12 abr. 2025

La otra batalla de la primavera estudiantil

Lida Duarte – @lidaduarte

El histórico levantamiento estudiantil del 2015 había sacudido el irregular manejo administrativo y académico de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y si bien se mantienen las claques, los universitarios pudieron demostrar su fuerza y el valor de su participación en la toma de decisiones.

El reclamo general de los miles de estudiantes que tomaron el Rectorado era la eliminación de la corrupción en la administración central y en las diferentes facultades, pero aquella gran asamblea también sirvió como un espacio de diálogo entre una diversidad de jóvenes que también se plantearon otros problemas en el agotador viaje hacia la graduación.

En medio de esos debates, las universitarias expusieron los casos de acoso sexual por parte de docentes y de sus propios compañeros, así como la falta de un protocolo en las instituciones para gestionar las denuncias y asistir a las víctimas.

En medio de este contexto se conoció el caso de Carol, quien decidió denunciar por acoso al docente y médico Gustavo Rodríguez Andersen. Ella conformaba la primera promoción de estudiantes de Ciencias Médicas de la filial de Santa Rosa del Aguaray, pero además cumplía la función de delegada.

El jefe de cátedra era Rodríguez Andersen, quien en una ocasión invitó a Carol, en su rol de delegada, a participar de un congreso que se realizaría en el Hospital de Clínicas, en San Lorenzo. Posteriormente ofreció a la joven acercarle hasta el lugar donde se hospedaría, aprovechando que ella no conocía la ciudad, pero en el interior de su vehículo él empezó a tocarse sus partes íntimas y luego intentó besar a la estudiante, según consta en el resumen presentado por la Plataforma de Universitarias Feministas, que acompaña a la denunciante en la búsqueda de justicia.

Lejos de conseguir ayuda de otros docentes, estos le pidieron que guardara silencio, mientras ella seguía sufriendo hostigamientos por parte de la autoridad académica; sin embargo, su caso no era aislado, había otras experiencias y una serie de maltratos que ejercía el médico, aprovechándose del poder que ostentaba en la institución, además del poder económico que le permitía su jugoso salario de más de G. 30 millones.

El caso de Carol ayudó a que los alumnos se organizaran para exigir su destitución de la UNA en paralelo al proceso judicial. Durante las protestas, se rescataron algunas de sus expresiones y varias de ellas incluso fueron grabadas: “Voy a eyacular en tu cara cuando te aplace”, “mi bola pongo en el fuego de seguridad que te vas a aplazar”, “aplazarte para mí es lo más fácil y excitante que puede existir en cualquier parte del mundo”, “te voy a poner ausente por estúpido”.

Su prepotencia y complejo de omnipotencia los había mostrado además durante un escrache, en el que reaccionó lanzando besos a sus estudiantes.

Cinco años después, la denuncia aún no pasó a juicio oral. Rodríguez Andersen solo fue sumariado y siguió cobrando su salario, en tanto que la Fiscalía una vez más demostró su inoperancia con una imputación, cuya carátula luego debió cambiar por coacción para realizar la acusación, pero al final esta semana el Ministerio Público se mostró a favor de la suspensión condicional del procedimiento, un pedido que hizo la defensa del médico.

A partir de ahora quedan dos semanas decisivas, ya que el juez prefirió derivar el caso a la Fiscalía Adjunta, para que se ratifique por la acusación o por la suspensión del procedimiento; este último caso podría terminar con una impunidad a cambio de billetes, un camino fácil para el denunciado.

Mientras tanto la campaña #CarolNoEstáSola permanece en alerta, porque la Justicia para Carol significa también un mensaje para todos los docentes acosadores y su entorno que normaliza la cosificación, humillación y coacción a las estudiantes.