21 jul. 2025

“La palabra escrita puede transformar el mundo”

Brigitte Colmán

@lakolman

Con Poesía Siempre, editado por Aradurã editorial, Moncho Azuaga obtuvo el Premio Nacional de Literatura 2023. Para el jurado, la obra contiene un alto valor poético, tanto en castellano como guaraní y rescata la estructura popular de los versos tradicionales, que brinda en cada uno de los poemas la cotidianeidad y esencialidad del ser.

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Poeta, dramaturgo y narrador, Moncho Azuaga nació en Asunción, en la misma casa donde mantuvimos la entrevista. Es la casa de sus abuelos, en el barrio General Díaz. El barrio ya no es lo era, reconoce, quedan poco de sus habitantes originales. Recuerda también que en la misma zona vivía la familia del capitán Ortellado, quien estuvo preso junto con el capitán Napoleón Ortigoza, y el mismísimo Alfredo Stroessner vivía a media cuadra de la casa del abuelo, pero entonces todavía era capitán y la historia no sabía que se iba a convertir en dictador.

Tuvo una linda niñez, dice Moncho, con baldíos y partidos en la canchita del barrio. La empresa del Estado Corposana (hoy denominada Essap) abría zanjas para instalar los caños para proveer de agua a la ciudad, “era toda una delicia meterse en las tuberías, en las zanjas, jugar allí. Luego el empedrado, que era bueno para jugar a las bolitas, pero no para jugar partido porque te partía el dedo, chutábamos las piedras y veníamos sangrando…”. Eran buenos tiempos, no había autos en las calles y se podía jugar sin problemas, salvo cuando la pelota iba a la casa de la vecina que no quería devolver la pelota.

–¿Dónde se gesta su vocación literaria?

–Yo creo que desde aquí, porque tenía dos libros de cabecera y un libro después ya un poquito más adolescente, el diccionario y una Biblia, que era patrimonio de la familia. Luego, las obras completas de Manuel Ortiz Guerrero. Además, Ocara potycuemí que era una revista de canciones en guaraní, en jopara y editada por la Imprenta Trujillo, que quedaba a unas cuadras arriba. El poeta Carlos Miguel Jiménez vivía aquí a la vuelta –acá en Chile y Cuarta–, yo le conocí, era su Lazarillo, porque quedó ciego. En la zona también vivían Epifanio Méndez Fleitas, Remberto Giménez y don Ramiro Domínguez luego de que se mudara de Villarrica.

–¿Qué vino primero, poesía, narrativa o teatro?

–Poesía. Poesía siempre, por eso se llama Poesía siempre. La base de toda creación literaria es la poesía, y todo aspira a la voz, la narrativa también, el lenguaje poético. El cuento, el relato breve, todo apunta hacia la creación, digamos suprema que es, dicen los que saben, que es la cúspide del pensamiento, la poesía. El arte, la religión y la filosofía, yo me mantuve, digamos más entre la filosofía y la poesía. Estudié derecho y filosofía, iba a viajar en busca de la tesis, pero el amor fue más fuerte y me quedé.

-Y todo comenzó con las academias literarias.

-De muy jóvenes empezamos con las academias literarias, eran el lugar donde podíamos libremente analizar, discutir, sobre la creación poética y mostrar nuestros modestos trabajos. En el colegio, con 16 años, organizamos concursos, teníamos una revista literaria y luego las academias literarias se articularon con otras academias literarias y se formó lo que era la Liga de academias literarias, que fue un órgano del Movimiento Independiente, que es donde tomamos contacto con una realidad que desconocíamos en nuestra juventud.

Quien me abre las puertas de la realidad política y social es la profesora Azucena Celaya de Molina, con el profesor Alcides Molinas que son profesores. Entonces en la Academia de Arte Julio Correa, que quedaba un poquito más allá de la Plaza Italia, con ellos empecé mis primeros pinitos, además del colegio, donde ya representamos una obra de Lorca. Ahí empecé a tener las clases de declamación, a conocer más de poesía paraguaya, de poesía contestataria, poesía social.

-Y el teatro vino después de eso.

-Con la Liga de academias literarias, al ser la parte juvenil del Movimiento Independiente, que a nivel universitario empezaba a cuestionar, nosotros empezamos a enterarnos de lo que pasaba, de lo que vivíamos en el país, poco a poco. Eso también hizo que ese grupo de colegiantes donde estaban Nicodemus Espinosa, Lisandro Cardozo, Selmo Martínez, compañeros que también escribían, que pintaban, amantes del arte, Carlos Almeida, que es el que hace la ilustración de la tapa de mi libro. Así hacíamos grupos de teatro y grupos de arte. Y empezamos a hacer teatro independiente. Tiempo después nos agrupamos en lo que se llamó el Taller de poesía Manuel Ortíz Guerrero, eso ya fue en el 77 con un grupo bastante sólido que hasta ahora sigue publicando, ahí están Mario Casartelli, Victorio Suárez, Lisandro Cardozo, Ricardo de la Vega, unos 20 jóvenes que hicimos la poesía itinerante, era nuestro propósito llevar la poesía por la oralidad y en forma itinerante, íbamos recorriendo tanto al interior, a los colegios y las plazas.

Era una juventud poética militante, con la poesía y decíamos contra el silencio y empezamos a publicar.

