Seguro que vieron La lista de Schindler, la película dirigida por Spielberg y que relata la historia de Oskar Schindler, un empresario alemán que salvó de morir en el Holocausto a más de mil judíos polacos durante la Segunda Guerra Mundial.
No les quiero espoilear, pero en el final de la película Liam Neeson, el actor que hace de Oskar Schindler, se derrumba y se lamenta llorando no haber destinado más dinero en salvar más vidas.
Volví a ver la película el otro día, justo después de leer el informe diario de Covid del Ministerio de Salud: 98 muertos reportaban, y no pude menos que acordarme de Mario Abdo Benítez.
Convengamos que no podemos culparlo al presidente de la pandemia que tiene a maltraer al mundo entero desde hace más de un año. Por lo que sabemos, al parecer, todo comenzó con una sopa de un pariente de Batman, allá lejos, en China.
Pero desde entonces, desde que el mundo se vio obligado a encerrarse en cuarentenas obligatorias, y aprendió a lavarse las manos y a usar mascarillas, mucha agua corrió bajo el puente.
Como no podía ser de otra manera, a este olvidado rincón del planeta llegó también el virus, y arrasó, literalmente, con nuestro raquítico sistema de salud.
El sistema de salud pública en el Paraguay siempre fue un desastre. Esto no significa que los médicos y las enfermeras fueran un desastre; no, señora. Lo que digo es que siempre fue insuficiente; ¿o ya nos olvidamos las poquitas camas de UTI que teníamos antes de la pandemia?
¿O acaso creen ustedes que financiar esta mega crisis que estamos padeciendo con polladas y rifas lo inventamos ahora?
Las polladas siempre han sido la manera de sostener la salud pública, al menos para los pobres, que somos mayoría en el país. Un cáncer en la familia es sinónimo de sufrimiento, pero también de que la familia va a terminar endeudada y, casi seguro, perdiendo los pocos bienes que tenga. Porque como dicen los economistas, el gasto de bolsillo en salud siempre ha sido muy elevado. Y, nota aparte, en este punto sí podemos señalar un culpable: la ANR, el Partido Colorado, que en 70 años de malos gobiernos no quiso construir una salud pública para el pueblo paraguayo.
La otra cara de esa crisis permanente, de la pollada y de la rifa ha sido y sigue siendo la solidaridad de la gente. La solidaridad es la fuerza que sigue sosteniendo este país en sus horas más oscuras. La solidaridad no solamente compra midazolam y atracurio, es la que nos da esperanzas para seguir andando.
Pero tuvo que llegar el coronavirus para mostrarnos tan explícitamente que había sido ya estamos conviviendo con otros virus igual de mortales. La corrupción, la indiferencia y la falta de empatía de la dirigencia política con el pueblo. No tienen escrúpulos ni compasión. Son inconmovibles.
Como un hecho histórico salió una ley del Congreso Nacional sobre el uso de los fondos socioambientales de las binacionales en Salud. La ley obliga a Mario Abdo a destinar los fondos de Itaipú y Yacyretá en Salud, y, como era de esperarse, no tiene la bendición del Partido Colorado. Se habla de unos 150 millones de dólares, que podrían pasar a disposición del Ministerio de Salud para ayudar en este momento de crisis, con tantos enfermos y muertos por Covid.
En estos momentos la gente muere en los pasillos de los hospitales, sin poder llegar a la UTI, porque el sistema está saturado; y mientras los paraguayos pobres siguen con las polladas, vendiendo sus casas o sus autos para comprar medicamentos, Mario Abdo Benítez se tomó un buen tiempo para promulgar la ley que nos puede dar millones de dólares y un respiro en este momento tan horrible que vivimos.
No debería haber dudado en usar la plata de Itaipú y Yacyretá para salvar la vida de paraguayos. ¿O es que no le importa saber al final cuántos muertos va a haber en su lista?