06 jul. 2024

La trunca “vía chilena”

Se cumplen cincuenta años del golpe de Estado al presidente Salvador Allende, lo que puso fin a su experimento de “vía chilena al socialismo”, con el que intentó alejarse de la praxis regional, signada por las dictaduras militares en franco auge, apoyadas por la administración norteamericana y dispuestas a contrarrestar el avance del comunismo.

Paraguay se conecta de manera más activa en el tiempo y espacio posteriores a este quiebre trasandino, puesto que el régimen liderado por el general Augusto Pinochet, quien comanda de manera férrea el proceso de violaciones a los derechos humanos, tiene su espejo en el ensañamiento del dictador Alfredo Stroessner contra quienes piensan distinto, anhelan un Paraguay más democrático y señalan las atrocidades de su despotismo.

Producto de acciones sistemáticas, inteligencia político-militar, aceitado esquema de intercambio de información y férreo control de la vida en ambos países, surge la terrorífica y conocida Operación Cóndor, a iniciativa del dictador chileno y para cuya reunión primigenia voló a Santiago, la capital trasandina, el ministro del interior Sabino Augusto Montanaro, tristemente célebre por su atroz labor para acallar por todos los medios a las voces disidentes.

Fue en aquella urbe donde se empezó a gestar uno de los planes más maquiavélicos de los sistemas totalitarios: seguimiento, persecución, detenciones clandestinas, torturas y desapariciones de opositores a los gobiernos de facto, que en la década del 70 tuvo su punto más álgido con la llamada “guerra sucia” en Argentina y similares esquemas en la región; de lo cual Paraguay no estuvo ajeno, ya que las cárceles estuvieron copadas de perseguidos políticos y quienes pagaban los “efectos colaterales” por el simple hecho de querer manifestarse libremente.

Allende aspiró a algo distinto. Buscó distanciarse de la tutela estadounidense, desarrolló un plan de nacionalización de los principales activos económicos del país, impregnó la consigna de la justicia social y la posibilidad de que los beneficios alcanzaran a la mayoría de la población, frente a un escenario en que las luchas sociales ebullían en todas direcciones y copaban los espacios públicos latinoamericanos.

Fueron los años turbulentos de la Guerra Fría, que colapsaban en puntos neurálgicos donde la dicotomía capitalismo-comunismo se tensaba y había que intervenir desde la Casa Blanca y el Pentágono, pasando por las Escuela de las Américas, en Panamá, encargada esta última de enseñar doctrinas de contrainsurgencia militar latinoamericana e inculcar una ideología anticomunista.

La experiencia de Allende en el poder duró tres años, hasta el 11 de setiembre de 1973, en que el Palacio de La Moneda recibió el bombardeo de las fuerzas pinochetistas y se acababa el sueño. Chile se vio sumido en una de las dictaduras más férreas de América Latina y consolidó junto con los demás países sus sistemas cerrados de obediencia debida, de encierro, imposibilitando el pensamiento crítico y silenciando las voces de libertad.

El Operativo Cóndor segó la vida de miles de opositores o de sospechosos, sin juicio previo; y regó con sangre aquel país, nefasto hecho que se replicó en la región y que en Paraguay se pudo evidenciar con certeza y mediante documentación, gracias al descubrimiento del Archivo del terror (diciembre de 1992) en una dependencia policial de Lambaré, exponiendo al mundo el sistema de control férreo y desapariciones forzosas que forman la mancha oscura del pasado, al que no quiere volver quien busca un mejor horizonte para la sociedad.

A 50 años de aquella turbulencia, la reconfiguración regional es patente, pero subyacen los reclamos populares, las demandas sociales y la crispación, al no reflejarse una verdadera representatividad y al degenerarse el rol del liderazgo que, como Allende y otros destacados referentes, pudieron haberle dado otro cariz a la vida pública de nuestros países.

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