón, el museo Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, ofrece a sus visitantes un paseo por el Paraguay del siglo XIX con la exposición de diferentes objetos de esa época, que le dan un ambiente apropiado a la casa que los alberga, construida en el siglo XVIII. Vamos al pasado.

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Por: Carlos Darío Torres

Fotos: Fernando Franceschelli

Los deseos de Stroessner eran órdenes. “Busquen en Yaguarón una casa de la época. Y cuando la encuentren quiero que instalen ahí un museo, que se va a llamar Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia”, sugirió el dictador. Corría 1960 y la “sugerencia” debía ser cumplida; así que allá fueron sus colaboradores para encontrar la que sería la sede del museo que Stroessner quería.

Estela Pereira, encargada de despacho del lugar, es quien nos relata la historia detrás de la conversión de una propiedad particular en el escenario en el que se muestra una época distante pero de gran importancia en el proceso de formación de nuestro país y en la consolidación de su independencia.
Solar elegido
“Este museo no podía llevar el nombre del padre del doctor Francia, porque no fue un prócer de la independencia nacional, aunque seguramente hubiera sido más apropiado porque era quien vivía en este lugar”, refiere Pereira.
La casa en cuestión terminó siendo una propiedad perteneciente a la familia Velázquez, que fue construida en 1750. “A finales del siglo XVIII era la oficina de una administración de tabaco en Yaguarón, que se encontraba a cargo del portugués Joseph Engracia Garcia Rodrigues de França”, explica la encargada del museo.
Joseph (o José) Engracia Garcia Rodrigues de França había arribado a Asunción cuando niño, como parte de un grupo de colonos provenientes de Mariana -localizada en el actual estado brasileño de Minas Gerais- llamados por el gobernador de la provincia, Jaime Sanjust, para la siembra, cultivo e instalación de una fábrica de tabaco torcido en Paraguay.
Este ciudadano luso se casó con la paraguaya María Josefa Fabiana Velasco y Yegros -pariente de Fulgencio Yegros- con quien tuvo cinco hijos, de los cuales el tercero y primer varón fue José Gaspar Rodríguez de Francia, que llevó el nombre de José por el padre y de Gaspar por haber nacido el día de Reyes.
Si bien la vivienda de Yaguarón, donde ejercía sus funciones administrativas, no le pertenecía, para la gente del lugar era la casa de Francia (sus nombres y apellidos ya se habían castellanizado), porque también era el lugar donde habitaba.
En la época en que su padre desarrollaba funciones administrativas en Yaguarón, el futuro doctor Francia era un joven que se encontraba estudiando en la Universidad de Córdoba. Es decir, su vínculo con la propiedad que hoy alberga el museo que lleva su nombre proviene de su relación con la ocupación paterna.
La casa, construida en el siglo XVIII, alberga al museo.

La casa, construida en el siglo XVIII, alberga al museo.

Escenario de una época
La vivienda siempre estuvo habitada, lo que hizo que se mantuviera bien preservada. Cuando se decidió convertirla en museo las baldositas que le habían sido agregadas al piso fueron sustituidas por ladrillos que imitan a los originales.
Quienes esperen encontrar un museo con pertenencias del doctor Francia, probablemente no vean colmadas sus expectativas, pues solo algunas de las cosas exhibidas son, efectivamente, atribuibles al Supremo.
Pero esto no debería ser un obstáculo a la hora de decidir visitar el museo, ya que se trata de una verdadera cápsula del tiempo, una isla del pasado anclada en el siglo XXI. A medio centenar de kilómetros de la capital, a 300 metros de la ruta I, se encuentra la propiedad que reúne objetos provenientes del siglo XVIII, algunos coetáneos del doctor Francia y otros, posteriores.
La edificación, bien conservada, es la típica vivienda del período colonial, cuya tipología se conoce como culata jovái. La definición tipológica consigna que se trata de un partido simétrico, consistente en un espacio central (koty guasu, habitación grande) y que tiene dos cuartos, estancias o piezas a los costados.
Culata es el nombre que reciben los cuartos, mientras que el término en guaraní (jovái) ilustra que los recintos mencionados están enfrentados, que están ubicados frente a frente u opuestos simétricamente, por lo que su traducción más apropiada sería “cuartos enfrentados o estancias enfrentadas”.
El deseo de Stroessner se pudo materializar recién el 17 de mayo de 1968, fecha en la que el museo abrió sus puertas al público. La puesta a punto contó con el concurso de los historiadores Carlos Pusineri Scala y Luis G. Benítez, quienes también habían colaborado en la concreción del museo de la Casa de la Independencia.
Para el festejo del Bicentenario de la Independencia Nacional, el entonces titular de la Dirección General de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Secretaría Nacional de Cultura, Carlos Colombino, ordenó amurallar la propiedad con piedras e instaló una verja de hierro y un portón para personas con discapacidad, además de alarmas. Se construyó también un salón de piedra con 40 sillas con pupitre, con un televisor plasma, acondicionador de aire, un almacén y cuatro baños.
“Después de 48 años refaccionaron el museo y se instalaron luces dicroicas, que no afectan a las pinturas. El 31 de enero se hizo la nueva intervención museográfica”, relata Pereira. En la ocasión, se dotó al sitio de objetos de diversa procedencia, los que terminaron de darle el clima que envuelve en la actualidad a la exhibición.
ETAPAS. Tres muñecos reflejan el aspecto del Doctor Francia en varios momentos de su existencia. Una cuarta imagen -que no aparece en la foto- lo muestra en su juventud.

