En estos barrios, encaramados a las lomas y que gozan de las mejores vistas de la ciudad, no es inusual encontrar vestigios del mundo rural: vacas y gallinas conviven con los jóvenes motorizados, muchos enrolados en pandillas o “combos”, que recorren las calles entre la indiferencia de unos y el temor de otros.
Ahora están dedicados sobre todo al cobro de las “vacunas”, la extorsión a la que someten a comerciantes y transportistas, desde el llamado “pacto del fusil” alcanzado hace casi un año entre Los Urabeños y la Oficina de Envigado por el que estas bandas, que se disputan el tráfico de drogas, se dejaron de matar entre ellos.
“Todo el mundo paga”, explicó a Efe Jairo Maya, un líder vecinal de la Comuna 8, uno de los sectores más humildes de la ciudad junto a las comunas 1, 6 y 13, quien aseguró que los “combos” también extorsionan por las viviendas.
Pero una de las principales preocupaciones del barrio es el empleo: Jorge Gaspar, habitante de La Sierra, en la Comuna 8, explicó a Efe que los vecinos tienen en su mayoría trabajos informales: “venden minutos en celulares, comidas rápidas, frutas y mercancía, pero en pequeñas cantidades”.
Además, tienen que trasladarse al centro de Medellín, porque “dentro del barrio no hay posibilidades de conseguirse el sustento”, un trayecto que hacen con pequeños vehículos colectivos que recorren la misma ruta, porque La Sierra “tiene una sola entrada y una sola salida”.
Para La Sierra, que en 2005 se hizo tristemente célebre por un documental sobre la violencia, ya está prevista la construcción de un cable aéreo semejante a los que operan en otros dos sectores de la ciudad y que están conectados con el metro.
Medellín es la segunda ciudad de Colombia, con 2,5 millones de habitantes, y en 2013 fue elegida como la ciudad más innovadora del mundo, un prestigio que le permite organizar reuniones como el VII Foro Urbano Mundial de Naciones Unidas, que se celebra esta semana.
Sus cifras son sorprendentes: en 1991, acosada por la guerra del capo del narcotráfico Pablo Escobar, fue la ciudad más violenta del mundo con una tasa de 380,6 homicidios por cada 100.000 habitantes, más del doble que la hondureña San Pedro Sula que actualmente ocupa esta vergonzosa plaza con 187,14.
En 2013, ese índice marcó una tasa de 38,06 y Medellín ocupó el puesto 35 en ese funesto ránking, por detrás de varias ciudades de Colombia como Cali, Santa Marta o Cúcuta, así como de México, Brasil, Venezuela, Estados Unidos, Sudáfrica o Centroamérica. De 6.349 homicidios en 1991, pasó a 924.
Pero que no maten tanto no quiere decir que no estén. Según Gaspar, las “balaceras” (tiroteos) y toques de queda “han venido desapareciendo un poquito porque ellos mismos (las bandas) han realizado acuerdos”, aunque sigue habiendo “fronteras invisibles” que delimitan el control de los barrios y dividen a las comunidades.
Maya lamentó que estas fronteras provocan que haya “barrios aislados, donde los jóvenes y los niños pierden el derecho a movilizarse libremente”.
En el barrio Esfuerzos de Paz, colindante con La Sierra, unos policías que patrullan las 24 horas con chaleco antibalas y fusiles explicaron a Efe que la situación es más tranquila que meses atrás y lo achacaron al aumento de agentes, pero también a la tregua entre Los Urabeños y la Oficina de Envigado.
Además, en la labor de luchar contra la delincuencia también trabaja el Ejército: “se meten con helicópteros, a algunos sectores les dan con fuerza militar”, explicó Maya.
Preguntado por el “pacto del fusil”, el alcalde de Medellín, Anibal Gaviria, no confirmó tal alianza pero dijo que si existe es porque la “capacidad de combatir del Estado ha aumentado: ya no pueden atacar dos frentes, al Estado y a ellos mismos”.
Los vecinos de La Sierra, Esfuerzos de Paz y tantos otros barrios amanecen ajenos al VII Foro Urbano Mundial de ONU-Hábitat, un encuentro con miles de invitados internacionales, que habla de ellos y pone a Medellín de ejemplo para el mundo en la lucha contra las desigualdades.
Albert Traver