Me llamo Alfredo Isaías Rolón Brizuela, nací el 14 de febrero de 1967, en Santísima Trinidad de Asunción y viví mi infancia en el barrio Santa Rosa.
Mis padres me registraron cuando ya era un poco grande y con pocos días de diferencia de otros hermanos. Como yo nací un 14 de febrero debía llamarme Rodolfo Valentino, de acuerdo con el almanaque antes se ponían los nombres, pero a mi papá le gustó más que tenga su nombre Isaías Rolón, entonces me puso mi mamá Alfredo.
Tengo 9 hermanos, uno de ellos ya está con el ser supremo. Soy padre de 5 hijos y mi señora es Lidia Riveros.
De niño el único trabajo que realizábamos era juntar huesos, apenas desayunábamos ya debíamos salir a buscar huesos para sobrellevar la vida. Descalzo nomás íbamos a la escuela, era muy sacrificado. Se caminaba bastante, había gente que te pasaba una galleta cuartel para comer, pero nunca llevábamos para nuestro recreo, era muy difícil la situación.
Tuvimos que mudarnos en muchos lugares, vinimos acá a Alto Paraná porque había más ventajas que Asunción, porque había más comercio y era más pujante.
Mi padre era muy amigo personal de Epifanio Méndez Fleitas y grandes personalidades de esa época y él era empleado de la Policía, se formó un grupo contra la dictadura del general Stroessner y a él le salpicó, tuvo que salir de ese espacio de la política interna, en aquel tiempo. Los demás fueron todos expulsados de nuestro país.
Desde niño siempre tuve la obsesión por la pintura. En cualquier momento agarraba una cartulina y empezaba a plagiar los timones de barco. Cuando tenía entre 11 a 12 años pude vender por G. 11.000 un dibujo a un japonés. En esa época el salario no sobrepasaba los G. 10 o G. 11.000 y yo pude vender por ese precio.
Entonces, mi papá tomó su cinto, me pegó y me llevó para devolver el dinero porque creyó que me había robado y estuvo muy molesto por eso. Antes, la educación era muy diferente, cuando encontrabas una pelota tenías que devolver, no podías traer a la casa. Y así vendí mi primer cuadro por bastante plata en esa época.
Teníamos que cebar el tereré a los mayores desde una distancia porque no se podía escuchar la conversación de los adultos. Tampoco se podía diferir en pensamiento. Recuerdo una anécdota: Cuando en la escuela me iba y entraba más temprano que todos dibujaba a una mujer desnuda y después salía por la ventana. Luego, cuando llegaba a clases, la profesora ya me esperaba con una regla con el que me golpeaba porque decía que el único dibujante era yo.
SUS PROCESOS
Empecé a pintar solo en acuarela porque era más fácil encontrar los materiales, el óleo ya era otro el manejo. Luego, incursioné para saber cómo se fabricaba las pinturas al óleo y una persona me mostró como fabricar la pintura. Antes pintaba sobre bleque, pero era más complicado su manejo. Ahora yo fabricó casi la mayoría de los tonos y consigo el color casto. Ahora los productos pueden ser muy tóxicos.
Un tiempo llegué a sufrir una especie de decepción total y me levantaba de madrugada a ponerle lágrimas a todos los rostros, tenía muchos autorretratos con el pincel cruzado por la cabeza con sangre, pero como era muy fuerte, mi señora y mis familiares me prohibieron seguir con eso.
NÓMADA
Recorrí este país pintando, he llegado a algunas exposiciones y expuse sobre los impolutos niños, sangre y holocausto de Acosta Ñu y los invitados, los buitres de Brasil y Argentina, se me censuró todas esas obras. Entonces, hacía a los niños mártires desbastados. Era mi manera de ver el mundo a través de la pintura. Pintaba a algunos generales de División, pero con un niño desnutrido tipo calavera en sus brazos, pero también era censurado.
Llegué a hacer la Monalisa desnuda, pero ya tiene otro concepto, más comercial, para vender. Hoy en día tengo mi estilo de Jesucristo, soy creador de Cristo que corta la tela para los modistos. Llegué a hacer esa pintura para los Orrego, que además de músico era modisto y me hacía para mi pantalón en la época del 77-78.
Ciudad del Este era como 10 cuadras, nada más y salíamos a vender café y otras cosas, para subsistir. Llevo en mi sangre la humildad y agradezco a la gente que me acompaña y compra mis trabajos.
Viví en Caazapá, General Aquino, donde tengo mi terrenito y en la pandemia me quedé allí y ahí comencé a cambiar un poco mi estilo de pintura, antes era realismo o surrealismo, el negro, blanco y negro, luego vamos a los colores.
Hace como 20 años fui a la Argentina con intenciones de quedarme a vivir, pero cayeron todos los precios y tuve que volver, porque no compensaba el arte. Tuve que rematar como 70 cuadros para mi regreso.
Como artista, una creación, un trazo, si tiene mucha fuerza puede tener mucho valor. Hace poco fui a Areguá, después a la capital, entré en uno de los bares más lujosos de Asunción y vi mi cuadro de la época en que empecé a pintar. Esa es la fuerza que me sigue dando un pequeño empujón para seguir. Me dediqué también a la escultura en plazas, colegios y municipalidades. El finado Miguel Medina, ex intendente de Presidente Franco, fue uno de los grandes propulsores del arte y al fallecer, también murió el arte en esa ciudad.
La cultura tiene sus formas como lograr. Gané el premio individual de Vanguardia con más de 3 mil artistas participantes entre Brasil, Argentina y Paraguay. Este concurso se hizo en Monalisa, recibió dos galardones Alto Paraná. También recibí la invitación del Vaticano junto a otros artistas y vino la pandemia y se frustró, quedó todo como anécdota.
Volví a Ciudad del Este porque tengo muchos nietos y ya me exigen quedarme con ellos y creo que desde acá puedo seguir haciendo patria.
Ya había vivido en Ciudad del Este y tuve muchas polémicas por los trabajos, uno de ellos el busto de Eduvigis Díaz, en la sede de la Junta Municipal, que fue cuestionado. No tengo espíritu rebelde, pero busco simplificar algunas cosas.
Quiero quedarme definitivamente acá y seguir trabajando. Me gustaría hacer exposición, pero acá no hay museo. Se necesita un lugar para desarrollar el arte.