Mientras una pobladora del asentamiento 3 de Noviembre de Luque cuenta que ya no tienen con qué alimentar a los niños de la comunidad, los niños de la comunidad ríen y juegan. Con palitos que pretenden ser cucharones y hojas que sirven de ingredientes, revuelven un guiso imaginario en las ollas vacías que sus madres sacaron a la calle para mostrar a la cámara de Telefuturo que ya no tienen qué comer durante la cuarentena. Solamente en esta comunidad, unas 180 familias dependen de las ollas populares ante el paro sanitario por el coronavirus.
Así como las polladas son la única esperanza de salud para muchos, la incapacidad estatal de asegurar un plato de comida a las familias más pobres es hoy suplida por las ollas populares. En los bañados, en los barrios más pobres del área metropolitana y las zonas más vulnerables de todo el país, las ollas populares brotaron principalmente por decisión de grupos de vecinos.
“En nuestra comunidad estamos teniendo dos ollas populares, con dos equipos de trabajo que son rotativos. Comenzamos una tarde con varias mamás que estaban sin recursos para seguir sosteniendo la comida de todos los días. Entonces, empezamos a traer todo lo que teníamos en casa, lo poco que había, y comenzamos con la olla”, comenta Kimberly Samaniego, una estudiante de la carrera de Trabajo Social, de 21 años de edad, que vive en el barrio Caacupemi del Bañado Sur de Asunción.
Hoy son 220 los vecinos que comen de estas dos ollas sostenidas desde hace tres semanas por donaciones y también contribuciones de los mismos comensales. “El que tiene arroz, trae arroz, el que tiene fideo, trae fideo, al que le sobra aceite, trae, y así todos los días nos estamos manejando. Todas las familias que comemos de la olla participamos: lavamos los cubiertos, hacemos fuego, cocinamos. Todos tenemos trabajos”, menciona Kimberly.
Lea más: Mario Abdo pide disculpas por tardanza en asistencia económica
El paro sanitario afectó directamente a los pobladores de esta zona: los gancheros no pueden entrar a Cateura porque el vertedero está cerrado y los recicladores tampoco pueden trabajar porque la Policía les impide salir del Bañado a recorrer la ciudad por las restricciones que impiden la circulación en la vía pública durante la cuarentena.
No obstante, los vecinos de Caacupemi ya tienen el hábito de trabajar juntos para superar cualquier adversidad, sea esta un virus proveniente de China, una tragedia familiar o la subida del Río Paraguay.
“Estamos acostumbrados a trabajar entre nosotros; desde la inundación que estamos trabajando así en vínculos. Cuando hay algún enfermo, hacemos alguna actividad de recaudación o cuando vemos que hay personas de la tercera edad que no están pudiendo levantar una casa o que están en condiciones muy deplorables, la comunidad en sí se organiza”, relata Kimberly.
Frente al hambre que acecha a muchas familias, la Pastoral Social ya habilitó 41 comedores en Asunción y el área metropolitana, gestionados con donaciones del sector privado, trabajo voluntario y aporte del Gobierno, que dona parte de los alimentos no perecederos.
“Los requisitos para que podamos habilitar un comedor es que la parroquia o capilla tenga cierta infraestructura, como un depósito, donde se puedan guardar los insumos que nosotros le proveemos; que tenga algún refrigerador, cocina, ollas, todo el equipamiento mínimo que se necesita para cocinar, y los voluntarios, que son muy importantes. De nada sirve tener equipamiento y no tener voluntarios”, explica Ricardo González, coordinador de la Pastoral.
Nota relacionada: Ollas populares salvan situación de necesidad en barrios humildes de Caaguazú
Estos comedores producen 12 mil platos de almuerzo diarios en Asunción, Limpio, Mariano Roque Alonso, Fernando de la Mora, Luque y Lambaré. “Nos hubiese gustado servir un desayuno o merienda, pero también hay que saber que somos voluntarios y dependemos de nuestros voluntarios y además hay restricciones de movilidad. Eso último es una cuestión que hay que cuidar y no movilizar tanto a la gente”, advierte González. Por eso, en estos comedores nadie come: la gente lleva viandas para almorzar en su casa y así no aglomerarse.
Las ollas populares y proyectos ciudadanos para enfrentar la crisis se multiplicaron también en el interior del país. En Ciudad del Este crearon un banco de alimentos para suministrar ingredientes a barrios carenciados; en Encarnación, comisiones vecinales y clubes deportivos se movilizan para dar de comer a los que no tienen; en Alto Paraguay se donan cabezas de ganado a las familias más pobres, y en Yasy Cañy una sola mujer repartió chipa y torta a niños y ancianos de una colonia y ya anunció que este Domingo de Pascua ofrecerá caldo ava a quien lo necesite.
Asistencia tardía y platos vacíos
Las iniciativas solidarias en varias zonas ya no logran hacer frente a la crisis social y económica que generó el Covid-19 en Paraguay, al igual que en todo el mundo. Cada vez son más los barrios que no consiguen insumos suficientes para llenar las ollas populares, como el caso del asentamiento 3 de Noviembre. Días atrás, carancheros y del barrio Cerrito Cará Cará, de Asunción, hicieron el mismo pedido de ayuda ante el cierre de frigoríficos.
