26 nov. 2024

La noche en que un espía descubrió a Mengele en Hohenau

mengele
Andrés Colmán Gutiérrez

HOHENAU, ITAPÚA

El médico nazi Josef Mengele, apodado el Ángel de la Muerte, uno de los militares nazis más buscados por crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial, llevaba casi un año de sentirse tranquilo y muy resguardado en la agreste región del Sur del Paraguay, que le recordaba los aires de su Gunzburgo natal... cuando el miedo de ser atrapado se instaló de nuevo, repentinamente.

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Fue en una fresca noche de 1962. En la granja del colono Alban Krug, en Poromoko, lugar también conocido como Hohenau Cuatro, a unos 16 kilómetros del centro urbano de Hohenau, Departamento de Itapúa, se celebraba una cena a la luz de las velas y lámparas a querosén. En un fonógrafo sonaban discos con canciones en alemán.

Entre los comensales, además de Mengele, quien se ocultaba bajo la falsa identidad de Federico Fritz, estaban los dueños de casa, los Krug, unos pocos amigos y parientes de la colectividad alemana, además de los Jung, de Asunción, pero el principal agasajado era un visitante recién llegado de Alemania, que se apellidaba Fritzke.

INFILTRADO. El hombre traía recomendaciones de altos ex jerarcas del ejército alemán de Adolf Hitler. Fue así como pudo contactar con quienes protegían al Ángel de la Muerte y participar de una cena con el propio Mengele.

Pero algo pasó esa noche, que hizo sospechar de que ese Fritzke no era quien decía ser, relata Bonibaldo Junghanns, el ex capataz de la granja de los Krug, que fue testigo de ese momento crucial.

–Entonces, ¿Fritzke era un doble agente? ¿Un espía que se había infiltrado para averiguar el paradero de Mengele? –le pregunté.

–Evidentemente, era así. Algo en él despertó la sospecha de los que protegían a este señor (Mengele). Hubo mucha tensión. Entonces vinieron a llevarlo de la casa de Alban Krug y no volvimos a verlo.

REGRESO. Bonibaldo Nissi Junghanns tenía 23 años de edad cuando conoció al doctor Josef Mengele.

“Fue el señor Jung, dueño de la Ferretería Alemana, de Asunción, quien lo trajo. Nos lo presentó como el señor Federico Fritz, pero uno de los hijos de Alban Krug me contó que era Mengele, y que teníamos que mantener su identidad en secreto”, recuerda, 55 años después.

Junghanns, quien llegó a ser intendente municipal de Hohenau, de 1996 a 2001, empezó a trabajar como capataz de Alban Krug en 1959 y ayudó a construir la vivienda rural de estilo alemán que ahora se ha vuelto célebre como “la casa de Mengele”. Nissi tiene un establecimiento cerca de allí, pero llevaba décadas sin visitar la granja.

El colega Narciso Meza, corresponsal de Última Hora en Colonias Unidas, logró que Junghanns acceda a una detallada entrevista para el libro Mengele en Paraguay, que prepara este equipo. Tras una extensa charla en Obligado, le pedimos que nos acompañe hasta la casa en que vivió junto con el médico nazi. Se niega, pero tras explicarle las razones por las que consideramos importante grabar imágenes con él en el lugar, finalmente acepta llevarnos en su camioneta.

El portón de la ex granja de los Krug está sin candado y podemos entrar sin problemas. Nuestra fotógrafa Desirée logra captar imágenes de la llegada y de nuestro primer recorrido, cuando el encargado sale a recibirnos y nos dice que los actuales dueños de casa se niegan a que se graben entrevistas en el lugar. Nos confirma que los Krug han vendido el establecimiento a la familia Heisecke, pero hoy tiene otro arrendatario.

“Mucha gente viene, quiere conocer y tomar fotos, pero a los dueños no les gusta que salga en los diarios, con la fama de que aquí vivió Mengele, por eso no dejamos que se entre”, relata el encargado.

ABANDONO. Tras la promesa de grabar la entrevista fuera de la propiedad, se nos permite recorrer la vivienda. ¿Cómo negarselo a Junghanns, si él es parte de la historia del lugar, constructor y protagonista?

La casa principal, de material cocido, con clásico estilo de vivienda rural alemana, rodeada de un amplio corredor, se mantiene igual que la época en que Mengele se ocultó allí, asegura Junghanns. “La estructura es la misma, solo que está muy abandonada”, dice.

Pero el médico nazi no vivió en la residencia principal, sino en otra secundaria, a pocos metros. Es rústica y sencilla, de unos 10 por 12 metros, paredes de color salmón, techo de tejas, puertas y ventanas de madera pintadas de verde.

Ahora es una cocina, pero en 1961 tenía dos habitaciones. En la principal dormía Mengele y en la contigua Junghanns. “Éramos vecinos, solíamos conversar hasta tarde, pero él nunca me contó nada de lo que le pasó en la guerra. Se encerraba a leer o escribir, pero en ocasiones salía con nosotros al campo, en un tractor, a ver cómo manejábamos los animales y pasábamos la noche en un retiro, en un sitio llamado Morena’i”, narra.

HISTORIA. Hasta ahora, los detalles acerca de los años en que el doctor Mengele vivió oculto en Paraguay permanecen desconocidos en la mayoría de los libros sobre su vida.

Nacido el 16 de marzo de 1911, en Gunzburgo, Baviera, Alemania, Josef Mengele estudió antropología y zoología en Munich y Viena. Se unió al Partido Nazi en 1937 y se graduó de médico en 1938, año en que se unió a las SS.

Durante la Segunda Guerra Mundial pidió ser médico del campamento de exterminio de Auschwitz / Bikernau, donde diversos testimonios lo acusan de haber realizado terribles experimentos médicos con prisioneros judíos, que le valieron el mote de Angel de la Muerte.

Se obsesionó por experimentar con gemelos, buscando purificar la raza aria. Se le acusa de haber enviado a la muerte a unas 400.000 personas en la cámara de gas.

Tras la guerra, llegó a la Argentina en 1949, con un pasaporte falso de la Cruz Roja a nombre de Helmut Gregor. En febrero 1959, al sentirse perseguido en Argentina, huye al Paraguay, donde obtiene cédula de identidad y carta de nacionalización.

ESCAPE. “Desconozco si Mengele vivió en otras partes del Paraguay, pero con nosotros estuvo oculto por más de un año, hasta que apareció el tal Fritzke, que levantó la alarma y nuevamente lo hicieron desaparecer”, cuenta Bonibaldo.

En esa época, probablemente alertados por Fritzke, también llegaron otras personas en busca de Mengele. Junghanns cree que eran miembros de los equipos de cazadores de nazis e incluso cree recordar que se hacían llamar Los Casaca Negra.

“Conmigo hablaron en la Municipalidad. Me ofrecieron dinero: 100.000 dólares si les decía en dónde estaba Mengele y otros 100.000 dólares si les daba documentos que le pertenecían. Les dije que nunca iba a hacer eso, que nunca le vendería a nadie. Esa fue la oportunidad en que pudieron capturarlo en el Paraguay”, cuenta Junghanns, actualmente con 78 años de edad, con una lucidez notable, dispuesto a romper los pactos de silencio y a preservar la memoria con un tema todavía polémico.

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