18 sept. 2024

La República Popular China y el temor occidental a la sobreproducción

Una posible invasión de productos chinos debido al exceso de la capacidad en dicho país genera una creciente preocupación en las potencias occidentales.

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Jorge Daniel Codas Thompson
Analista de política internacional

Recientemente, tanto Estados Unidos como Europa han venido manifestando una creciente preocupación por lo que ven como una invasión de productos chinos a sus mercados, lo cual consideran que podría afectar seriamente la producción doméstica y el empleo en sus respectivas economías. En particular, preocupa el explosivo crecimiento de las importaciones desde China de acero, automóviles eléctricos y paneles solares. Las exportaciones de acero de China, medidas en toneladas, aumentaron más del 28% en los primeros tres meses de este año, en comparación con el año anterior. Sus exportaciones de vehículos eléctricos aumentaron casi un 24%. En el caso de Estados Unidos, la Administración de Donald Trump impuso aranceles a los productos chinos, política que continuó, e incluso se profundizó, con el gobierno de Biden, en partícular respecto a los vehículos eléctricos, que fueron recientemente objeto de un arancel de 100%. Por su parte, la Unión Europea también ha impuesto aranceles a las manufacturas chinas, que van desde 17% a 37%, a más de un arancel de 10% ya implementado para todos los vehículos eléctricos fabricados en China, con el objeto de compensar los subsidios que argumenta han ayudado artificialmente al crecimiento del sector industrial chino.

El régimen de Xi Jinping está consciente del problema del exceso de producción en la economía china. Según la agencia oficial de noticias oficial china Xinhua, sólo en 2016, el gobierno chino redujo la capacidad de producción de carbón en casi 300 millones de toneladas, y la de acero en cerca de 60 millones. Para dimensionar la escala de estas reducciones, China eliminó más capacidad en estas industrias de la que la mayoría de los países industrializados ha tenido jamás. Sin embargo, el director ejecutivo de la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero), Alejandro Wagner, afirmó recientemente que, entre 2000 y 2023, China aumentó su producción de acero en casi un 700%, pasando de producir el 15% del acero del mundo, a representar el 54% de la producción global.

Discernir cuál de las partes está en lo correcto es complejo, pues la economía china, si bien ha disminuido sus tasas de crecimiento económico anual, sigue siendo muy dinámica, y la capacidad instalada de producción puede llegar a sus límites en numerosos sectores de forma repetida. Pero en la práctica, los economistas miden la capacidad preguntando a los directivos de las fábricas. Los reportes exhiben una teórica disminución de la utilización de capacidad instalada actualmente respecto a años anteriores, pero esta información no tiene en cuenta la caída de los precios de productos industriales en gran parte de la economía china. Al medirse la utilización de capacidad instalada en unidades de producción, en lugar de unidades monetarias, se confirma un exceso de capacidad instalada.

Aún más importante en el caso de China, las medidas de utilización de la capacidad industrial instalada pueden pasar por alto el papel de los subsidios, sean a la producción o a la demanda de productos. Por ejemplo, el apoyo del gobierno chino a su industria de vehículos eléctricos contempla incentivos para estimular la demanda, incluyendo exenciones de impuestos y matrículas gratuitas, estimulando así las ventas y poniendo presión sobre la capacidad instalada del sector automotriz. Asimismo, China otorga subsidios directamente a la producción, pero que les son transferidos a los consumidores a través de precios más bajos. En conjunto, han aumentado la demanda y la oferta, impulsando la utilización de la capacidad y creando el incentivo para exportar los excedentes generados.

Las compras chinas de automóviles convencionales, impulsados por motores de combustión interna, solían absorber casi toda la producción doméstica. Debido al éxito de los vehículos eléctricos, esto ya no es así, lo que significa que los subsidios en un área (automóviles eléctricos) han contribuido a un exceso de capacidad en otra. Por lo tanto, los fabricantes de automóviles convencionales, muchos de los cuales incluyen empresas conjuntas con firmas extranjeras han tenido que recurrir a las exportaciones para vender sus excedentes. Por ende, China se ve actualmente enfrentando un exceso de capacidad instalada respecto a su mercado doméstico tanto en vehículos convencionales como eléctricos, provocando un aumento exponencial de oferta exportable de sus vehículos.