A exactamente un mes del inicio de las medidas impuestas por el Poder Ejecutivo para mitigar el contagio del Covid-19 en el país, el Gobierno recién acreditó el subsidio de G. 500.000 del programa Ñangareko a poco más de 47.000 beneficiarios. Por otro lado, el desembolso del programa Pytyvõ, destinado a trabajadores afectados por el paro sanitario, comenzará el 17 de abril. El monto en este caso será de G. 524.210.
“Antes del coronavirus, una masa importante de gente ya estaba en situación de pobreza y otra masa en situación de precariedad laboral, de trabajo inestable, informal. Con el aislamiento y suspensión de actividades, rápidamente esa situación económica se agravó, ahí es donde el Estado tenía que operar con rapidez con la provisión de kits alimentarios, de asistencia alimentaria, o subsidios en un plazo más rápido, pero eso no llegó hasta ahora”, explica Luis Rojas, economista e investigador del Centro de Estudios Heñói.
La llegada del Covid-19 a la región se tradujo en un jaque a la seguridad alimentaria de los paraguayos, por la dependencia del país de la importación de alimentos y la consecuente incapacidad del mercado de autoabastecerse con productos básicos, como hortalizas y frutas.
“Esa situación se mantiene como una amenaza a la alimentación de la población paraguaya. Si la pandemia se agrava, se extiende y se profundiza, puede generar mayor restricción en la frontera y Argentina y Brasil pueden decidir no exportar más por un tiempo estos productos básicos a Paraguay, por ejemplo”, comenta Rojas.
Este panorama alimentario, la falta de ingresos para trabajadores del sector informal −que según el Ministerio de Trabajo rondaría los 1.500.000− y la asistencia estatal tardía explican el brote de ollas populares, señala Rojas, al tiempo de aclarar que indefectiblemente serán insuficientes ante la crisis que se avecina.
Puede interesarle: Productores frutihortícolas consideran que el plan del MAG es insuficiente
“Las redes de solidaridad o la práctica del apoyo mutuo, de la minga, del jopói, del trabajo colectivo, son prácticas de la cultura paraguaya, son prácticas de las comunidades indígenas, o sea, que en la matriz cultural paraguaya está muy fuerte la solidaridad como forma de relación social. En el campo eso se siente más quizás, la hospitalidad de la gente al llegar a la casa, compartir la comida. Cuando se faena un animal en el campo muchas veces se reparte con los vecinos o se dan a precios muy simbólicos”, reflexiona el investigador social.
En ese sentido, recalca que las ollas populares y las polladas son necesarias e importantes, pero no podrán ser más que medidas transitorias ante la ausencia estatal. “Estas carencias tienen una dimensión política y entonces necesitan de una lectura política. Las iniciativas que vimos en estos días necesitan levantarse en una demanda organizada hacia el Estado y la sociedad”, sostiene.
Cómo ayudar
Para unir a las personas que necesitan ayuda con las personas que quieren ayudar, un programador creó la plataforma AyudaPy, un sitio web que recoge dónde y quiénes son las personas o comunidades que necesitan ayuda en un mapa.
En la página web, ayudapy.org, los solicitantes de asistencia colocan sus datos, ubicación y necesidad. Los datos son públicos y la efectividad de la plataforma, que ya registró miles de usuarios, depende de la buena fe de la gente.
De igual manera, la organización Civilab desarrolló un “mapa social”, que contiene ollas populares en todo el Departamento Central. Cada punto detalla la cantidad máxima de platos que puede producir por un límite logístico y de productos. Esto podría aumentar, detalla el sitio, con la colaboración ciudadana y así llegar a más familias de cada comunidad.
Asimismo, Telefuturo solicitó la colaboración de su teleaudiencia para difundir las ollas populares que funcionan durante la cuarentena. Son cientos los mensajes que recibe a diario el número de WhatsApp habilitado por el canal.
De hecho, mediante la publicación de sus casos, varias comunidades consiguieron apoyo, entre ellas el asentamiento 3 de Noviembre, que cuenta con la línea de teléfono (0994) 129-001 para recibir ayuda de gente interesada.
Quienes quieran colaborar con los pobladores del barrio Caacupemi del Bañado Sur, pueden hacerlo contactando al (0992) 370-445.
La Pastoral Social Arquidiocesana habilitó la cuenta corriente Nº 700122206 en el Banco Itaú, con el número de RUC 80000457-4 para recibir donaciones.
Lea más: Ejecutivo decreta nuevas medidas restrictivas por cuarentena
Hasta ahora son 129 los casos confirmados de Covid-19 en Paraguay, de los cuales 6 corresponden a pacientes que fallecieron por la enfermedad. El Gobierno anunció que el paro sanitario continuará, por lo menos, hasta el próximo 19 de abril.