El proyecto comenzó en 2008, cuando los pescadores de las Azores comenzaron a hablar de los “pintados” que llegaban en verano a la isla de Santa María, en el extremo sur del archipiélago, rodeados de gigantescas colonias de atunes, explica a EFE Nuno Sá, cámara acuático y director del documental.
A partir de ahí, pescadores, investigadores y observadores se pusieron manos a la obra con la tecnología más potente para estudiar la migración de unos animales que suelen habitar en aguas cálidas tropicales y subtropicales.
Pero, después de varios periodos estivales, los tiburones ballena, que pueden alcanzar los 17 metros de longitud y las 34 toneladas y son capaces de recorrer la mitad de la circunferencia de la tierra, dejaron de acercarse a la isla portuguesa.
“Durante siete u ocho años este documental se quedó guardado en un cajón y olvidado porque no había una historia, hasta que hace unos años volvieron”, recuerda Sá.
Pero, ¿cuál es el motivo de su paso por Azores?
CALENTAMIENTO GLOBAL
La migración de los tiburones ballena a la Isla de Santa María en los veranos más cálidos es producto de la actividad humana, concluyen los expertos.
“Una de las hipótesis es que estas ocurrencias del tiburón ballena sean una consecuencia del calentamiento global y, particularmente, de la temperatura del agua”, apunta a EFE el investigador Jorge Fontes.
“Todo parece indicar que por eso empezaron a aparecer en las últimas décadas y parecen ir cada vez más al norte, porque las aguas del planeta entero están un poco más calientes”, añade Nuno Sá.
Además, el cruce de corrientes frías y calientes y la amplia biodiversidad de la zona, con aguas ricas en nutrientes que en verano producen la cantidad de alimentos necesaria para este tiburón facilita su presencia en la zona.
Todo ello justificaría la migración y por qué solo los más grandes de esta especie llegan a Azores, al tener una mayor capacidad para soportar temperaturas más frías.
LOS ATUNES, SU PRINCIPAL ALIADO
Otra de las grandes incógnitas es la relación de estos gigantes con los bancos de atunes que les acompañan y que, según los investigadores, responde a una estrategia de caza.
“Nos dimos cuenta de que el tiburón ballena solo conseguía alimentarse si tenía atunes que le ayudasen a acorralar y concentrar los pequeños peces de los que se alimentan”, detalla Fontes.
El tiburón, demasiado lento para salir de caza, detectaría a sus víctimas, se pararía y dejaría que los atunes la rodearan formando una especie de bola que el pez más grande del mundo atraviesa para alimentarse.
Lo que todavía es un misterio es qué ventaja encuentran los atunes.
“Tal vez sea porque, por naturaleza, a los atunes les gusta agregarse en sitios de referencia y el tiburón ballena sea ese punto. Otra hipótesis es que los tiburones ballena sean mejores que los atunes al detectar los peces pequeños”, apunta el cámara Nuno Sá.
TODO EL ECOSISTEMA ESTÁ INTERCONECTADO
Pero los atunes no son los únicos aliados del tiburón ballena.
Los investigadores recuerdan que en 2019 los atunes desaparecieron de Santa María y los gigantes encontraron sustituto en las bacaladillas.
El documental se proyectará en la Conferencia de los Océanos de Naciones Unidas, que acogerá Lisboa entre el 27 de junio y el 1 de julio.
Su mensaje es claro: “No existe un problema aislado en los océanos”.
“Llegamos a la conclusión de que el calentamiento global hasta afecta al mayor pez del mundo, lo que básicamente es afectar a nuestro ecosistema y nuestro planeta entero”, resume Nuno Sá.
“Tenemos que encarar el ecosistema y las amenazas como un todo, como una comunidad en la que todo está relacionado (…) Tenemos que pensar siempre en nuestra supervivencia y nuestra calidad de vida como estado dependiente de un gran ecosistema en el que todo está interconectado”, concluye Fontes.