Sin lugar a dudas, no hay ninguna buena razón económica para que China limite la producción de bienes a la escala de su demanda interna. El comercio internacional es un componente vital para una economía global fuerte y dinámica. Asimismo, de acuerdo con los postulados de las ventajas comparativas, China debería concentrarse en aquellos bienes donde posee una ventaja de costos natural, convirtiéndose en un exportador neto de esos productos. Su capacidad, por lo tanto, debería juzgarse en relación con la demanda global, y no simplemente respecto a su mercado doméstico. Sin embargo, incluso desde esta óptica, los planes de China parecen reflejar objetivos tan ambiciosos en sectores como los vehículos eléctricos que superan las posibilidades de consumo a nivel mundial. Según sus propias proyecciones, el gigante asiático producirá este año baterías de litio más que suficientes para satisfacer tres veces la demanda mundial, situación que colocaría a todo el mercado global en una situación de sobrecapacidad.

La tendencia de la segunda mayor economía del mundo a tener problemas de exceso de producción lleva a preguntarse por las causas de este fenómeno. Dadas las raíces comunistas del gobierno chino, el problema podría atribuirse a los criterios de una economía planificada por el gobierno nacional. Sin embargo, los gobiernos locales juegan un rol significativo en la aplicación de los planes económicos, confiriéndoles un aliciente para la construcción de plantas industriales adicionales con el objetivo de recibir más recursos económicos en subsiguientes años. Asimismo, las firmas chinas, conscientes de que pueden sobrevenir planes de reducción de capacidad y de que la consolidación de un sector industrial favorecerá a las firmas más fuertes, tienen un aliciente para construir fábricas adicionales antes de que se implemente una eventual reducción de capacidad. De igual manera, el exceso de capacidad productiva tiene parcialmente su origen en la dinámica entre las empresas estatales y las firmas privadas. A diferencia de lo que sucede en sectores dominados por empresas estatales, como las telecomunicaciones, donde un oligopolio de empresas limita su producción y obtiene altas utilidades, en industrias con una combinación de empresas privadas y estatales, estas útimas sobreviven con la ayuda del Estado, aunque sean ineficientes y pierdan mercado, manteniendo la capacidad más alta de lo que sería de otro modo.

A los problemas de sobreproducción en sectores como los vehículos y el acero, se han sumado otros recientemente, como consecuencia de sectores económicos en crisis. En particular, la debacle del sector inmobiliario chino, que representa aproximadamente el 30% del producto interno bruto del país, ha provocado un significativo exceso de capacidad en maquinaria pesada. Previa a la depresión del sector, la producción de estos equipos era mayormente absorbida por el mercado doméstico, pero la crisis en la construcción ha provocado que China haya redirigido la comercialización de dichos implementos al mercado internacional, convirtiéndose en el mayor exportador del mundo en este sector.

Ante el contexto ya analizado, cabe preguntarse si existe alguna solución más allá de las restricciones a la oferta en el sector industrial chino. En principio, el gobierno podría dejar que cada mercado se autoregule, ya que el exceso de capacidad instalada, en situación de mercados competitivos, haría que los precios de mercado disminuyeran, provocando la migración del capital hacia sectores con más potencial de ganancias económicas. Sin embargo, en China, las caídas de precios han sido últimamente más generalizadas, y no simplemente en sectores determinados. China viene experimentando una tendencia a la deflación; es decir, una disminución general de los precios en la economía, llevando al régimen a tomar medidas en la forma de estímulo económico para contrarrestar este fenómeno. Cuando los precios caen en toda la economía, generalmente es expresión de una demanda débil, un fenómeno que afecta negativamente la toma de decisiones basada en precios relativos, y que por cierto puede contribuir al exceso de capacidad instalada. Concretamente, los inversionistas y directivos no logran discernir con claridad qué sectores presentan precios que los convierten en más atractivos, y qué áreas de la economía presentan precios en declive, y por lo tanto son menos interesantes como mercados.

En síntesis, China enfrenta un escenario complejo en relación al exceso de capacidad de producción, lo cual está provocando una reacción por parte de los países desarrollados que reciben este exceso productivo, causando posibles pérdidas de industrias y fuentes de empleo de calidad. La reacción ya se está materializando por medio de aranceles punitivos a productos chinos en países como Estados Unidos, y China no parece contar con instrumentos de política económica para hacer frente a esta situación de forma efectiva.

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