En un discurso muy ingenioso, antes de enunciar sus nuevas imposiciones –expansionistas, proteccionistas, antilibremercadistas, inflacionistas y etcéteras–, Donald Trump dijo de entrada que lo que él estaba iniciando era una revolución del sentido común. Por orden superior, desde ese momento, todo aquel que no estaba de acuerdo con su discurso puede ser un individuo etiquetado sin sentido común. Pillo.
Ahora bien, ese sentido común está representado por algún aspiracional superior que debemos seguir, o simplemente está representado por quienes han ganado las elecciones. Qué tal. Lo que aparentemente acontece es que fuerzas liberales están tomando el control por dentro de la democracia liberal, pero con un modelo autoritario.
La guerra cultural supone la intención de imponer valores al otro, influyendo en los hábitos sociocomportamentales de la gente. Aparentemente, el conservadurismo está ganando algunas batallas. Creería que el mundo releyó al filósofo alemán Carl Schmitt que proponía un Estado no liberal que fuese capaz de crear un mito único. Stroessner era de origen germánico, probablemente no leyó a Carl, pero la historia de este dictador de naturaleza alemana en el Paraguay ya todos la conocen. Sigamos.
Por primera vez desde 1949 en estos momentos se confirma una coalición alemana en el Parlamento. Un partido de centro, un poco para la izquierda, como es la democracia cristiana, concordó en votar aliado con Alternativa para Alemania, un grupo político de extrema derecha. Es la primera vez en setenta y cinco años que esto pasa. Es el Zeitgeist que se observa. ¿La derecha está ganando la guerra? Veamos.
No habría que tomar como el fin de la historia en modo Fukuyama, para después volvernos atrás, esta victoria conservadora actual. La razón por la cual el conservadurismo reaparece es porque la gente está descontenta, con lo que ha venido pasando en los últimos años, incluyendo la pandemia que desnudó tantas necesidades. La transición demográfica, vivimos más y nacemos menos, con los problemas en la salud y la previsión social, es una anomalía no muy reconocida como la génesis de muchos problemas. Existía un sentir consensuado en modo latente en las sociedades desarrolladas y subdesarrolladas, en menor grado quizá, de que una generación presente debía superar a la que le precedió. Vivir mejor que los padres y mucho mejor que los abuelos. Si eso no se realiza, entonces, los cambios acontecen. Paraguay siempre está rezagado, pero en 1904, 1936, 1954, 1989, 2008... hubo algo parecido. El momento cero tardó 34 años, desde 1870 a 1904, para llegar, otros 32 años para la revolución febrerista de los soldados victoriosos de la Guerra del Chaco en 1936 (es peligroso armar al pueblo empobrecido, recuerden); poco menos de veinte años hasta el golpe de 1954 y pasaron otros 35 años para el golpe palaciego de 1989, donde el consuegro le traiciona al dictador. Qué tal el cambio gatopardiano.
Los puntos de vista y las convicciones se renuevan permanentemente con el tiempo. Nada hay nuevo debajo del sol, decía Salomón, el sabio, en su libro Eclesiastés, al cual lo tildan de religioso y por eso no le quieren dar la objetividad que se merece. Ojo. En el siglo XX, al finalizar la Primera Guerra Mundial, hubo un tiempo de liberalización de las costumbres, la de los años locos en cuanto a hábitos, el estilo era el del Gran Gatsby y Peaky Blinder con Thomas Shelby. ¿Se acuerdan? Surge el voto femenino, las damas comienzan a fumar, a dirigir un auto, tienen amantes, etc. El jazz se pone de moda, los vestidos se acortan y la libertad sexual con el opio como droga, o la heroína y el alcohol ilegales, todos juntos, son consumidos para motorizar la rebeldía juvenil. El poder político persiguiendo, de forma, pero negociando, de fondo, con las mafias, era el estándar. Hasta hoy. En esos años de locura, el contrabando y otras formas de entrar en conflicto con las reglas se pusieron de moda en todas las partes del mundo más avanzado. Todo era relativo en cuanto a cumplimiento de normas en los años veinte y parte de los treinta del siglo pasado. Chicago y Al Capone. Daba gusto. Es como hoy en el Paraguay: Lalo y Arévalo son algunos de los protagonistas. Estamos viviendo una película de cien años atrás.
Este desenfreno sufre un fuerte deterioro de la demanda agregada con la crisis financiera de 1929 cuando aparece el keynesianismo y una especie de proteccionismo que avanza sobre la cuarta década, con un Estado más presente y eficiente. También más proteccionista, en una sociedad menos loca, donde la familia tiene de nuevo valor, el cuidado de los hijos, baby boomers, el empleo estable y la Iglesia, que puede volver a salvar a la humanidad. Al final, el Estado salva el capitalismo.
Luego de pocos años se generó una onda conservadora desde los años treinta, pero que se consolidó entre los años cuarenta y cincuenta. Estados Unidos tuvo un crecimiento económico extraordinario. En este intermedio, el fascismo y el nazismo se fortalecieron y llega la Segunda Guerra Mundial. En la España de Franco, que iba a misa casi todos los días, Dios podría ser la salvación, mientras que el dictador ordenaba prisiones y torturas imitado por Hitler y Mussolini, quienes llevan al mundo todo a una horrible masacre de dimensiones planetarias.
