La hipótesis que defiende señala que Arnold van den Bergh, notario judío de Ámsterdam, habría tenido acceso a una supuesta lista de escondites elaborada por el Consejo Judío en Países Bajos, y que se la habría entregado a los nazis para garantizar la seguridad de su familia, lo que llevó al arresto de Ana Frank y todos sus acompañantes.
Entre sus evidencias hay una nota anónima recibida en 1945 por Otto Frank, el padre de la niña, con acusaciones contra el notario. La copia mecanografiada de la nota ha sido localizada en un expediente policial de 1963, del entonces detective Arend van Helden, que hizo un segundo intento policial de entender qué motivó aquella redada, pero no se tomó en serio el aviso.
Sin embargo, historiadores y expertos en Países Bajos se mostraron muy críticos con esta hipótesis: consideraron que no hay evidencias para apuntar a la culpabilidad del notario judío; la nota anónima podría haber sido escrita por algún enemigo de Van den Bergh; y no hay pruebas de la existencia de aquella lista de direcciones.
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“Estaba preparado para una cierta resistencia hacia una nueva teoría presentada por personas ajenas al tema, pero nada como lo que hemos experimentado”, dijo en una carta publicada en la web de la investigación Pankoke, quien opinó que su teoría ha recibido un “ataque venoso” en Países Bajos y se preguntó por qué no surgió una polémica similar con otras teorías publicadas antes.
Una de las hipótesis conocidas sobre la traición a Frank responsabiliza a Ans van Dijk (1905-1948), una mujer judía que colaboró con los nazis por protección, algo que no causó en 2018 la misma controversia que ahora. “Parece haber un poco de doble rasero al juzgar nuestro caso”, lamentó el ex agente.
Después de que su teoría fuera tildada de “antisemita” por los más críticos, Pankoke se cuestiona si las críticas son más bien un intento de censura al responsabilizar a un “judío distinguido” —era miembro del Consejo Judío— y recuerda que la investigación presenta al notario como sospechoso, pero también como “víctima” de la persecución.
El investigador neerlandés Pieter van Twisk llamó a las críticas “una especie de extraña campaña de desprestigio”, y recordó que sus compañeros han “investigado con gran integridad durante cinco años y han sacado muchas cosas a la luz”.
Las críticas han llegado desde diferentes sectores. El municipio de Ámsterdam está estudiando la posibilidad de reclamar a los investigadores una contribución de 100.000 euros que les hizo para digitalizar nuevas fuentes con base en datos de los archivos. La concejala responsable, Touria Meliani, mostró su preocupación porque la investigación y la publicación hayan sido “descuidadas y negligentes”.
Además, la editorial Ambo Anthos, que publicó el 17 de enero la versión neerlandesa del libro sobre esta investigación, se disculpó ante “cualquiera que se sienta ofendido” por la publicación y admitió la falta de una postura “más crítica” hacia esas conclusiones.
Además, paralizó la impresión de copias adicionales en neerlandés a la espera de “respuestas a las preguntas que han surgido” sobre la falta de evidencias para señalar a Van den Bergh.
Los derechos mundiales y la determinación del contenido están en manos de la editorial estadounidense HarperCollins, y el libro fue escrito por la canadiense Rosemary Sullivan.
El Congreso Judío Europeo pidió a HarperCollins “eliminar la publicación, o al menos suspender la venta de más copias hasta que sus controvertidas afirmaciones históricas hayan sido comprobadas”.
“En un momento en que el antisemitismo y la negación y distorsión del Holocausto van en aumento, tales afirmaciones potencialmente incendiarias deberían haber seguido un proceso de revisión crítica por parte de expertos calificados antes de ser consideradas para su publicación”, subrayó el Congreso.