–¿Qué secuela deja la dictadura en la cultura?

–La censura de aquel tiempo era terrible. Nosotros teníamos que censurarnos. Tenemos compañeros que estuvieron presos por años. Pero hicimos la muestra paraguaya de teatro, festivales de teatro de secundario, la muestra paraguaya de teatro después va a ser el Centro Paraguayo de Teatro, esas fueron las bases para el centro, que se funda para luchar contra la censura. Justamente estábamos preparando la obra San Fernando, de Alcibiades González Delvalle que estaba censurada y ahí viene el golpe, pero después del golpe siguió censurada. Recién en el 91 con la victoria de Filizzola pudimos usar el Teatro Municipal, y hasta hubo amenazas. El miedo es la peor herencia que pudo haber dejado la dictadura, el no te metas, el cállate, ese es un gran problema.

–¿Qué puede decir sobre Poesías siempre?

–El libro es un manojo de poesías, con un tono cotidiano, un lenguaje accesible sobre temas muy normales digamos, para la vida ciudadana, la calle, el lenguaje de la calle, el lenguaje del amor, del amor pasajero, perdurable, la crítica social, un lenguaje desnudo que dialoga un poco con la cotidianidad de la vida y buscando a veces trascender con la reflexión y a veces con la iluminación de la palabra ciertas circunstancias que dicen que a veces conmueve y a veces hace pensar.

–¿Cómo es publicar en Paraguay?

–Es difícil porque el índice de lectura ha bajado, el índice de aunque no se crea, verdad, el índice de ediciones, de número de ediciones también. Las ediciones antes eran de mil ejemplares, y ahora son 500 o 300, entonces uno ya edita sencillamente para testimoniar, es decir, tengo el libro. Yo hace 10 años que publicó por las redes. Es una forma accesible, esto (el teléfono móvil) es una especie de biblioteca de Alejandría. Buscando acá la documentación o la información precisa está bueno y si uno duda esa información tiene otros medios para certificarla, pero facilita absolutamente todo. Estamos en la era digital así como la era de la imprenta transformó las relaciones de la escritura y la lectura y la multiplicación de los libros, hoy tenemos esta cuestión y tenemos que adaptarnos y adoptarlo como un instrumento para la difusión del libro.

–¿De qué sirve escribir en estos tiempos?

–Siempre sirve para todo, sirve para todos, la fe en la en la palabra oral y o escrita permanece, de lo contrario no escribiríamos. Tenemos la fe de que una palabra escrita u oral, puede transformar la vida, puede transformar el día, puede transformar el mundo, aunque dicen muchos la literatura no va a transformar nada, sin embargo, nosotros creemos que por lo menos el segundo que dura la lectura hay una transformación subjetiva importante, cuando incorporamos un vocablo o una imagen que no la teníamos. Tengo fe en la escritura, en la lectura, en la oralidad, en el arte como elemento transformador social combatiente.

–¿Cómo se puede promover la lectura?

–Hace falta ejemplos de los adultos. Nosotros les regalamos a los niños una camiseta de nuestro club preferido, después ya le llevamos a la cancha. Si nosotros hiciéramos lo mismo con un libro mostrándole que estamos leyendo un libro, ellos leerán serán lectores más adelante. Si nosotros le regalamos los libros para que lean le estimulamos. En la escuela, la biblioteca no tiene que ser un lugar de castigo, sino un lugar de placer, un lugar de alegría.

–Y los autores, ¿qué necesitan?

–En el plano de la literatura profesional, tener agentes, difusores. Nuestras embajadas deben trabajar más en la difusión de la cultura, paraguaya, porque la cultura es la primera embajadora para las relaciones internacionales. En segundo lugar, tenemos que tener animadores de lectura para los niños, para los barrios, bibliotecas populares. La biblioteca callejera de Aníbal Barreto es una hermosa idea, ojalá que la población lo acoja y que se multipliquen ha sido un excelente idea de nuestro compañero. Pero sobre todo deben entender los organismos oficiales encargados de la cultura el desafío de hacer de la lectura un instrumento de cambio, de transformación social. Que en vez de nuevas cárceles se abran nuevas bibliotecas y que en vez de un puñal en la cintura, los jóvenes lleven un libro bajo el brazo. Eso va a ser útil para la transformación de esta sociedad, porque miren que estamos signados por el miedo callejero, por la violencia, por la corrupción, yo creo que uno de los grandes antídotos son los valores que lleva un libro. Y si eso se siembra a tiempo, tendremos los frutos sociales políticos y económicos también este en buena cosecha.

Moncho Azuaga

Poeta, narrador, dramaturgo, actor y director teatral. Es abogado de formación por la Universidad Católica y Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Asunción.Es miembro fundador del Taller de poesía Manuel Ortíz Guerrero, comunidad de poetas pertenecientes a la denominada promoción del 80 y también del Centro Paraguayo del Teatro.Dentro de su extensa producción literaria se menciona: Jirón de espera con Jorge Aymar, Bajo los vientos del sur, Ciudad sitiada, El tigre azul Yvy Marane’y rekávo, Arto cultural (cuentos), Celda 12 (novela). Así también publicó Genealogía (novela ganadora con el premio municipal de literatura de 2020), Cuentero, Por las calles de la peste.

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