Tras su lanzamiento el 23 de julio de 2020, el vehículo espacial está ya a 130 millones de kilómetros de distancia de la Tierra y ha de recorrer otros 8,3 millones para alcanzar el planeta rojo, donde está previsto que aterrice —que amartice, en este caso— el próximo mes de mayo.
Antes de llegar a la órbita marciana, el plan es que la Tianwen-1, cuyo funcionamiento hasta el momento es “estable”, ralentice su marcha.
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A su arribo a las inmediaciones del cuarto planeta del Sistema Solar, la sonda pasará entre dos y tres meses identificando el punto más propicio para posarse en su superficie.
Según indicó la CNSA en octubre del año pasado, la zona escogida es la Utopia Planitia, una llanura del hemisferio norte que, para los geólogos, podría ser el fondo de un antiguo océano.
Conseguir un aterrizaje suave es la parte más difícil de la misión, un proceso de entre seis y ocho minutos en el que la Tianwen-1 operará de forma autónoma.
De llevarlo a cabo con éxito, el ‘rover’ (astromóvil) que porta la sonda se desplazará por Marte —sería el quinto de la historia tras los cuatro enviados por Estados Unidos, un hito por el que está compitiendo con Emiratos Árabes Unidos— durante unos tres meses terrestres para llevar a cabo tareas científicas mientras el orbitador garantiza las comunicaciones con nuestro planeta.
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Entre las tareas del ‘rover’ figuran estudios de morfología, estructura geológica, características del suelo, distribución del agua congelada cercana a la superficie, composición y condiciones climáticas de esa superficie o la ionosfera atmosférica, así como análisis de los campos magnéticos y la estructura interna del planeta.
Con un peso total de unas cinco toneladas, la Tianwen-1 se compone de las citadas partes y también de un módulo de aterrizaje.
Su nombre significa “preguntas al cielo” y está inspirado en un poema de Qu Yuan, uno de los autores más conocidos de la antigua China.
En los últimos años Pekín ha invertido fuertemente en su programa espacial y, en enero de 2019, la sonda lunar Chang’e 4 aterrizó en la cara oculta de la Luna, un hito jamás logrado en la historia de la exploración espacial.
Hacia 2030, el gigante asiático planea enviar otra sonda más grande para recolectar muestras y traerlas de vuelta a la Tierra, con las miras puestas en enviar humanos al planeta rojo en el futuro.