Celebramos esta Navidad tras haber superado el más reciente evento político de las internas de los partidos, rumbo a las elecciones generales del 2023. Las votaciones se desarrollaron con la normalidad que se podía esperar, y el hecho de que los candidatos perdedores lo reconocieran debidamente aportó al clima de tranquilidad que tuvo aquella jornada.
La democracia en el Paraguay es todavía muy reciente. Considerando que este periodo de 33 años de democracia ininterrumpida, conseguida tras el golpe que puso fin a 35 años de dictadura, es el más extenso que ha vivido el país en toda su historia, deberíamos celebrar que los ritos democráticos están vigentes y son ratificados por la ciudadanía.
Los hechos políticos de este año han sido, sin dudas, notables. Se dieron importantes avances en cuanto a la lucha contra la corrupción, con condenas a autoridades y dirigentes que hacían exactamente lo opuesto a trabajar por el bien común; así como también hubo contundentes anuncios desde el exterior acerca de otros políticos. El país tiene motivos para reforzar su esperanza en que es posible aspirar a una mejor calidad de vida para toda la población.
En este tiempo de Navidad es momento también de dejar de lado el individualismo y pensar en los demás. Porque después de superar una dura pandemia de dos años, la celebración encontrará a miles de familias con lugares vacíos en la mesa navideña. No será posible dejar atrás los peores recuerdos que nos ha dejado la pandemia sin lugar a dudas, pero es importante, pues, después de ese tiempo volverán los encuentros familiares y de amistades, y es precisamente el contacto con los demás y la capacidad de ser empáticos lo que nos da calidad humana.
Es exactamente esa una lección aprendida, tal como lo demostró el pueblo paraguayo en el peor momento de la crisis de la pandemia del Covid, cuando las polladas, las rifas y las ollas populares sustituyeron a las inexistentes políticas públicas de salud y lograron sostener a miles de familias; como país, como comunidad, fuimos capaces de interesarnos más los unos en los otros, y pudimos cultivar la cercanía, la generosidad y la solidaridad entre nosotros.
Esta es una ocasión en la que no podemos dejar de recordar a los compatriotas que permanecen secuestrados, así como enviar nuestra solidaridad con sus familias. Tres paraguayos permanecen secuestrados por el grupo criminal armado Ejército del Pueblo Paraguayo, y la incertidumbre es insostenible para ellos, al no tener información alguna sobre sus seres queridos. Los secuestrados, como se sabe, no son solo víctimas de un grupo armado, lo son también de un Estado que hace muy poco para lograr su liberación. No dejemos caer en el olvido al ex vicepresidente de la República Óscar Denis, como tampoco a Edelio Morínigo y a Félix Urbieta.
Quedan muchos temas pendientes, muchos lacerantes dramas sociales que afectan, por ejemplo, a las comunidades indígenas en nuestro país, pero en esta fecha particularmente debemos tener presentes a los niños y a las niñas. En una fecha que conmemora el nacimiento de un niño que representa la esperanza para la humanidad, debemos recordar a los miles que viven en la pobreza, a los miles que no pueden ir a la escuela, que viven desprotegidos y abandonados, y especialmente debemos considerar a aquellos niños y niñas que son víctimas de abuso sexual. Para ellos pidamos justicia y el derecho a vivir una vida segura y digna.
Que todos tengamos la posibilidad y la dicha de poder disfrutar del encuentro familiar y celebrar el nacimiento de Jesús, para renovar las energías, seguir trabajando juntos, y persistir en la labor de construir una sociedad más justa e igualitaria.