21 dic. 2024

La muerte de Lalo y la navaja de Ockham

La muerte del diputado Eulalio Lalo Gómes a manos de la policía durante un allanamiento realizado en su propia casa y en el marco de una investigación sobre lavado de dinero desató el primer conato de rebeldía en el oficialismo y dio pie a todo tipo de teorías de conspiración, desde la consabida quema de archivo hasta la infaltable injerencia estadounidense en cuestiones domésticas. Creo que pocos se tomaron la molestia de leer la imputación fiscal porque allí se encuentran –en mi opinión– las claves de lo que pasó, las que nos dan la explicación más simple y por esa misma razón la más probable (teoría de la navaja de Ockham).
Pongamos los hechos en contexto. El caso Lalo nace con una investigación en Brasil sobre Jarvis Chimenes Pavão, el brasileño que lideró la mayor organización criminal en la frontera con Paraguay, un traficante de drogas que operaba desde Pedro Juan Caballero bajo la fachada de próspero ganadero. Jarvis fue detenido aquí y extraditado a su país en 2017 donde sigue preso. La Justicia brasileña constató, sin embargo, que parte de su estructura mafiosa se mantiene intacta debido a los fondos que recibe desde Paraguay. En 2021 allanaron su celda y descubrieron documentos y equipos que contenían información sobre sus bienes en Paraguay y sobre las personas con quienes su hijo, Luis Pavão, mantenía permanente comunicación telemática (correo electrónico) para convertir esos activos en dinero.

Brasil remitió a Paraguay esos mails y sobre esa base comenzó la investigación de la Fiscalía local. Los agentes paraguayos identificaron a Carlos Oleñik y Adrián Brizuela como los gestores de los bienes de Jarvis en Paraguay. Su hipótesis es que ambos introdujeron dinero sucio de Jarvis en diferentes empresas, y a través de estas al sistema financiero. Oleñik y Brizuela también vendían inmuebles para facilitarles liquidez, uno de ellos fue la estancia Negla Poty, adquirida por el diputado colorado Lalo Gómez y su hijo Alexander.

La operación, realizada a través de la financiera Finexpar (hoy Banco Zeta), registra un sinnúmero de irregularidades que solo se explican suponiendo que los Gómes sabían que el objetivo de la transacción era únicamente dar respaldo financiero a los Pavão. Siguiendo esta línea, los fiscales descubrieron que Lalo y su hijo realizaron varias transacciones muy parecidas (como de descuentos de cheques) a través del mismo grupo financiero y a favor de otras organizaciones mafiosas, como el clan Mota, la facción liderada por Luis Carlos Da Rocha (alias Cabeza Branca) y la compañía de Diego Benítez, acusada de traficar cocaína a Europa en tarros de pintura.

Los agentes concluyeron que Lalo y Alexander lideraban su propia organización responsable de brindar apoyo financiero y lavar recursos espurios de diferentes grupos criminales, una derivación insospechada del caso Jarvis. Con toda esta información, los fiscales decidieron finalmente detener a Alexander y confiscar teléfonos y equipos informáticos de la casa de Lalo, a quien no podían aprehender dados sus fueros de legislador.

Dudo que el presidente Santiago Peña desconociera lo que se iba a hacer. Supongo que hoy se afirma tal cosa para protegerlo debido al giro inesperado que tuvo la operación. Me inclino a pensar que quienes planificaron los allanamientos previeron que habría resistencia por parte de Alexander, pero no que el diputado reaccionaría disparando. Considerando su nivel de influencia, el hombre difícilmente creyera que quienes irrumpieron en su casa eran policías. Suponer; no obstante, que el objetivo fuera acallarlo no tiene mucha lógica, ya que la mayor parte de la información que él pudiera dar está en manos de los fiscales.
Por supuesto, las circunstancias de su muerte se deben investigar, pero ¿por qué la reacción rayana en la indisciplina partidaria de los diputados oficialistas? ¿Por qué la amenaza inmediata de suspender a los fiscales del caso?

Sospecho que, en realidad, lo que preocupa es que la pesquisa prosiga y que salten más nombres de los beneficiarios del “sistema”, además de haber perdido la sensación de seguridad de que si saliste en la foto del quincho, nadie te va a tocar.

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Carlos Elbo Morales — carlos-morales@uhora.com.py