La acción en sí es la elección del gabinete que acompañará al presidente electo. Guste o no a la mayoría o minoría es la determinación que se debe ejecutar. Ahora, la selección de figuras que hasta el día de hoy se hicieron públicas genera la reacción adversa o las dudas de parte de la ciudadanía, ya que se trata, en la mayoría de los nombres para ocupar algunos ministerios, de referentes que habían pasado por los altos cargos de la administración pública, y que no se caracterizaron precisamente por la eficiencia. Esas son las señales respectivas.
Salvo uno o dos futuros funcionarios que presentan en su currículo haberse capacitado y conocer el ámbito en el que desarrollarán su tarea, además de participar con anterioridad en las políticas públicas de gobiernos pretéritos, hay nombres que reflejan prioritariamente el pago de los favores políticos y el deseo de una camarilla de copar las esferas de lo público para continuar con el esquema de prebendarismo, además, de continuar un modelo conservador, sin grandes riesgos para el poder fáctico y acorde a lo que ya venimos observando por lo menos en las últimas siete décadas.
Si bien no significará que automáticamente las cuestiones prioritarias en salud y educación se resolverán por presentar a futuros liderazgos en esas áreas (aún no se conoce quiénes serán), cierto es también que en esos segmentos existe todavía el lamentable limbo y la incertidumbre de quiénes ocuparán las principales funciones de cada cartera, atendiendo a que el colapso actual de la sociedad está muy emparentado con los flagelos que padecen ambas esferas fundamentales, y que históricamente son desatendidas, brindándoseles la menor proporción en el Presupuesto General de la Nación, y colocando escombros e incondicionales, con raras excepciones de técnicos que, a cabalidad, conozcan esos terrenos.
El creciente nivel de violencia en el ámbito escolar, con manifestaciones directas de odio y enfrentamientos físicos, la dirección a la deriva que se plasma en niños y adolescentes que no son contenidos por la comunidad educativa, la falta de liderazgo para implementar proyectos y programas inclusivos y de respeto, y los padecimientos atávicos en el entorno paquidérmico en la cartera de Estado correspondiente, hablan a las claras de la agonía del sistema, que debe ser atacada de raíz si se quiere evitar el mayor crecimiento de esta bola de nieve perjudicial para la sociedad.

Así también, la falta de medicamento en casi todos los hospitales públicos, la preparación lamentable de los pocos profesionales de blanco, el desangrado de los recursos estatales –que finalmente no llegan a la ciudadanía–, el penoso traslado a Clorinda para conseguir remedios más baratos y las polladas interminables para resguardar la salud de los pacientes que ocupan alguna cama, se suman a la debacle con la que se enfrenta el sistema del Instituto de Previsión Social (IPS), donde nunca hay solución para quienes acuden por alguna dolencia.
La transición entre una cúpula que va diciendo adiós a las mieles del poder y otra afanosa en plasmar su teoría y sus promesas (habrá que ver cuántas de ellas cumplirán), nos coloca en ese limbo en el que casi todo pende de los anuncios sobre figuras, muchas de ellas, harto conocidas y de las que no se puede esperar demasiado, por un lado; y con las normales esperanzas en que por lo menos los campos más heridos, como el sanitario y el educativo, puedan encontrar la dosis de sanación y, con el tiempo, mejorar en su servicio, ya que en los votos se decidió apostar por los representantes que dirigirán el barco en los próximos cinco años.