Tres cuartas partes de las nuevas enfermedades contagiosas -como es el caso del Covid-19- han sido transmitidas de animales a seres humanos, recuerda el Informe Mundial sobre Delitos contra la Vida Silvestre, difundido en Viena.
El documento analiza el impacto del tráfico ilegal de especies protegidas, un delito que mueve miles de millones de dólares cada año y que atrae al crimen organizado porque en muchos países las penas con las que se castiga son muy bajas.
La transmisión de enfermedades de animales a humanos se facilita, entre otras causas, por la destrucción del ecosistema y el comercio de flora y fauna salvaje, señala el informe.
“Los vínculos entre la crisis sanitaria global y la explotación ilegal de la naturaleza han estado en el foco desde que se sugirió que los ‘mercados húmedos’ que venden animales salvajes, en este caso el pangolín, pueden haber facilitado el paso del Covid-19 a humanos”, señaló la directora de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD), Ghada Waly.
El pangolín -vinculado por los científicos como uno de los orígenes del coronavirus- es el mamífero salvaje protegido más traficado del mundo porque en Asia se aprecian tanto su carne como sus escamas para la medicina tradicional.
La existencia de mercados ilegales con animales salvajes sin supervisión sanitaria supone un riesgo para la salud humana, subraya el reporte.
Comercio ilegal
Una demanda basada, en muchos casos, en supersticiones, como que el cuerno de rinoceronte o los caballitos de mar son afrodisiacos, empuja a la extinción a muchas especies y genera un negocio criminal que destruye la naturaleza y fomenta la corrupción.
Colmillos de elefante, aletas de tiburón o maderas preciadas como palo de rosa o cerezo africano son algunos ejemplos de la materia prima extraída de especies protegidas.
Pero también se trafica con ejemplares vivos como ciertos tipos de reptiles, felinos y aves, que son utilizados como mascotas pese a ser animales salvajes, o para ser sacrificados.
A escala global se han realizado unas 180.000 incautaciones entre 1999 y 2018 en 149 países, lo que muestra que el problema afecta de una u otra manera a todo el planeta.
Más conciencia
“Concienciar sobre la escala y el impacto de las amenazas planteadas por los delitos contra la vida silvestre puede ayudar a reducir la demanda de productos”, subraya Waly en el informe.
Por ejemplo, la concienciación de las marcas de ropas y complementos ha producido una reducción del comercio ilícito con reptiles para usar su piel como materia prima.
De la misma forma, las restricciones legislativas introducidas en China, EEUU, Tailandia y Hong Kong han llevado a una caída en el comercio ilegal del marfil procedente de elefantes y del cuerno de rinoceronte.
Y es esta vía en la que la ONUDD llama a seguir trabajando: en la concienciación pública del efecto destructivo de cierto tipo de consumo, y en mejorar la coordinación internacional y aumentar las penas contra estos delitos.
Con todo, la situación es alarmante porque asociaciones conservacionistas como World Wildlife Fund (WWF) han señalado que desde 1970 el mundo ha perdido el 60% de su fauna y flora salvaje.
Menos elefantes
La población de elefantes, convertidos en símbolo global de la lucha contra la caza furtiva, se ha reducido pese a todos los esfuerzos.
En África cada año desciende la población de estos grandes mamíferos en más de 10.000 ejemplares, y entre 2006 y 2015 se habrían perdido unos 111.000, hasta dejar la población total en unos 500.000 elefantes, según un censo -citado por la ONU- que utiliza datos procedentes de medios aéreos.
Las prohibiciones en varios mercados claves supusieron un descenso en los precios del marfil y en el tamaño del mercado, y se espera que eso se traduzca en una caída de la caza furtiva.
“Varios indicadores sugieren que el mercado ilícito vivió un fuerte descenso”, señala el reporte sobre el marfil, que genera unos 400 millones de dólares anuales.
La pérdida de mercados tan importantes como el chino ha supuesto una “caída drástica” en los precios del marfil en los últimos años.
“La caza furtiva de elefantes y rinocerontes parecen estar en declive”, apuntan los expertos de la ONU.
En el caso del marfil se aprecia una tendencia a la baja desde 2011, tanto en caza furtiva como en contrabando y valor por kilo de ese material.
Una tendencia similar, pero más reciente, se puede ver también con la caza furtiva del rinoceronte y el precio de sus cuernos, que supone un negocio de unos 230 millones de dólares anuales.
El informe señala que si entre 2014 y 2016 se pagaban entre 65.000 y 100.000 dólares por kilo, en 2019 bajó a 16.000 dólares.
Con todo, en 2018 China revocó una prohibición que estuvo vigente durante 25 años sobre el uso de cuernos de rinoceronte en la medicina tradicional, un paso muy criticado por organizaciones conservacionistas porque se teme que aumente la caza furtiva de esa especie protegida.