Ellas estuvieron en las rebeliones de indígenas contra opresión de los españoles, quienes las raptaban, abusaban de ellas o deportaban a la ciudad para destinarlas a tareas domésticas. Lejos del romanticismo que le atribuyeron algunos libros académicos, su presencia fue crucial en el proceso de independencia y para sostener al país durante las guerras.
Juana María de Lara es la única prócer mujer de la independencia, pero Josefa Antonia Cohene, Gregoria Benítez, Beatriz Fernández Montiel, Luisa Bernarda de Echagüe, Juana Mayor y Josefa Facunda Speratti, esposas de los Próceres de Mayo, también participaron de una u otra forma de la revolución emancipadora. Una carta de Josefa, en la que hablaba sobre la igualdad, justicia y dignidad, es por ejemplo el primer documento que refería sobre la esclavitud en el país, recordó hace un año la investigadora Mary Monte en un webinar sobre el protagonismo de las mujeres en la historia paraguaya.
Durante la Guerra contra la Triple Alianza se reforzó su papel como abastecedora de alimentos en medio de profundas precariedades, presiones de parte del Gobierno y cargas excesivas de trabajo de las mujeres rurales. Barbara Potthast, experta en estudios latinoamericanos, género y estructuras familiares, habla de las Residentas, pero no desde la figura romántica de donante de joyas, sino desde su papel más notable, es decir, de mujeres que abandonaron la ciudad y empezaron a labrar la tierra, mientras que las Destinadas, consideradas sospechosas por su posición política, vivieron encarceladas.
Aunque no hay muchos datos sobre un cambio de roles de género luego de la contienda, algunos textos aseguran que las mujeres empezaron a ocupar más de espacio en actividades industriales y comerciales, además aparecen las primeras maestras, un oficio que antes era ejercido solo por hombres. La situación en la Guerra del Chaco fue similar, aunque ya con las primeras mujeres profesionales en la Medicina alistadas en los campamentos, entre ellas Georgina Dávalos, sobrina de Serafina Dávalos, la primera mujer abogada de Paraguay que enfrentó a todo el sistema estatal que impedía a las mujeres, a través de su norma jurídica, acceder a derechos básicos, principalmente de educación y trabajo digno.
En la historia más reciente tenemos a la dictadura como una de las épocas más oscuras para los derechos humanos. La cacería de opositores hizo que las mujeres quedaran solas a cargo de la generación de ingresos para el hogar y de las tareas de cuidado, pero también ellas eran perseguidas, torturadas y desaparecidas. Los intentos por invisibilizar el aporte de la mujer en el aspecto político y socioeconómico están al orden del día. Un gran avance hubo en la participación política femenina desde de 1990, especialmente en cargos electivos, sin embargo, el crecimiento se estancó en la última década. En las elecciones del 2018, las mujeres representaron el 18% de los escaños en la Cámara de Senadores y solo el 15% en la Cámara de Diputados.
Si bien las mujeres fueron ingresando más al campo laboral y en actividades que antes eran asignadas solo a los hombres, sigue existiendo una brecha en el acceso a cargos ejecutivos y salarios. Entre la población más vulnerable en esta categoría, la Encuesta Permanente de Hogares Continua del cuarto trimestre del 2022 arroja como resultado una desocupación de 212.265 personas, de las cuales el 52% son mujeres.
Esta realidad muestra que dimos pasos importantes, pero que debemos seguir abriendo el camino para alcanzar la igualdad.