Este cómico ritual tuvo su inicio en el atrio del Cementerio General de la ciudad, de donde se sacó el ataúd del personaje en medio de dramatizaciones de llanto y de la simulación de una procesión fúnebre que recorrió las calles aledañas al son de música de duelo.
“Despierta pepino. Dónde está la diversión”, gritaba una mujer vestida de chola paceña simulando, con gran realismo, llanto y desesperación para conseguir que el jocoso personaje vuelva a la vida para alegrar el carnaval.
El recorrido de la comitiva fúnebre conformada por cientos de personas atrajo la atención de los transeúntes y provocó varias risas cuando el pepino levantaba, de rato en rato, la tapa del féretro para saludar y mofarse de los que lo llevaban en hombros.
Poco a poco, el cortejo fúnebre que trasladaba el insólito ataúd forrado con papel brillante de colores se convirtió en un alegre desfile en el que se bailaba al son de ritmos andinos.
El momento central se produjo cuando el ataúd del pepino quedó en una gran tarima en la que un Ch’uta, otro personaje del carnaval paceño, procuró mediante ritos andinos volver a la vida al arlequín andino sin éxito.
Sin embargo, la vida misma volvió a él tras recibir un beso de la presentadora de televisión local Sandra Alcázar, que hizo que el pepino primero sufra una especie de contracciones y luego se ponga en pie para animar el carnaval.
El pepino es un personaje clásico del carnaval de La Paz, cuyos orígenes se cree que están a finales del siglo XIX e inicios del XX y que parte de cierta influencia europea.
Se lo representa con un traje similar al de un payaso, brillante y de colores, con una máscara hecha artesanalmente en la que resalta una nariz puntiaguda, junto a una gran sonrisa que pone de manifiesto su esencia traviesa y que lleva en la mano .
Quien interpreta al personaje habitualmente finge su voz haciéndola aguda y chillona, además que debe mostrar un carácter inquieto, picaresco y extrovertido.
Los festejos en La Paz finalizan una semana después del carnaval cuando las comparsas vuelven al cementerio para enterrar al pepino con la esperanza de que vuelva a la vida un año después.