Paraguay sigue siendo el país del disparate institucionalizado. El tratamiento, último, en la Cámara de Diputados del proyecto de ley de paridad que ya contaba con aprobación del Senado, desató los más lamentables desquicios de personas puestas allí para representar los intereses de la diversa mayoría de la población.
Uno de los primeros absurdos –por su dimensión escatológica– es el hecho de que lo resuelto por la Cámara Baja fue aprobar una normativa de la paridad sin paridad. El proyecto original que indicaba un 50/50 en las representaciones políticas en los cargos electivos y la función pública, quedó eliminado y diluido en la nada. Fue derivada a la idea de aplicar el 30% del subsidio a partidos políticos a la ejecución de campañas de formación y capacitación a mujeres en liderazgo político. Lo demás, es nada.
Este despropósito, que no resiste un solo análisis sensato, estuvo precedido y sucedido por declaraciones de parlamentarios que provocan vergüenza y despliegan, no solo el pensamiento ruinmente victoriano, sino razonamientos inverosímiles que desprecian la inteligencia hasta de los menos conspicuos.
El desprestigiado diputado colorado José María Ibáñez, procesado por el caso en el que pagaba a sus caseros con fondos del Legislativo y además les quitaba un porcentaje, expresó que dar paridad es insultar a las mujeres que lograron posicionarse en la función pública por propio mérito; y que además la normativa así concebida suplanta cuota por habilidad y capacidad propias. Y como no podía ser de otro modo, destiló paranoia conspiraticia alegando que detrás de esta ley hay un lobby internacional sobre la falseada ideología de género y el matrimonio igualitario. Para rematar que con leyes como esta se abre el riesgo de que los hombres se operen para ocupar cupos de mujeres...
Le hizo coro la ex patriaqueridista Olga Ferreira, indicando que ella es más inteligente que quienes proponen la idea de la paridad y que estuvo 15 años en el Parlamento sin una ley similar. Aludió a las mujeres heroicas y abnegadas de Paraguay que no necesitaron esta normativa.
A su vez el colorado Bernardo Villalba alegó que si se otorga la paridad se obligará al elector a votar por el sexo.
Debajo de estas apreciaciones –que terminaron primando y generando una ley que solo mueve a risa– existen una serie de prejuicios y maniobras de grupos que defienden un modelo de sociedad donde la desigualdad en todos los sentidos siga permitiendo el dominio de unos sobre otros.
La normativa que había sido sancionada en el Senado, previamente, buscaba dar andamiento a los principios de igualdad, participación y no segregación constitucionales, atendiendo que en la práctica la discriminación de la población femenina es una verdad indiscutible. En el proyecto original trabajaron 5.000 mujeres durante tres años.
Lo que queda claro en este tema es que el interregno en que se encuentra el país es tan complejo que las amenazas a que volvamos a tiempos de Torquemada, el medioevo, son reales y vigorosas. No extrañaría que en breve ciertos fundamentalistas en el Legislativo promuevan quemar personas por ser diferentes.
Es tan fácil de entender que si se plantea una ley de paridad es precisamente porque algo no está bien...