Cuando el segundo paciente contagiado de Covid-19 –el hombre llegado de Argentina– acudió a pedir ayuda al Centro Médico Bautista de Asunción, el prestigioso neurocirujano que lo atendió, el doctor Hugo Díez Pérez, de 69 años de edad, aún no estaba familiarizado con los procedimientos que se debían seguir para evitar contraer el temible virus.
Aquel iba a ser para él un día rutinario más en el trabajo y acabó convirtiéndose en uno de los últimos de su vida. Díez Pérez se contagió al igual que otro colega médico. Cuando empezó a sentirse mal, sus colegas tampoco sospecharon que se trataba del coronavirus.
Recién varios días después de que permaneciera internado, en grave estado, le hicieron la prueba y resultó positivo. “Tuvimos que aislarnos y fue muy duro. Como no podía ir al hospital, estaba en comunicación telefónica con los médicos que lo atendían y al encierro se sumaba la ansiedad de estar pendiente de las noticias sobre él”, dijo su hija Guadalupe, entrevistada por la cadena británica BBC Mundo. Díez Pérez falleció el 20 de marzo.
Fue el primer muerto por Covid-19, inaugurando una funesta estadística que en ocho meses se acercaría a las mil muertes. Fue también el primer héroe de toda una amplia dotación de médicos y trabajadores de salud, que desplegaron desde la primera línea una heroica batalla contra la nueva enfermedad, en muchos casos ofrendando sus propias vidas.
CUARENTENA
El 20 de marzo, día de la primera muerte, el Gobierno decretó cuarentena total. Dispuso un aislamiento social estricto, restringió la circulación, cerró la mayoría de los establecimientos comerciales y luego decretó el cierre total de fronteras y la suspensión de viajes aéreos.
Las medidas estrictas apuntaban a solo un par de semanas, pero el agravamiento de los contagios llevó a extenderlas por varios meses. Golpearon muy duro a diversos sectores, especialmente a las ciudades fronterizas, que alcanzaron una parálisis casi total de su actividad económica, a los comercios, a los locales gastronómicos, a los artistas, a los productores de eventos.
COSTOS
La pandemia frustró el sueño de un mejor crecimiento económico. Numerosas empresas cerraron o fueron a la quiebra. Unas 250.000 personas engrosaron la franja de desocupados e inactivos. Los ingresos tributarios llegaron a una baja del 8,7%. El comercio fronterizo a un registro negativo de -46% y la importación de -19%.Con la aprobación de una Ley de Emergencia en el Congreso, que autorizó contraer préstamos por USD 1.600 millones, el endeudamiento público alcanzó un récord del 25%. El crecimiento económico, que a inicios del 2020 se estimaba en un 4%, cerrará el año con una retracción cercana al 2%.
El déficit en las arcas públicas sería del 6%.Aparte del gran daño económico y las pérdidas de vidas humanas, hay efectos en la salud mental de la población, como resultado de la larga reclusión domiciliaria y la angustia ante la sobrevivencia. Las denuncias de hechos de corrupción en torno a las compras públicas para salud y la débil actuación de la Justicia minaron aún más la ya deteriorada confianza en las autoridades y en la clase política.
En medio de toda la pesadilla, resultan admirables las historias de compatriotas que han sabido reinventarse, que han sido capaces de generar nuevos emprendimientos y de salir adelante, de renacer en medio de la crisis. Son los testimonios que permiten encarar con más optimismo y esperanza el duro tiempo aún por venir.