Un desolado paisaje se pudo divisar ayer en la clausurada playa de Areguá. La alta contaminación del lago Ypacaraí y el fétido olor que emanaba de la cuenca, semanas atrás, no solo ahuyentaron a los turistas y molestan a los moradores; también repercuten en el cuidado del lugar.
Las malezas ya crecen en partes del jardín y en los alrededores de la playa, las basuras que arrastran las olas hasta la orilla se encuentran amontonadas en forma de cadena, las hojas caídas de los árboles se amontonan y el nuevo muelle se llenó de telas de araña.
Si bien los pobladores afirman que el fétido olor disminuyó, continúa el verdor en el espejo del agua.
MOVIMIENTO. En las playas de San Bernardino el movimiento de personas fue escaso. Algunos turistas se acercaron a mirar el lago, a pasear en barcazas o sobre motos acuáticas.
Alejandro Fernández, de San Lorenzo, se paseó 20 minutos en una barcaza con sus amigos y afirmó que se puede sentir un tufo de mal olor que emana del agua.
“Es lamentable que esté pasando esto. Nosotros mismos contaminamos el lago, siendo capaces de tirar basura desde la ventana del colectivo”, comentó.
La temporada de verano terminó la semana pasada y ya el microcentro de la ciudad de San Bernardino volvió ayer a mostrarse tranquila.
Este año, la presencia de altos niveles de cianobacterias en el lago Ypacaraí y la prohibición de ingresar al cauce afectaron al turismo.