ETAPAS. Tres muñecos reflejan el aspecto del Doctor Francia en varios momentos de su existencia. Una cuarta imagen -que no aparece en la foto- lo muestra en su juventud.

Mucho que ver
La vivienda estuvo habitada en forma permanente, lo que ayudó a su preservación, pero también tuvo efectos colaterales no deseados, como la instalación de baldosas en el piso, las que tuvieron que ser removidas y reemplazadas con ladrillos; desde luego, no con los originales sino con imitaciones. Estas piezas, así como las tejas, son de un tamaño mayor a los materiales actuales.
La idea de ofrecer un espacio que refleje cómo se veía la vivienda en los siglos XVIII y XIX está lograda. Al ingresar al recinto, el visitante se sumerge en un tiempo pretérito que encierra no pocas sorpresas para el lego. Por ejemplo, en cada habitación se aprecia unos pomos sobresaliendo de las paredes. Son las hamaqueras, o puntos donde se colgaban las hamacas.
En siglos pasados no eran pocos los que preferían dormir o descansar en una hamaca, antes que hacerlo en una cama, que generalmente eran de grandes dimensiones y ocupaban un espacio grande. En cambio, con las hamacas se tenía la posibilidad de descolgarlas una vez levantados y dejar en el recinto un lugar desocupado.
Las hamaqueras también podían ser de gancho, que se clavaban en un pedazo de madera en forma de cuña, que a su vez se introducía entre los ladrillos (hay ejemplos en exhibición). También podían ser pedazos de viga sobresalientes, pero lo cierto es que cada vivienda contaba con varias de estas instalaciones, dispuestas en diferentes ángulos para acomodar la hamaca en la mejor posición.
Llama también la atención que algunas ventanas están ubicadas a baja altura. Según la explicación de Pereira la razón es que así dispuestas se evitaba que el inclemente sol del verano paraguayo recalentara el hogar. “Solemos regar el piso y la habitación queda fresquita”, agrega la encargada.
Sorprende, asimismo, que la saliente interna de la ventana exterior esté revestida –al menos eso parece, de entrada- por un rectángulo de madera. Uno puede pensar que la tabla está puesta para usar el lugar como silla o sofá. Claro que también es esa una de sus funciones, pero la madera no es sino la tapa de un cubículo funcional, que puede servir como depósito o guarda de ropa o alimentos.
Pero yendo a los objetos en exhibición, solamente algunos pertenecieron al dictador perpetuo, como la tabaquera de cuero (Pereira cuenta que Francia era un fumador empedernido), un par de estribos de plata y cuero, y un par de libros en los que se puede apreciar la firma del gobernante y otras anotaciones.
Hay imágenes de santos, talladas o pintadas, procedentes de la cercana iglesia de Yaguarón y de la antigua iglesia de San Roque. Mucho de lo nuevo del museo se trajo en compensación de los que fueron cedidos a otros sitios de exhibición, como los retratos de Fulgencio Yegros y Pedro Juan Caballero.
“Tenemos santos italianos y españoles, una columna procedente del museo de la Casa de la Independencia, sillas, sillones. Mucho de lo que poseemos proviene de donaciones de parientes, amigos, vecinos. Algunos forman parte del acervo del museo, como el capitel de iglesia traída de Misiones”, agrega Pereira.
Además, se destacan las imágenes del siglo XVIII traídas del Alto Perú, como el de la Inmaculee Conception, o la pintura de la Virgen de los Viajeros, adheridas a un estuche de tacuara en el que se enrollaba para para ser transportada, protegida de la lluvia.
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Se exhibe, además, un baúl español recubierto de cuero, una efigie de San Benito, traído de Concepción, un arcabuz, y los llamativos moldes para el mbeju tova (no confundir con Mbeju Rova, marcante del ex ministro de Stroessner, J. Eugenio Jacquet), con los que se hacían la tortas de almidón con dibujos en relieve.
No menos interesantes son los ejemplos de cigarros de la época, que no eran sino hojas de tabaco liadas, gruesos como ramas y ante los cuales los actuales cigarros poguasu lucirían como cigarrillos King Size. También sorprende lo que uno pensaría que es un cigarro en forma de mecha enrollada, pero que servía para llenar la pipa y estaban untadas con miel de abeja y caña.
Y no se puede dejar de mencionar la colección de retratos del doctor Francia, de diferentes autores y fisonomía. Vale recordar que el Supremo no permitía que le retratasen el rostro por lo que las imágenes fueron realizadas tomando como modelo el de su hija Ubalda García de Cañete, conocida como La Niña Francia, de quien también hay una pintura, así como de Francisca del Rosario Cañete, la nieta del dictador.
Para la apertura del museo fueron traídos de España cuatro muñecos, se supone que de tamaño real, de Rodríguez de Francia. Representan al gobernante en cuatro etapas de su vida: cuando joven, estudiante en Córdoba; en su época de alcalde; al momento de proclamarse dictador, y en su ancianidad.
El museo ofrece otros objetos, documentos y láminas que no detallamos pero que también son un espejo del Paraguay de hace dos siglos, un ambiente que se revive en un sitio ideal para realizar un viaje al pasado. Una experiencia suprema.

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Dependencias
El museo Doctor Gaspar Rodríguez de Francia depende de la Secretaría Nacional de Cultura, la que a su vez es dependiente de la Presidencia de la República.
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Los visitantes
De acuerdo a los registros del museo entre enero a mayo de este año ya acudieron 2.500 personas. La proyección de esta cifra permite estimar un crecimiento del número de visitantes, si comparamos con los números de 2014, cuando hubo 4.800; y de 2015, año en el que acudieron en total 5.300.