Comete grandes errores
a su paso el periodismo,
en tantas partes del mundo,
allende el mar y aquí mismo.
En la pugna de opiniones
no faltan el egoísmo
ni las manipulaciones
como tampoco el yoísmo.
Y se le ve siempre listo
al astuto oportunismo
o a la ceguera o sordera
de quien se endiosa a sí mismo.
Afirma cosas a veces
con sofisma o con simplismo
y, creyendo estar al frente,
ignora su anacronismo.
Pero en el diario marasmo
que permite el pluralismo
también existe una prensa
no ajena a cierto heroísmo.
Digna de elogio, por cierto,
cuando, con inconformismo,
cuestiona, denuncia y dice
lo que debe, sin mutismo.
Por ejemplo, la intención
de Bajac, con su fallismo
tramposo, salió a la luz
gracias al buen periodismo.
La gente leyó, escuchó
sin sordera ni estrabismo,
y comenzó a presionar
a la par que el periodismo.
Bajac abría la puerta
a nulidad o nulismo
a pruebas de corrupción
de coimas y otros perlismos.
Protestas de oenegés
sacudieron el mutismo
y presentaron denuncias
los del patriaqueridismo.
El resultado ya está:
se llegó a un revisionismo
que no le dio alternativas
al ministro en su arterismo.
Se vio forzado Bajac
a rever su mentirismo
y la gente ya está alerta
gracias al buen periodismo.