Con la revolución cubana de 1959 comienza de nuevo un periodo de utopías y rebeldías. La sociedad se liberaliza en Estados Unidos y en Inglaterra surgen los Beatles para desafiar lo convencional. El LSD, la heroína, entre otras, son las drogas que se ponen de moda y entran en conflicto con los hábitos colectivos e individuales conservadores. El eslogan es sexo, drogas y rock & roll. La indumentaria comienza a ser más informal. Los jóvenes desatan las corbatas y los jeans con zapatos deportivos y remeras de cuello redondo son prendas de todos los días entre la juventud disconforme. La camiseta con la foto del Che es objeto de deseo y de consumismo oportunista que solo puede competir con la Coca-Cola. Mbaeteko. La Iglesia comienza a perder fieles, Dios ya no es tanto la esperanza, sino que la utopía de unos revolucionarios con barba y ametralladora que pueden traer la salvación al mundo explotador. Durante los años sesenta y setenta, las guerrillas en Latinoamérica predicaban el antiimperialismo y el socialismo, como el paraíso hacia el cual se estaba marchando.
Luego llegan, hacia los años ochenta, Reagan en los Estados Unidos y Margaret Thatcher en Inglaterra. Todo vuelve hacia el conservadurismo. Ya no es la revolución progresista la que va a salvar el mundo, sino que el mercado es de nuevo el salvador. Recuerden los buenos modales para combatir las utopías. El mercado es el ser superior y todo colectivismo rebelde es una herejía que debe ser eliminado. El Estado también es puesto en entredicho y más aún el Estado de bienestar que debe ser achicado. Milei podría haber sido un espía del Reino Unido hacia 1982 en la guerra de las Malvinas, de haber nacido en los años sesenta, tranquilamente.
Al finalizar el siglo XX, comienzan de nuevo las utopías progresistas, pero con un mercado globalizado. Las marcas internacionales y la responsabilidad socioambiental van a salvar al mundo. Las empresas globales son las que quieren tomar cuenta del mundo, capitalistas pero en modo un poco más moderado. En Sudamérica nace Unasur con liderazgos como el de Néstor Kirchner en Argentina; NDF, el Tendota de Paraguay; Lula del Brasil, Correa en Ecuador y Chávez en Venezuela. Luego, estos gobernantes se vuelven algo locos, se reconvierten y finalizan muchos de ellos como ladrones y populistas. En el norte, finalmente, con la crisis financiera del 2008 que se traslada al sector real de la economía, renacen las emisiones inorgánicas de salvataje de bancos. Nos falló el mercado. Quién podrá defendernos, ya no queda nadie. No se olviden de las marcas. Ya dije más arriba. Pasados unos años, llega la pandemia en el 2020 y al cabo de poco tiempo, el Estado vuelve a su condición de salvador, pero rápidamente se convierte otra vez en enemigo. Trump gana su primera elección en el 2017. En el 2020 llega la pandemia y el resto ustedes ya lo conocen. Biden gana en el 2020 y el mundo woke se fortalece. Los gobiernos demócratas globalistas de los Estados Unidos reavivan los sueños benefactores. Wall Street y el Silicon Valley generan muchísima riqueza bajo el impulso de la innovación, los semiconductores, el dinero rentista y la cocaína. No importan los trabajadores estadounidenses de cuello azul, la globalización de mercados nos entrega productos más baratos de obreros chinos que producen para Nueva York; alguien está a punto de robarse las banderas de la izquierda. Adivinen quién. Trump es el que entiende la jugada.
En síntesis, en el mundo occidental, tiempos de cambios fueron los años veinte y treinta, los sesenta y setenta del siglo pasado, con la primera y la segunda década del siglo XXI. Tiempos conservadores fueron los años cuarenta y cincuenta, ochenta y noventa del siglo pasado, más la tercera década del presente siglo, que la estamos viviendo.
Ya Trump había predicado en contra del intervencionismo estatal en su primer gobierno del 2017 y ahora vuelve con todo en el 2025. Para cumplir con su promesa le pone a un empresario que no fue electo por nadie por encima de instituciones y de leyes para cogobernar con amplios poderes. Van a llegar a Marte, dicen. Pocos se oponen por el momento. Repito. Existe siempre un pacto tácito en toda sociedad en el sentido de que una generación debe superar a la precedente. Cuando eso no acontece, a cada veinte años aproximadamente, el Paraguay siempre llega atrasado, la gente se pone ansiosa y cambian las cosmovisiones ideológicas, políticas y económicas. Por de pronto, volvió el conservadurismo. Milei, Meloni y Trump son la evidencia empírica de que nada nuevo hay bajo el sol.
Más allá del sol habita la eternidad, pero aquí en la Tierra, bajo el sol escaldante, como dijo el predicador, “Todo es vanidad”. En esto Paraguay es campeón. En lo del sol que quema y en lo de la vanidad. Tenemos a un mentiroso, ostentoso e ineficiente en el Gobierno, gerenciando una empresa con fines de lucro privado, la política oficialista, para beneficio de un grupo empresarial desde el Estado. Todos ya lo conocen. Es apenas un meme. Es la revolución del sentido común que nos tocó. Saludos cordiales.