21 abr. 2025

La peligrosa cobertura de un periodista durante el golpe del 89

Este relato pertenece a un periodista que casi muere al cubrir las actividades del Gobierno en la noche del 2 de febrero de 1989, cuando la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner Matiauda cayó gracias a un alzamiento militar.

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La gesta del 2 y 3 de febrero puso final a la dictadura de 35 años encabezada por Alfredo Stroessner.

Foto: Archivo

Ezequiel Colmán trabajaba en el periódico Hoy y realizaba la cobertura de las actividades del Palacio de Gobierno junto con el reportero gráfico Ángel Bogado.

Tuvo un contacto muy cercano con los informes gubernamentales debido a que su trabajo también consistía en enviar dichas informaciones al diario local Patria.

Su tarea cotidiana le permitía ver al presidente diariamente junto con los demás colegas de otros medios. El 2 de febrero, Ezequiel debía ir a cubrir las actividades en el edificio del Comando en Jefe, ubicado sobre Mariscal López y General Santos.

Eran las 11 de la mañana cuando salió del Palacio y llegó al sitio para ser recibido naturalmente por los guardias, quienes ya lo conocían por sus visitas de rutina.

Subió hasta el piso del secretario que escribía utilizando una máquina de escribir las órdenes emanadas en el lugar. Llamativamente, estaba redactando una “lista de militares que pasarán a retiro”, y eso fue algo que llamó la atención de Ezequiel.

El secretario le miró a los ojos, seriamente, y dijo que esa noche “ocurrirá un golpe”. Ezequiel observó que en la lista había alrededor de 40 personas que encabezaban la nómina de los comandos de distintos sectores del Ejército y de la Policía Nacional.

De vuelta en el Palacio, vio salir del despacho del presidente Stroessner a su secretario. Al acercarse le comentó sobre la lista que había visto y él, amablemente, le respondió:

De golpe estamos cansados, siempre se habla de eso.

Ezequiel regresó al mediodía a la redacción para conversar con su jefe sobre sus actividades. Al hablar sobre el hallazgo volvió a oír la frase: “Del golpe siempre se habla"; y, sin ganas de convencer a nadie, salió de la oficina para llamar a una amiga.

¿Y tu hijo?

Él está en la Aviación, acuartelado.

Una información más que le daba a Ezequiel la extraña sensación de que algo importante estaba por suceder. A las tres de la tarde, preparado el resumen del día, pidió un móvil para viajar hasta la Caballería, donde no captó anormalidades.

Pero la tranquilidad se interrumpió cuando una hora después observó que salían del sitio una partida de tanques. Pidió al chofer que los siguiera y de pronto se metieron en medio de estos vehículos, que aparentemente iban con dirección a Madame Lynch: un grupo fue con dirección al centro de Asunción y otro se dirigió a Calle Última.

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Ezequiel volvió al diario para comentar lo que vio y pedir la compañía del reportero Ángel Bogado para continuar su cobertura. El sol ya se había puesto. Antes de salir, su jefe le dijo que podía ir en un vehículo sin el logo del medio, pero él temió que algo imprevisto le ocurriera y pidió que lo llevaran en un móvil que sí estuviera identificado.

En la calle vio que había conductores que prendían sus luces de “stop” para señalar que eran parte de las “fuerzas amigas”, quienes no lo hacían eran considerados enemigos.

Ezequiel desconocía estos detalles cuando se dirigía a la avenida Mariscal López. En la sede del Comando en Jefe notó a una fila de soldados con fusiles en mano y cuando llegó a la Armada se chocó con un primer obstáculo: un cañón los estaba apuntando.

En ese instante, en la casa de Ñata Legal, se desarrollaba el plan fallido de tomar a Stroessner desprevenido; el presidente obedeció un aviso y fue hasta el Batallón de Escolta Presidencial, donde pudo evidenciar que el rumor del golpe se hacía realidad.

Un encuentro de riesgo

Antes de que fueran las dos de la madrugada, Ezequiel supo que el presidente se rindió para dejar el Gobierno del Paraguay en manos del General Andrés Rodríguez.

Sin embargo, esa noche todavía le deparaban momentos inciertos. Al dirigirse al Palacio de Gobierno, a cuadras de la calle Palma, un policía lo reconoció y le pidió que no avanzara; en el ambiente se escuchaba el ruido de tiroteos y ráfagas de metralla.

Entonces se fijó en un grupo de personas alarmadas que salía corriendo de las inmediaciones del Palacio y el conductor detuvo definitivamente su vehículo al ver que un taxista que circulaba frente a ellos recibió un disparo que lo dejó muerto.

Ezequiel bajó del vehículo y caminó hasta la calle Chile, donde vio que una camioneta con más de 20 miembros de la Policía llegaba para reforzar la seguridad en la zona.

A metros del Cine Victoria se topó con varias personas heridas. Un miembro de la Armada oyó sus pasos y lo apuntó con intenciones de matarlo. Él estaba helado en la incertidumbre. Dijo: “Yo soy periodista”, y quien lo apuntaba notó el logo del vehículo del diario estacionado en el lugar. Entonces lo dejó ir. Su previsión le salvó la vida.

Ezequiel volvió a la sede del Comando en Jefe y notó que no había luz y un tanque rodeaba el lugar. Luego de ver a una buena cantidad de soldados muertos por las calles y de esperar con premura que su compañero realizara las fotografías, regresó al diario al momento en que la madrugada del 3 de febrero veía el final de la dictadura.

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