La exposición Electronic, de Kraftwerk a The Chemical Brother, presentada este martes a la prensa y que se abrirá al público este viernes, hace un repaso de todas sus etapas y sus secretos en el Museo del Diseño de Londres.
“Al final, coges tal confianza con tu mesa de mezclas que los movimientos se convierten en reflejos musculares, estos en música y así fluye la magia”, dice el músico británico Richie Hawtin, que se ayuda de esta palabras para expresar qué tiene de especial este estilo musical y estos sonidos retumbantes.
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Unos sonidos sensoriales que van más allá de ponerse unos auriculares y escuchar. Las luces de neón, las epilepsias, los destellos. La música electrónica se forma de algo más que simplemente música.
Su origen se sitúa al amparo de la proliferación de la electricidad a principios del siglo XX, pero no fue hasta mucho después que este estilo musical se instauró en la sociedad.
La publicación del manifiesto El arte de los Ruidos, del futurista Luigi Russolo, la salida al mercado del órgano Hammond y los estudios del sonido tras la Segunda Guerra Mundial fueron algunos de los hechos que desembocaron en el desarrollo de esta clase de música.
Para 1968 se produjo el primer concierto de música electrónica en Londres, a cargo de Delia Derbyshire, Tristam Cary y Peter Zinovieff. En 1971, Brian Eno empezó a utilizar sintetizadores en sus creaciones y ese mismo año Stanley Kubrick usó este instrumento en la banda sonora para La Naranja Mecánica.
Su despegue definitivo llegó en los 80, cuando la música punk pegó un bajón y a los jóvenes se les antojó un nuevo movimiento hippie.
Esta vez no estaría liderado por los sonidos de Woodstock, sino por Kraftwerk y más tarde The Chemical Brothers. Un fenómeno que se llamó “La segunda ola del amor” y cambió los jóvenes cantautores con sus canciones protesta por la locura, la efervescencia y los bailes de los locales nocturnos.
En la extensa visita al Museo del Diseño en Londres, se pueden apreciar las portadas de todos los discos que marcaron este momento y esta ola cultural. El más importante de ellos probablemente es The Man-Machine (1978), de los alemanes Kraftwerk, cuyo hueco en la exhibición va desde las escuchas, el visionados de videoclips y una experiencia 3D para algunas canciones de la banda.
“Esta muestra también nos enseña lo que nos hemos perdido durante el confinamiento. Creo que es una oportunidad para volver a vivir cómo sería estar en un club nocturno, con los láseres, el humo, las luces y los sonidos. Es una oportunidad para experimentar y también para darse cuenta de la importancia que ha tenido en la cultura posterior la historia de esta música”, explicó a Efe Gemma Curtin, comisaria de la exposición.
Las discotecas de Berlín, Düsseldorf, Dortmund, Turín, Chicago y Nueva York están retratadas por medio de fotografías en las que el público se encuentra absorto. Son casi murales sociológicos en los que cada persona parece pertenecer a un mundo y un escenario distintos.
Desde el que baila alocadamente hasta el que tiene la mirada perdida. El que intenta ligar y el que cierra los ojos y aprieta los dientes.
La música electrónica se funde con la noche en un estado de ánimo y flota a través de la forma de vivirla de cada uno. Su escenario es la calle, de donde beben muchas de sus influencias, y la pista de baile, que sirve como unión entre los altavoces y el cuerpo humano.
El Museo del Diseño ha convocado a dúos como Daft Punk o a grupos más clásicos como New Order para conformar una exhibición que va más allá de lo visual y que trata de introducir a la gente en un movimiento que los jóvenes tomaron para liberarse y que ahora se ha apoderado de la noche.
La exposición se pondrá en marcha este viernes 31 en lo que significará la reapertura del museo tras varios meses cerrado debido a la crisis del coronavirus.